En noviembre de 2023, WeWork se declaraba en bancarrota en Estados Unidos. Cuatro años antes, esta empresa tenía una valoración de mercado estimada de 47.000 millones de dólares. Declararse en bancarrota era una manera de protegerse legalmente ante los acreedores. Su enorme deuda contrastaba con la millonaria indemnización que cobró su fundador, el carismático Adam Neumann, tras su precipitada salida de WeWork. ¿Cómo se llegó a esa situación?

WeWork tenía todos los ingredientes para ser el éxito que fue, en sus primeros años. Un líder con dotes de comunicador y que sabía qué decir a los inversores para contentarlos. El israelí Adam Neumann. La idea también era buena. Se estaba poniendo de moda el coworking, una idea que abarataba costes en compra y alquiler de oficinas. En su lugar, empresas como WeWork te ofrecían espacios que pagabas por uso a un precio atractivo. Y, finalmente, los inversores se morían de ganas de poner su dinero en proyectos de esta envergadura. Los bienes inmuebles siempre han sido una buena inversión y un refugio cuando no se sabe dónde invertir.

Pero en WeWork también se juntaron las piezas necesarias para que todo saltara por los aires. Precisamente, el dinero fácil entraba a raudales. Demasiado en tan poco tiempo. Y pese a que el proyecto era, simplemente, una empresa de alquiler de oficinas. Envuelta en un aura de modernidad, tecnología y demás atractivos que Neumann sabía vender muy bien. Y, en tercer lugar, las excesivas ambiciones del propio fundador de WeWork fueron una de las causantes del precipitado final de este unicornio que llegó a protagonizar su propia miniserie en Apple TV+.

WeWork y el sueño americano

WeWork surge de las mentes de Adam Neumann y Miguel McKelvey. La idea es simple. Una empresa que ofrece espacios de coworking. Físicos y virtuales. Es decir, si tienes tu propia empresa y no puedes o no quieres alquilar o comprar unas oficinas, puedes trabajar en un espacio alquilado por un tiempo limitado. Una vuelta de tuerca al alquiler de toda la vida. Pero fundada en 2010, en un contexto de salida de una gran crisis económica, la idea funcionó. Un gasto menos del que preocuparte si estabas montando una startup. Y gran parte del éxito fue, en parte, gracias a las dotes comunicativas de Neumann.

Como curiosidad, dos años antes de WeWork, Neumann y McKelvey ya habían puesto en marcha un negocio similar, Green Desk. Oficinas compartidas bajo el prisma de la sostenibilidad. Como la cosa salió bien, de ahí surgió hacerlo a lo grande a través de WeWork. Y Nueva York era el lugar perfecto para alquilar oficinas. Es más. Pronto encontraron inversores. El primero, Joel Schreiber, que compró un 33% de la recién nacida compañía por 15 millones de dólares. 

Al año siguiente, en 2011, PepsiCo decidía participar indirectamente en WeWork asesorando a pequeñas startups que usaran los servicios de coworking de la compañía. A modo de incubadora. Y para 2013, en cuatro años, WeWork ya contaba con 350 startups entre sus clientes. Para 2014, se había convertido en la empresa de alquiler de oficinas que más rápido había crecido en Nueva York. Y no es de extrañar, si tenemos en cuenta que atrajo dinero de inversores de la talla de J.P. Morgan Chase o Goldman Sachs, entre otros grandes.

Éxito llama a dinero

WeWork, inversión de SoftBank

¿Qué lleva a grandes empresas de inversión a poner grandes cantidades de dinero en manos de gente sin experiencia? Adam Neumann no tenía un currículum al uso. Nacido en Israel, inicia estudios superiores en Nueva York, Estados Unidos, donde vive con su hermana, ex modelo adolescente. Pero sus intenciones eran ganar dinero y pasárselo bien. Dinero rápido y en grandes cantidades. Conoce a la que será su esposa, Rebekah Neumann, deja los estudios y pone en marcha Krawlers, una empresa de ropa infantil. Que dejará más deudas que otra cosa. Luego vendrá Green Desk, de la que ya hemos hablado. Y de ahí el salto a WeWork

La clave del éxito de Neumann, su capacidad de crear una imagen de empresa en la que todo es a lo grande. Muchas fiestas y actividades en grupo, motivación constante al empleado y transmitir a los inversores de que todo va bien. ¿Quién va a montar una fiesta si no es porque su negocio va de lujo? Éxito llama a dinero. Además, su idea de gestionar WeWork consistía en ofrecer cantidades desorbitadas para anular la competencia. A costa de hacer perder a su propia empresa más de lo que ganaba. Algo que pretendía subsanar con el dinero de los inversores. En lo personal, Adam Neumman y esposa vivían una vida de lujos y excesos. Su oficina personal de Nueva York contaba con sauna. Y llegó a adquirir un jet privado valorado en 60 millones de dólares. 

