El cine asiático de acción, es una mezcla entre lo espectacular y un trasfondo dramático, muchas veces perturbador. Un elemento que Bailarina, del director Lee Chung-hyeon lleva a un nivel por completo nuevo. Lo que empieza como una venganza y una versión novedosa del ejército de un solo hombre, se transforma rápidamente en una exploración de la brutalidad.

Tanto del crimen — la visión pesimista de la cinta acerca de la sociedad surcoreana resulta desoladora— como de las personas, que antes o después, serán sus víctimas. Estas últimas, obligadas a defenderse como puedan. Entre una y otra cosa, la venganza se convierte en el motivo para continuar, matar y al final, arriesgar la vida.

Al estilo de la película Oldboy: cinco días para vengarse de Chan-Wook Park, la cinta comienza por dejar algo claro. El mundo al que se enfrentarán sus protagonistas, está corrompido de origen. Lo que puntualiza la primera escena, que muestra a Ok-ju (Jeon Jong-seo) enfrentándose a una banda que intenta agredirla.

Bailarina

Una trama sencilla, que apela a la narración de largas secuencias de acción, antes que al diálogo y la exploración de personajes. Más interesada en mostrar las destrezas para matar en variadas formas de su personaje central, deja a un lado contexto y también algo de desarrollo. Todo en favor de una violenta venganza que arrasará con el mundo del crimen surcoreano.

Puntuación: 3 de 5.

Con una estética que utiliza la luz y los espacios al destacar las habilidades de su figura central, explica todo lo que hay que saber sobre ella. En especial, que sus habilidades con armas y tipos de luchas distintas, no solo son extraordinarias. También, que no tiene miedo de matar y que lo hará apenas pueda. 

La que se ha llamado la versión surcoreana — y femenina — de John Wick, no niega que homenajea a la franquicia Chad Stahelski. Ok-ju apenas pronuncia palabras mientras pelea sin descanso en medio de anaqueles, pasillos estrechos y una iluminación colorida que destacaba sus capacidades físicas. Pensada para puntualizar que es un enemigo casi imposible de vencer, la secuencia además establece el tono y el ritmo del resto. No hay mucho que agregar, sobre esta joven mujer, con una crueldad callada y firme. A no ser que es virtualmente imparable.

Disparos, cuchillos y un propósito

Narrado lo anterior, la película avanza y profundiza en su único conflicto. Este personaje dispuesto para atacar sin piedad y en apariencia, invencible, tiene una sola amiga en el mundo. Min-hee (Park Yu-rim), es una bailarina — y motivo del título de la cinta — que lleva una vida desgraciada. Algo que Ok-ju descubrirá al encontrar su cadáver. La joven comete suicidio y deja como único mensaje, desde la muerte, su expreso deseo de ser vengada. Lo que provocará una persecución a gran escala que devastará buena parte de Seúl y también, del mundo del crimen de la ciudad. 

Uno de los puntos altos del guion de Bailarina, escrito por su director, es que no adorna demasiado hacia dónde conduce la trama. Esta es una retorcida forma de justicia, que se llevará por delante a todos los personajes y escenarios que sean necesarios. Lo que incluye, toda la mafia del narcotráfico y trata de personas que controlan el poder a la sombra.

Ok-ju, se enfrentará a cada organización y matón, lo que incluye desarticular al grupo que llevó a la muerte a Min-hee. Esta última fue violada y chantajeada, debido a que el acto de violencia que sufrió, fue grabado. Poco a poco, el argumento brinda los escasos detalles que sustentan los eventos que narra. Pero no está interesado ni en hacerlos más complejos o especialmente profundos. 

En esta película sin héroes, en que todos matan y torturan de maneras variadas y en distintos grados de crueldad, la venganza es privilegio de los más fuertes. Ok-ju, entrenada como guardaespaldas y asesino mercenario, lleva la delantera y no dudará en demostrarlo. El argumento detalla las largas y espectaculares escenas de acción con dos cámaras en simultáneos, juegos de perspectivas y el uso de la sombra, al expresar un punto clave. La crueldad se paga con crueldad en este universo perverso. Lo que llevará a su protagonista al centro de toda la ponzoñosa red de conexiones que controla la ciudad. 

Un final satisfactorio, aunque predecible

Luego de casi una hora de palizas, disparos, decapitaciones y puñaladas, Ok-ju descubrirá que el monstruo detrás de la muerte de Min-hee es Choi Pro (Kim Ji-hoon). No solo es el violador que sometió a la joven a un tipo de violencia que la película retrata sin cortapisas. También, se aseguró de tener todo a su disposición y controlarla, orillándola al suicidio. 

Por si no fuera suficiente, es el cabecilla de la banda violenta que somete a la ciudad. El argumento, que no tiene grandes recursos narrativos, cuenta la historia desde la frontalidad. Lo que termina por justificar la venganza de su personaje principal y sin duda, todo el esfuerzo que pone en lograrla. Dejando a un lado explorar en su asesina, en su pasado o en cualquier detalle, más allá de su habilidad de matar con eficiencia, la trama se centra en su necesidad de justicia. 

Pero más allá con pulcras coreografías, que sustituye diálogos explicativos o elementos de peso al hacer evoluciona la trama, Bailarina se basa en su apartado de acción. Punto en que destaca y en el que pone el mayor peso de su argumento. Desde la perspectiva subjetiva que utiliza la sangre y vísceras derramada con criterio artístico hasta la iluminación de brillantes tonos neón, que le brinda un aire ciberpunk. La cinta tiene la capacidad de resultar interesante a pesar de su sencillez. El punto más fuerte del largometraje. 

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