Uno de los grandes problemas de salud que sufren los seres humanos a medida que llegan a la vejez es la demencia. En España, por ejemplo, esta tiene una prevalencia del 11,1% para las mujeres y del 7,5% en los hombres. Puede tener un alto componente genético, pero también influyen otros factores, tan dispares como lo que cobramos o lo que comemos. En este último punto, se intuye una importancia clave para el porcentaje de ultraprocesados que incluimos en nuestra dieta. De hecho, parece ser que afectan significativamente a la pérdida de memoria. 

Al menos, esa es la conclusión de un estudio, recién publicado en Neurology y presentado en el Congreso Internacional sobre el Alzheimer de San Diego. Sus autores, de la Universidad Médica de Tianjin, en China, partieron de datos del Biobanco de Reino Unido, en el que se incluye información sobre salud de medio millón de personas. Eso sí, solo se centraron en los registros de 72.083 individuos de 50 años o más. 

A todos ellos se les hizo una encuesta sobre sus hábitos de alimentación y, después, se les siguió durante 10 años. En el momento del inicio del estudio ninguno tenía demencia. Sin embargo, pasado ese tiempo, 518 personas fueron diagnosticadas. Con esta información en la mano, comprobaron si había relación con el consumo de ultraprocesados y lo cierto es que sí que encontraron una correlación. Eso sí, no han dado con una explicación sobre cómo estos alimentos pueden deteriorar la memoria y la cognición. Solo han encontrado una asociación.

¿Qué son productos ultraprocesados?

Antes de ver cómo afectan los ultraprocesados a la memoria y la cognición, no está de más recordar en qué consisten estos alimentos.

Incluso, antes de hablar de ultraprocesados, es importante saber qué son los procesados. Hay muchas formas de describir estos alimentos. Algunas se basan en el número de ingredientes, mientras que otras hacen más bien referencia a la capacidad para diferenciar unos de otros. Es decir, una tarta de chocolate es un alimento procesado, porque no vemos el azúcar, la mantequilla, la harina o las onzas de chocolate que contiene. En cambio, un bote de mezcla de legumbres no es procesado, porque vemos cada una de ellas por separado.

Que un alimento sea procesado no implica necesariamente que no sea sano. Por ejemplo, en un gazpacho de bote no vemos el tomate, el pepino, la cebolla o el pimiento. No obstante, siempre que las cantidades de sal no sean excesivas y que se use un buen aceite, como el de oliva, será un producto perfectamente saludable. 

Ahora bien, se define como ultraprocesados a aquellos que no solo tienen un alto nivel de procesado; sino que, además, contienen muchos ingredientes poco saludables. Esto incluye altas cantidades de grasas saturadas, azúcares o sal, entre otros. Además, suelen usar harinas refinadas en vez de integrales. 

Es importante tener claro que son los ingredientes, y no la industria, los que convierten a un ultraprocesado en algo poco sano. Un bizcocho cocinado en casa sigue siendo un ultraprocesado, por mucho que el azúcar blanco se sustituya por pasta de dátiles que, al fin y al cabo, no deja de ser azúcar. 

Ahora bien, una vez con esto claro, ¿qué tienen que ver los ultraprocesados con la memoria y la demencia?

Comer mal podría afectar a tu memoria cuando seas mayor

Los autores de este estudio separaron a sus participantes en varios grupos, según el porcentaje medio de ultraprocesados que contenía su dieta.

En el grupo más bajo el porcentaje era de un 9%, que equivaldría a unos 225 gramos en un día. Mientras tanto, en el más alto, los ultraprocesados constituían un 28% de la dieta de los voluntarios. Esto equivale a unos 814 gramos. 

Para hacernos una idea, una porción de pizza o de palitos de pescado constituye aproximadamente unos 150 gramos. Cabe destacar que las bebidas, seguidas de productos azucarados y postres lácteos ultraprocesados, fueron los productos que más contribuyeron a esta parte poco saludable de la dieta.

En cuanto a su relación con el deterioro cognitivo y la memoria, se vio que de los 18.021 miembros del primer grupo, 105 recibieron un diagnóstico de demencia, mientras que de los 18.021 que consumían más ultraprocesados, la cifra ascendió hasta las 150 personas.

Lógicamente, aquí influyen otros factores como el género, la edad, los antecedentes familiares o la enfermedad cardíaca. Por eso, estos factores se tuvieron en cuenta antes de extraer un porcentaje de la influencia exacta del consumo de ultraprocesados. Una vez realizado este ajuste, se concluyó que, por cada aumento del 10% en la ingesta diaria de alimentos ultraprocesados, las personas tenían un riesgo 25% mayor de demencia.

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Pequeños cambios, grandes resultados

A través de los datos del estudio, estos científicos también pudieron estimar qué pasaría si una persona sustituyera el 10% de su consumo de ultraprocesados por alimentos mínimamente procesados o lo que se conoce como buenos procesados. En ese caso, se encontró un riesgo de demencia un 19% más bajo.

Además, si se ajustaba algo tan simple como aumentar la cantidad de no procesados en 50 gramos al día, se obtendría un riesgo un 3% menor de demencia. Esto equivale a media manzana, por lo que no es un reto inalcanzable.

Y en el sentido contrario también hubo resultados. Es decir, si se eliminan 50 gramos diarios de ultraprocesados, equivalentes a una sola barrita de pescado, el riesgo también disminuye un 3%.

En este punto hay que tener en cuenta varias cosas. Para empezar, que el estudio solo contempló como demencia los casos que terminaron en fallecimiento o que requirieron ingresos hospitalarios. No se analizó información concerniente a la atención primaria, por lo que podrían haberse subestimado los casos leves de demencia. Finalmente, es importante recordar que correlación no implica causalidad, por lo que esta asociación no significa necesariamente que los ultraprocesados afecten a la memoria. Pero la correlación es lo suficientemente grande como para considerarlo una posibilidad y seguir investigándolo. 

Lo que está más que demostrado es que una dieta rica en harinas refinadas, azúcares, sal y grasas saturadas y pobre en granos integrales, proteínas de calidad y frutas y verduras, conlleva muchos problemas para la salud. No debemos obsesionarnos con los ultraprocesaddos. Simplemente, hay que intentar encontrar un equilibrio, comiendo lo que queramos, pero siempre con la máxima información, intentando buscar una alimentación saludable, sin dietas milagro y, sobre todo, sin culpas. Con eso ya tenemos mucho ganado. No debemos olvidar que el estrés sí que ha demostrado sobradamente que puede afectar a la memoria y hay pocas cosas más estresantes que una dieta que impone y culpabiliza. Tengamos esto también en cuenta.

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