Últimamente se está hablando mucho sobre un estudio que se acaba de publicar en BMJ. En él, científicos de la Universidad Deakin, en Australia, analizan un total de 45 metaanálisis, en los que se incluyen datos de más de 10 millones de personas, para comprobar cuáles son los efectos más perjudiciales del consumo de alimentos ultraprocesados. En total, se encuentran 32 condiciones negativas, pero una de las que más llaman la atención es la relación entre ultraprocesados y depresión.

Dicho estudio señala que el consumo de ultraprocesados aumenta entre un 48% y un 53% el riesgo de padecer algún problema de salud mental. Concretamente, el riesgo de depresión se eleva un 22%. Además, cuando la dieta consta de más de un 30% de ultraprocesados los casos de depresión se disparan.

Esta relación entre ultraprocesados y depresión es muy llamativa, pues se habla mucho sobre los efectos para la salud metabólica o cardiovascular, pero no tanto de cómo afectan a la salud mental. Ahora bien, antes de hablar de dichos efectos, hay que tener en cuenta que la depresión es multifactorial y que, posiblemente, más que el propio consumo de ultraprocesados, lo que conduce a la depresión sean los motivos por los que los comemos. 

¿Qué son los ultraprocesados?

Antes de desgranar por qué se pueden asociar los ultraprocesados con la depresión, es importante recordar cuáles son estos alimentos.

No hay una definición fija. Algunas personas los definen según su número de ingredientes. Si tienen demasiados ingredientes, ya son ultraprocesados. No obstante, un bote de legumbres surtidas podría considerarse como tal y lo cierto es que no lo es. También hay quien los define por su contenido en sustancias químicas o aditivos. Para quienes se quejan de las sustancias químicas, tenemos que darles una noticia: todo es química. Un tomate es química. El plátano que le pones al porridge de avena es química. Incluso los dátiles machacados con los que los realfooders endulzan todo lo que comen también son química. Los aditivos, por su lado, no siempre son algo perjudicial. Muchos simplemente nos ayudan a conservar los alimentos durante más tiempo de una forma segura y agradable para el consumo, pero no les restan valor nutritivo ni los hacen más perjudiciales.

Lo que sí hace perjudicial a un ultraprocesado es una cantidad excesiva de ingredientes que sean nutricionalmente perjudiciales. Un exceso de azúcares, de sal o grasas saturadas, por ejemplo. Es el cúmulo de estas sustancias el que conduce a esos 32 efectos perjudiciales de los ultraprocesados. ¿Pero qué pasa con la depresión?

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El estrés esun gran impulsor de la depresión. Crédito: Elisa Ventur (Unsplash)

La realidad de la relación entre ultraprocesados y depresión

En la revisión que se acaba de publicar sus propios autores reconocen que no se puede establecer si todos esos perjuicios que se han detectado se deben únicamente a los ultraprocesados. Podrían tener también relación con otros hábitos nocivos, como el consumo de alcohol o tabaco, que a menudo van de la mano con el de ultraprocesados.

No se señala directamente, pero también podría haber una relación con el estrés. A menudo, lo que nos hace comer ultraprocesados es el estilo de vida estresado que tenemos. Si una persona pasa 15 horas de su día trabajando y encargándose de la casa y la familia, o no duerme, o no puede invertir mucho tiempo en comer bien. Por eso, es bastante habitual que las personas estresadas consuman muchos ultraprocesados. 

Y ese estrés en buena parte conduce también a la ansiedad. El estrés es una respuesta natural de nuestro cuerpo que nos ayuda a estar alerta ante un posible peligro. Cuando esto sucede, tiene lugar una respuesta adaptativa muy rápida. El sistema nervioso se pone en marcha para procesar toda esa información ambiental y enviar al resto del organismo las señales para actuar en consecuencia. Esta respuesta, una vez que pasa la situación de estrés, se apaga poco a poco y todo vuelve a la normalidad. El problema viene cuando esa situación de estrés se mantiene en el cuerpo. Nuestro cerebro no está preparado para responder continuamente a este tipo de situaciones. Por eso, entra en un conflicto que puede derivar en ansiedad y depresión.

Además, hay que sumar que durante las situaciones estresantes se libera una hormona, llamada cortisol, que tiene, entre otras funciones, el poder de reducir la inflamación. Lamentablemente, si los niveles de cortisol se mantienen durante mucho tiempo, empieza a producir justamente los síntomas que normalmente palia. Por eso, se produce una gran inflamación que puede afectar también al sistema nervioso y derivar en depresión.

Cabe destacar que el consumo de ultraprocesados también conduce a la inflamación. Incluso el estrés nos lleva a comer aún más ultraprocesados por simple ansiedad. Por eso, todo esto se acaba retroalimentando.

La situación es aún peor para las mujeres

En 2019 se llevó a cabo un estudio en el que se demostró que los síntomas depresivos aumentan en las personas que trabajan demasiadas horas a la semana. Concretamente, es algo muy serio en las mujeres. Aquellas que participaron en el estudio tuvieron más riesgo de depresión cuando trabajaban más de 55 horas de lunes a viernes. Esto no ocurre del mismo modo en los hombres, ya que suelen tener un peso menor en el cuidado de la casa y los hijos.

Por otro lado, cuando se trabajaba durante los fines de semana, los casos de depresión aumentaban tanto en hombres como en mujeres. Alguien que debe trabajar 55 horas de lunes a viernes o durante los fines de semana posiblemente comerá más ultraprocesados. Pero estos no son los únicos culpables de su depresión. Todo suma. Debería mejorar la divulgación en torno a los efectos perniciosos de los ultraprocesados. Sin embargo, si no nos esforzamos también en cambiar el contexto laboral de las personas, posiblemente seguirá existiendo esa triste relación entre ultraprocesados y depresión. 

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