La COP28, la cumbre de las Naciones Unidas sobre el cambio climático, comenzó con entusiasmo. Los países reunidos en Dubai acordaron destinar al menos 420 millones de dólares para un nuevo fondo de «pérdidas y daños». Este dinero estará destinado a ayudar a los países pobres, generalmente los más afectados por los desastres relacionados con la crisis climática.
Algunos países comenzaron a aportar dinero de inmediato. Los Emiratos Árabes Unidos, el país anfitrión, y Alemania realizaron el mayor compromiso hasta ahora: prometieron unos 100 millones de dólares cada uno. Ya se sumaron también Reino Unido, con 75 millones de dólares, y EE. UU., con otros 24,5 millones de dólares.
La creación de este fondo se había acordado en la cumbre del año pasado. Por eso, la expectativa estaba puesta en que los gobiernos decidieran en la COP28 cómo operaría esta ayuda. O si finalmente se activaría. De hecho, algunos gobiernos como el estadounidense se habían negado rotundamente a tener que pagar «reparaciones climáticas». Así que, de todas maneras, es una buena noticia.
«Es un buen comienzo… Todos los gobiernos y negociadores deben aprovechar este impulso para lograr resultados ambiciosos», dijo el jefe climático de la ONU, Simon Stiell. La noticia del fondo se dio a conocer unas horas después de que la Organización Meteorológica Mundial confirmara en un reporte que 2023 será el año más caluroso de la historia.
El fondo será albergado por el Banco Mundial durante los próximos cuatro años. La idea es lanzarlo oficialmente para 2024. Se había acordado que al menos un representante de un país en desarrollo obtuviera un puesto en su junta directiva. Pero todavía quedan muchos cabos sueltos por resolver.
La COP28 y la experiencia previa con un fondo para el cambio climático
Las preguntas habían quedado en el aire desde el año pasado: ¿Quiénes deberían aportar?, ¿Debería ser un fondo voluntario?, ¿Cómo se escogerá a los destinatarios de la ayuda? Y, sobre todo: ¿Cómo se ejercerá contraloría sobre el dinero anunciado en la COP28?
No es por desconfiados. Sucede que ya existió la promesa de un fondo que fracasó por falta de compromiso y transparencia. Los países ricos se habían comprometido a movilizar 100.000 millones de dólares al año antes de 2020, con el objetivo de ayudar a los de menos recursos. No solo no lograron reunir la cantidad de dinero en el tiempo propuesto, sino que parte del dinero fue a parar a negocios extraños.
El fondo fallido se creó en 2009 sin pautas oficiales sobre qué actividades cuentan como «financiamiento climático». Por eso, parte del dinero que los contribuyentes reportaron como destinados al fondo se usó, por ejemplo, para la creación de una planta de carbón, un hotel y hasta una cadena de chocolaterías. EE. UU. ofreció un préstamo para la expansión de un hotel en Haití. Bélgica financió una película de amor ambientada en la selva argentina. Y Japón pagó la expansión de un aeropuerto en Egipto.
Una más: la mayoría del dinero se otorgó en calidad de préstamo y no como donación. En lugar de ayudar, endeudaron a países ya endeudados, se quejó OXFAM en junio pasado. Este fondo tampoco obligaba a los gobiernos a informar los detalles. La secretaría de Cambio Climático de la ONU ha explicado que dependía de los propios países decidir si imponían estándares uniformes. Los países ricos, por supuesto, se negaron.
Los cabos sueltos del nuevo fondo
Representantes de los países más pobres han pulsado para que los países ricos —y los más contaminantes— aporten obligatoriamente al nuevo fondo de «pérdidas y daños». Esto no va a pasar. A los países desarrollados se les insta, en lugar de obligarlos, a contribuir al fondo anunciado en la COP28.
Los países más vulnerables aceptaron a regañadientes la intervención como administrador del Banco Mundial, demasiado influenciada por las naciones ricas. Harjeet Singh, jefe de estrategia política global de Climate Action Network International, también resaltó que la sostenibilidad a largo plazo del fondo está puesta en duda, al no haberse definido un ciclo de reposición del dinero.
Y lo más importante: la suma planteada hasta ahora por los gobiernos en la COP28 es muy pequeña. Casi insignificante. Un informe reciente de la ONU estima que se necesitarán hasta 387.000 millones de dólares anualmente para que los países en desarrollo se adapten a los cambios impulsados por el clima. Y si se trata de daños, una investigación publicada en octubre estima que en 2022 se registraron perdidas por unos 280.000 millones de dólares por desastres impulsados por el cambio climático.
En las conversaciones de la COP28 estaría en discusión otra partida presupuestaria con participación privada. Emiratos Árabes Unidos gestiona un fondo de inversión de 30.000 millones de dólares, con el respaldo de algunos de los mayores inversores del mundo, asegura Reuters. Participarían BlackRock, la firma de capital privado TPG y el inversor en infraestructura Brookfield. El dinero sería supervisado por el inversor Lunate Capital.
El gran reto recién comienza
La COP28 se desarrollará en Dubai hasta el próximo 12 de diciembre. La gran lucha estará en los acuerdos sobre la reducción en las emisiones de gases contaminantes, los grandes impulsores del cambio climático. Todos los números son alarmantes.
En 2022, por ejemplo, se emitieron cerca de 36.800 millones de toneladas de gases contaminantes, la cifra más alta hasta ahora. Ninguno de los países del G20 —varios de los más contaminantes— está reduciendo las emisiones a un ritmo coherente, ha advertido la ONU varias veces. Solo hay un 14 % de probabilidades de que logremos limitar el calentamiento global por debajo de los 1,5 °C desde la era preindustrial.
Para conseguirlo, los científicos dicen que las emisiones deben comenzar a bajar desde el próximo año y reducirse en un 43% para 2030. Incluso, si apuntáramos a evitar que planeta no supere los 2 °C —el segundo objetivo propuesto en el Acuerdo de París—, el mundo necesitaría reducir las emisiones en un 28 % de aquí a 2030.
Todo esto, bajo el manto de la desconfianza que plantó el país anfitrión de la COP28. No solo porque los Emiratos Árabes son uno de los 10 principales países productores de petróleo. El gobierno nombró como presidente de la COP28 a Sultan Al Jaber, director de la compañía petrolera estatal ADNOC. Documentos filtrados revelaron que Al Jaber aprovechó su rol para beneficiar negocios de su país sobre combustibles fósiles en las reuniones preparativas de la cumbre. Como dijo Amnistía Internacional: «Un zorro que cuida el gallinero».