El problema vendría más tarde, cuando WeWork quiso salir a bolsa y los datos facilitados a los inversores no cuadraban. Pero para entonces, la compañía ya era un unicornio, una startup valorada en 47.000 millones de dólares hacia 2019. Nueve años después de ponerse en marcha. Para 2022, tenía casi 800 espacios de coworking repartidos en 39 países. Y su sede principal estaba en la Torre 49 de Nueva York, un edificio emblemático con su propia marca registrada.

Algo huele mal dentro de WeWork

Cuando en 2019 se baraja la posibilidad de salir a bolsa, empiezan a verse las costuras de WeWork. La imagen triunfalista de Adam Neumann no gusta a todos. Ya hay quien critica sus excesos, excentricidades y la estrecha relación entre WeWork y sus otros negocios personales. Por ejemplo, comprar edificios que luego alquila a su propia empresa. O cobrar a título personal por el uso comercial del nombre WeWork. Esto último le llegó a reportar 6.000 millones de dólares.

Cuando las cifras de la compañía llegan a manos de los inversores, afloran las millonarias deudas. Un gigante con pies de barro que sobrevive a base de crecer de manera desmesurada y ocultando pérdidas a granel. Una empresa mal gestionada y, en parte, esquilmada por las reprochables acciones de su fundador. Así que el resultado es inevitable. La salida a bolsa se suspende y los inversores obligan a Neumann a dejar su cargo en WeWork. El grupo japonés Softbank acudirá a su rescate, intentando reflotar la compañía. E incluso pagará una millonaria cantidad a Neumann a modo de compensación. 

Pero la situación de WeWork, ya de por sí preocupante, empeorará ante la pandemia mundial de 2020. El confinamiento hará que millones de personas trabajen desde casa. Ya nadie necesita espacios de coworking. Y tras el fin del confinamiento, muchos seguirán teletrabajando. Así que WeWork estaba tocada de muerte. Durante la segunda mitad de 2023, su viabilidad se cuestionó por parte de la propia compañía. El impago de los intereses de las emisiones de deuda tampoco ayudó demasiado. Así que en noviembre de 2023, se declaraba en bancarrota. Los siguientes pasos, reducir deuda y negociar el cambio de deuda por acciones.

Adam Neumann sigue en pie

Adam Neumann, fundador de WeWork

En un artículo anterior, expliqué qué había sido de Adam Neumann tras su salida de WeWork. De ser una de las figuras más respetadas en el mundo de los negocios en Nueva York y Estados Unidos, en general, a ser criticado por sus malas y reprochables gestiones. Con todo, salió muy bien parado, tal y como hemos visto. Hasta el punto de vivir a cuerpo de rey en una lujosa mansión en Miami. Y a poner en marcha una empresa de inversión en bienes inmuebles, Flow.

Creada en agosto de 2022, Flow está valorada en más de 1.000 millones de dólares. Gran parte de esa valoración se debe a que Andreessen Horowitz, una de las empresas de capital riesgo más prestigiosas, invirtió 350 millones de dólares. El propósito de Flow es invertir en edificios de apartamento de lujo. A finales del año pasado, contaba con seis edificios en Florida y Tennessee. Así que pese al final de WeWork, y a la triste historia reflejada en la miniserie WeCrashed, a Neumann no le va nada mal. Es más. La relación de WeWork y Neumann parece abrir un nuevo capítulo en común.

Neumann quiere volver a WeWork

La noticia se conoció a principios de febrero de este año. Adam Neumann quería volver a WeWork. O, mejor dicho, quería comprar WeWork para sacarla de la bancarrota. El patrimonio de Neumann estimado por Forbes es de 2.200 millones de dólares. Y con lo bien que le va con Flow, su empresa inmobiliaria de residencias de alto nivel, no es de extrañar que quiera enmendar sus pecados y volver a estar en primera línea al frente de WeWork.

A través de Flow, y usando de intermediaria la firma de inversión Third Point, Neumann está en conversaciones para comprar WeWork. Incluso llegó a enviar una carta a los abogados de la empresa, según reportaron Bloomberg y otros medios. El propósito de Neumann es hacerse con toda la empresa o con sus activos. La clave está en la cantidad que tendrá que poner sobre la mesa para conseguirlo. Más la cantidad necesaria para acabar con las millonarias deudas que tiene WeWork en la actualidad. Y, por último, hacer de WeWork lo que fue. O, al menos, que sea viable. Con o sin ayuda de inversiones millonarias.

Pero Neumann no lo va a tener fácil. El grupo propietario de WeWork, SoftBank, lleva gastados más de 10.000 millones de dólares. A lo que hay que añadir la multimillonaria indemnización que pagó al propio Neumann, pese a su funesta gestión. Más de 3.000 millones de pérdidas en 2020, más de 4.400 millones de pérdidas en 2021 y más de 2.000 millones de pérdidas en 2022. De ahí que las relaciones entre ambos no sean cordiales.

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