Para los más esotéricos, la única aplicación de los posos de café será la adivinación del futuro de la persona que bebió de la taza. Los escépticos considerarán que, como mucho, sirven para desatascar tuberías, aunque lo cierto es que esto es un mito y tirarlos por el desagüe no es buena idea. Por eso, lo normal es, simplemente, que acaben en los vertederos. Eso supone la emisión de una gran cantidad de gases de efecto invernadero, por lo que vale la pena buscar una forma de reciclarlos. Por ejemplo, algo tan original como preparar hormigón.

Lo descubrió el año pasado un equipo de científicos australianos. En su investigación, probaron a procesar los posos de café y mezclarlos con el resto de ingredientes del hormigón. Comprobaron que, así, el resultado es un 30% más resistente. Algo esencial para una sustancia que se usa para construir edificios.

Este hallazgo supone muchas ventajas, ya que no solo sirve para reciclar los posos de café. También ayuda a reducir la cantidad de arena empleada en la preparación de hormigón. La recogida de la misma en las playas da lugar a una gran erosión, que puede ser muy perjudicial tanto para el paisaje como para el ecosistema. Sin duda, esta aplicación de los posos del café es mucho mejor que la adivinación. Al menos, esta está más cerca de garantizarnos un futuro prometedor. 

¿Por qué es importante reciclar los posos de café?

Se calcula que cada año se producen en el mundo 10.000 millones de kilogramos de posos de café. A menudo pensamos que, por ser un alimento, será biodegradable. Sin embargo, en el tiempo que permanece en los vertederos libera grandes cantidades de metano. Este quizás sea un gas de efecto invernadero menos demonizado que el dióxido de carbono, pero sus efectos sobre la atmósfera son incluso peores.

Por eso, es importante reducir la cantidad de posos de café que se tiran a la basura o los desagües. Puede haber muchas formas; pero, si de paso se soluciona otro problema ambiental, mejor que mejor.

El problema del hormigón

El hormigón está compuesto por 1 parte de cemento, 2 de arena y 3 de grava ajustadas con agua para tener la consistencia deseada. Se calcula que para cubrir un metro cuadrado de superficie se necesitan 20 kg de cemento, 40 kg de arena y 60 kg de grava. Por lo tanto, para cubrir los 100 metros cuadrados de una vivienda se necesitarían 4 toneladas de arena.

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Robar arena de la playa puede tener multa. Foto por Silas Hao en Unsplash

Teniendo en cuenta que no se trata solo de cubrir la superficie y que hay muchas viviendas mucho más grandes, la cantidad de arena que se requiere en la industria de la construcción cada año es abismal. Aunque pueda parecerlo, la arena no es un recurso ilimitado. Es el refugio de muchísimos animales y el sostén de multitud de plantas. En la playa ayuda a contener la fuerza de las olas para que no causen destrozos en la orilla y, además, evita que se acumulen sedimentos procedentes de la costa. Tiene tantísimas ventajas que muchos países multan o incluso condenan a prisión a los turistas que intenten llevarse como recuerdo la arena de sus playas. Por eso, reducir la cantidad de arena que se utiliza en el hormigón es una prioridad. 

Posos de café al rescate

Estos científicos quisieron comprobar qué ocurre si se sustituye la arena por posos de café. Sabían que no podrían utilizarlos directamente, ya que contienen productos químicos que podrían afectar a la resistencia del hormigón. Por eso, antes de hacer la mezcla sometieron los restos de café a un proceso conocido como pirólisis, que consiste en calentarlos a 350 ºC en condiciones de privación de oxígeno.

El resultado es un carbón poroso, llamado biocarbón, que puede formar enlaces muy fuertes que ayudan a hacer más resistente la matriz del cemento. También probaron el mismo proceso a 500 ºC, pero las partículas ya no eran tan fuertes.

Para mejorar el hormigón también sirven los pañales

El año pasado, un equipo de científicos japoneses probó a utilizar otro residuo muy común para preparar hormigón. En este caso emplearon pañales usados, debidamente lavados, desinfectados y triturados. La masa resultante podía sustituir la arena del hormigón en distintas proporciones, según las estructuras de los edificios en los que se utilizara. En general, resultó muy resistente y útil.

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Los pañales usados también pueden servir para preparar hormigón con menos arena. Crédito: Ignacio Campo (Unsplash)

Es cierto que ninguna de las opciones se ha aplicado aún a gran escala. Pero no sería raro que, más pronto que tarde, disfrutemos de casas fabricadas con pañales usados o posos de café. ¿Quién nos iba a decir que el futuro sería eso?