Hace diez años, Birdman sorprendió a la crítica y al público. La historia de un actor que meditaba sobre sus fracasos y aspiraba a retomar su carrera luego de un papel icónico, parecía sencilla. Solo que el director Alejandro González Iñárritu la convirtió en una reflexión acerca de la fama, la identidad y el ego colectivo de nuestra época. Mucho más, al utilizar la metáfora de un intérprete que no puede escapar de la sombra de su papel más conocido, para mostrar lo tortuoso del reconocimiento. Por si eso no fuera suficiente, lo hizo, además, a través de un prodigio técnico. Un plano secuencia de dos horas, rodado de manera impecable y casi indetectable.
La proeza rindió frutos. Para la entrega del Óscar del año siguiente, la cinta se alzó con premios, entre ellos el galardón Mejor película y director. También, al de Mejor guion original y fotografía. Un reconocimiento que dejó claro que la idea del director acerca de la celebridad en una época cínica, era mucho más que una sátira bien contada.
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El relato de Riggan Thomson (Michael Keaton) y su vida decadente y frustrada, podría abarcar buena parte de la experiencia de los artistas en la actualidad. En específico, cuando Birdman está mucho más interesado en analizar el fondo de por qué el mundo contemporáneo celebra y destruye a sus ídolos.
Antes del auge de las redes sociales y de los famosos instantáneos vía las plataformas más populares, Birdman exploró en la necesidad de ser reconocido. El personaje de Keaton, que intentaba quitarse de encima el estigma de haber encarnado a un superhéroe por años, es paródico y duro. No solo por recordar la propia vida del actor en una metarreferencia que casi resulta insultante. A la vez, por dejar claro que Hollywood puede construir y cancelar a sus figuras con enorme facilidad, sin ninguna piedad. Para Alejandro González Iñárritu, ser reconocido en la meca del cine, pasa por una observación cruel que termina por ser devastadora. Lo que la cinta muestra a través de su apartado técnico y visual.
La metáfora llevada a la escena
Desde que la cinta, Riggan Thomson es un rehén de sus malas decisiones, pasado tortuoso y el fracaso de su carrera. Hay algo absurdo y triste, en su necesidad de volver al mejor momento de su carrera, mientras le acecha el fantasma de un papel icónico del pasado. La cámara sigue al personaje sin apartarse de él un segundo y de hecho, el mayor peso del argumento, está en esta perspectiva casi violenta de la intimidad. La figura a la Keaton da vida, se hace frágil, vulnerable y torpe, mientras la imagen le detalla en sus rutinas y momentos más privados.
Pero al mismo tiempo, el director muestra lo que aparentemente es el mundo intelectual e invisible del personaje. De la aparición del papel más conocido de Riggan como una especie de espectro que encarna el desencanto, a escenas oníricas. El mundo que el realizador crea para mostrar lo que rodea a este sobreviviente al fracaso, es extraño y retorcido. Mucho más, cuando el guion Alejandro G. Iñárritu, Nicolás Giacobonem Alexander Dinelaris, Jr. y Armando Bó, se hace cada vez más burlón y casi tenebroso.
A medida que Riggan pierde la cordura — y el apartado visual de la película se hace más claustrofóbico — su dolor emocional se hace visible. Como si eso no fuera suficiente, Birdman apela a la conocida historia de Michael Keaton, para volverse cruel y directa. Desde guiños a la filmografía del actor hasta críticas a su largo hiatus en Hollywood. La cinta rinde tributo al incómodo tema de ser olvidado en la industria norteamericana.
Por lo que a medida que el personaje cae en las tinieblas mentales y espirituales, el superhéroe que encarnó — sospechosamente parecido a Batman — le acecha en todas partes. El largometraje es un brillante alegato acerca de la obsesión por la fama. Pero a la vez, la forma en que el arte puede marcar un antes y un después, en la vida de cualquiera. Un hito doloroso que Birdman insinúa, nadie se recupera del todo.
Una ganadora del Oscar en un papel a su medida
La cinta también cuenta con un elenco que permitió que su extraña premisa se hiciera cada vez más profunda y angustiosa. En particular, la actuación de Emma Stone como Sam Thomson, hija de Riggan, brinda a Birdman varios de sus momentos más recordados. Poco a poco, la conexión de la realidad del actor se volverá más difusa y discutible. Por lo que Sam, se volverá un testigo privilegiado de lo que parece su caída en la locura y el dolor de la soledad.
Incluso, Edward Norton, que encarna a Mike Shiner, un intérprete exitoso, pero de carácter insoportable, se ríe de sí mismo. De hecho, parodia su tan cacareado método interpretativo, que provocó durante años malestar y peleas con numerosos directores. El argumento utiliza su personaje para burlarse del academicismo y también, del reto de ser famoso en una época que cambia de opinión y preferencias casi de manera instantánea.
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Una década después de su estreno, Birdman sigue siendo fresca, actual y pertinente. Lo que su críptica escena final — que todavía se debate — deja claro y permite una discusión sobre el objetivo real del arte en la actualidad. ¿Es soñar, tal y como indica la parte más idealista, o solo ganar dinero? Con un histórico primer plano de Emma Stone, la cinta acaba y deja la respuesta al público. Su punto más fuerte.