Joel Meyerowitz, retrato. Fuente: David Kregenow Flickr

Neoyorquino de cuna, Joel Meyerowitz dio sus primeros pasos como fotógrafo tras ver una fotografía de Robert Frank en la que captaba el instante de un tiroteo. La facilidad e inteligencia con la que se desenvolvió Frank mientras fotografiaba a los protagonistas en movimiento le fascinó tanto que decidió poner un nuevo rumbo en su vida. Meyerowitz tomó prestada una cámara y comenzó a fotografiar las calles de Nueva York.

Más allá del contenido de sus fotografías, uno de los principales logros de Meyerowitz es haber transformado el color en un auténtico idioma visual. Acostumbrado a la fotografía monocromática para la disciplina callejera, el público pronto vio en el artista neoyorquino una alternativa creíble y de calidad a la omnipresente obra en blanco y negro. De hecho, debido a las dificultades técnicas para obtener colores verdaderos durante la impresión, la fotografía en color siempre se había resistido en el ámbito profesional hasta mediados de los 60. Pues bien, Meyerowitz fue probablemente el primero que comprendió el poder del color como forma de comunicación y fue capaz, gracias a sus imágenes llenas de vivos colores, de conseguir que el color fuese aceptado como una nueva forma de representación fotográfica a nivel mundial.

Desde su obra inicial, Meyerowitz siempre demostró curiosidad por mostrar un mundo diferente al habitual y por disipar el estereotipo con el que se retrataba a la sociedad americana desde el extranjero. Por ello decidió embarcarse en un viaje por Europa en el que utilizó dos cámaras diferentes: una con película de color y otra con película en blanco y negro con el propósito de tomar la misma instantánea dos veces, con dos “ojos” diferentes. Tras doce meses fotografiando con las dos cámaras, casi siempre desde el coche con el que recorría el continente, decidió abrazar el color:

Después de unas pocas semanas de trabajo, tuve la sensación de que estaba dentro de mi cámara, que el coche era un cuarto oscuro y yo estaba mirando por la ventana, que era el marco del visor.

Meyerowitz continuó con trabajos desarrollados en colaboración con verdaderas eminencias de la talla de Diane Arbus, Garry Winogrand o Lee Friedlander, entre otros. En 1979 publicó su primer libro, Cape Light, considerado un clásico de la fotografía en color y del que vendió más de 100.000 copias durante 25 años. Su combinación de color y contraste no ha sido aún igualada Fue uno de los catorce obras que ha publicado hasta el momento y que le han situado como uno de los fotógrafos mas prolíficos en materia documental. Sin embargo, el grueso de su trabajo lo desarrolló en su ciudad natal, reflejando los rostros de los transeúntes, enfrentando los diferentes estados de ánimo en la vida urbana: el frenesí en las carreras hacia el trabajo frente a la relajación mientras se descansa en un parque o se intenta desconectar en un bar. La rutina callejera en todas sus vertientes y desde diferentes puntos de vista. Imágenes que destacan por el juego de colores, la contundente pero adecuada dosis de contraste y la combinación de luces y sombras.

A través de su Leica y su inseparable 35mm, Meyerowitz procura aprovechar los rayos del sol para crear sombras afiladas en los rostros de sus protagonistas, mostrar figuras imaginarias y ensalzar el contraste incluyendo en la composición otros elementos como carteles, mobiliario urbano y la indumentaria llamativa de los transeúntes:

Su gran obra en el 11-S

Justo después de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, Meyerowitz se convirtió en el único fotógrafo con permiso para fotografiar las escenas de la destrucción. A pesar de la negativa y resistencia inicial de las autoridades, no dudó en enfrentarse a policías y bomberos para abrirles los ojos ante la necesidad acuciante de documentar unos hechos que quedarían grabados en la memoria colectiva americana para la eternidad. Era imprescindible fotografiar la escena de la masacre justo después del derrumbe del World Trade Center, cuando el escenario todavía se mantenía intacto. Un desastre todavía virgen y que mostraba la enorme herida todavía humeante:

En pocos días, creó un archivo con miles de imágenes que documentaron tanto el desastre como la posterior labor de recuperación alrededor de la Zona Cero. No obstante, entre todas las fotografías, seleccionó 28 imágenes que compusieron la exposición Después del 11 de septiembre: Imágenes de la Zona Cero. Una importante muestra que fue presentada en más de 200 ciudades de 60 países diferentes, con más de tres millones y medio de visitantes.

Joel Meyerowitz es uno de lo grandes maestros de la fotografía callejera en color y una autoridad entre los artistas fotográficos actuales. Por suerte, seguimos disfrutando de una obra aún en pleno desarrollo.

Creo que las fotografías son como un ser lleno o vacío, y no lleno en términos de los elementos que haya en ellas como árboles, paisajes o edificios, si no llenos de emociones, energía, descubrimientos y riesgos, y siempre se debe dejar espacio suficiente para que alguien más se meta en la imagen, el espectador.

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