La zona de interés es la nueva película del director Jonathan Glazer. Autor de obras tan rompedoras como Under the skin, el cineasta ha querido volver a jugar con el lenguaje cinematográfico. Su propuesta ha gustado enormemente dentro de la industria. En los premios Oscar 2024 ha conseguido hasta 5 nominaciones, entre ellas la de mejor película. Y en los BAFTA competirá por un total de 9 estatuillas. Todo un logro para una cinta que, ante todo, no deja indiferente.

El filme, inspirado en hechos reales, pone su foco de atención en Rudolf Höss y en su familia. Este hombre fue el comandante del campo de concentración y exterminio de Auschwitz. En La zona de interés, sin embargo, no se muestran sus crímenes. Lo que Glazer presenta es su vida cotidiana. El nazi, su mujer e hijos viven en una idílica casa con jardín colindante al campo de concentración. Lo único que separa su apacible día a día de la barbarie más extrema es un muro gris.

La zona de interés

El director Jonathan Glazer se adentra en el terreno del Holocausto configurando un entorno idílico dentro del escenario más monstruoso posible. Una película sobre el lado más salvajemente turbio y egoísta de la naturaleza humana, que obliga al espectador a no rehuir las dolorosas reflexiones de un genocidio que no debe ser olvidado jamás. Una de las mejores películas del año.

Puntuación: 4.5 de 5.

La importancia de ver y escuchar

Para La zona de interés, Glazer propone al público un ejercicio muy jugoso. Vivimos en una época en la que el espectador está acostumbrado a ser cada vez más pasivo. Además, el déficit de atención no hace más que aumentar. Pero este filme quiere hacer algo distinto. El cineasta pervierte los registros para sugerir una actividad constante de casi dos horas al estilo de las películas experimentales. Esconde la verdadera historia de su película y obliga a mantener abiertos ojos y oídos.

Porque la puesta en escena, fotografía y diseño de sonido son los tres pilares que sostienen La zona de interés y que la elevan hasta convertirla en una de las cintas más potentes e inmensas del año. El trabajo para configurar cada plano es extraordinario. Así, mientras la familia charla amigablemente en el jardín y los niños juegan en su piscina, de fondo pueden verse las cúspides de chimeneas humeantes de las incineradoras y las cámaras de gas. También una nube provocada por el motor del tren de prisioneros o los puestos de vigilancia que impiden a los judíos huir de Auschwitz.

La zona de interés

La tragedia no se puede ver. Y, sin embargo, está ahí. Quizá expuesta de la manera más desagradablemente gráfica que se haya hecho jamás. Porque obliga al público a verla en sus mentes. Y de ahí no se puede apartar la mirada. Antoine de Saint-Exupéry decía en El principito que "lo esencial es invisible a los ojos", y Glazer se lo ha tomado de manera literal. El poder de la imaginación se desborda con una composición milimétrica del fuera de campo a la que, por si fuera poco, acompaña un incesante y bestial planificación del sonido.

En La zona de interés, Auschwitz no se ve. En ningún momento se llega a mostrar, ni siquiera brevemente, lo que ocurre en el interior de las paredes de ese fatídico muro. Pero aunque las imágenes no puedan escapar, los sonidos sí lo hacen. Y son los que convierten al filme en una sobrecogedora película de terror. Disparos desgarradores, gritos desesperados, murmullos, salvajes ladridos de perros, gélidas risas de los alemanes... Glazer no da tregua ni un solo instante del incómodo metraje. Taladra nuestros oídos con rabia. Lo que pasó allí no puede olvidarse.

La banalidad del mal

La zona de interés

Por encima de los desastres del Holocausto, la reflexión de Glazer es también sumamente acertada. El cineasta quiere enseñar cómo, gracias al sufrimiento más extremo, hay quienes consiguen su vida perfecta. Porque lo que viven sus protagonistas es eso. Una rutina de moral inversa en la que no hay lugar al problema. Todo va bien, sin sobresaltos. La zona de interés es una película en la que a sus personajes no les pasa absolutamente nada. La banalidad llevada al extremo para camuflar la culpabilidad de lo innombrable. Incluso aunque el guion pueda pecar de repetitivo.

De hecho, nadie habla sobre lo que está pasando al otro lado de la tapia. Como si estuviera prohibido. O, peor aún, como si no fuera importante y no mereciera un mínimo de atención. Al margen de la composición de planos y sonido, La zona de interés apenas lo referencia en sus dos primeros actos. Y cuando lo hace, es muy sutil, quitando ciertas escenas metafóricas en negativo. Más allá de eso, tan solo una breve mención espontánea a la procedencia de las criadas, un saco de cenizas que sirve de abono para el jardín... Es terrible ver cómo el ser humano es capaz de condenar al ostracismo las peores atrocidades, de ejercer la más brutal de las negaciones, en pos del egoísmo de una vida tranquila.

Evidentemente, para poder mantener a flote una propuesta tan radical como La zona de interés, la película al final necesita moverse. Y Glazer no tiene más remedio que romper sus propias normas en el acto final. El director saca su filme de ese Gran Hermano que ha montado en Auschwitz y se lo lleva de excursión a otras partes llenas de más altos cargos nazis. Ahí, el Holocausto empieza a tomar presencia entre sus personajes a medida que, irónicamente, desaparece de la mirada del espectador.

La zona de interés

La zona de interés

Consciente de ello, el director opta por un nuevo recurso estilístico como el de las escenas en negativo. A estas alturas de la cinta, la audiencia ha debido de encontrar por completo una comodidad muy relajada viendo la cinta. Por eso, se encarga de confeccionar un peculiar epílogo que se sale por completo del tono. De pronto, obliga a mirar, pero esta vez sin secretismos ni juegos de ocultismo. La barrera se destruye.

Con ese punzante desenlace, Glazer culmina su película más impresionante. Un perfecto retrato de la banalidad del mal con el que sacude con ímpetu al espectador. En tiempos de guerra es especialmente importante lanzar estas lecturas. La zona de interés es, sin lugar a dudas, una de las mejores películas del año y, también, una de las más interesantes y dolorosas sobre el Holocausto.

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