Quien se haya puesto a hablar de colesterol sin liarse entre el HDL y el LDL que tire la primera piedra. Generalmente, sabemos que hay uno “bueno” y otro “malo”, pero no tenemos claro cuál es cuál. Y, sobre todo, suele haber otra gran duda: ¿bueno o malo para qué?

Sus nombres proceden de las siglas en inglés “High density lipoprotein” y “Low Density Lipoprotein” o, lo que es lo mismo, lipoproteínas de alta o baja densidad. Esto es así porque el colesterol, es un lípido, una molécula de las conocidas coloquialmente como grasas. Pero, para su transporte por el organismo, se emplean una especie de cápsulas, conocidas como lipoproteínas. Las de alta densidad transportan el colesterol desde las células hasta el hígado, donde se procesa para su excreción, fuera del organismo. En cambio, las de baja densidad hacen el camino contrario. Llevan el colesterol desde el hígado hacia las células.

Por todo esto, el HDL se suele conocer coloquialmente como “colesterol bueno” y el LDL como “colesterol malo”. Es cierto que es mejor tener una mayor cantidad de grasas de este tipo que se dirijan al hígado para su eliminación. Además, cuando hay mucho LDL transportándose hacia las células, por el camino puede acumularse en los vasos sanguíneos, aumentando el riesgo de enfermedades cardíacas y accidentes cerebrovasculares. Pero, aun así, es importante tener en cuenta que es demasiado simplista reducir el colesterol a algo bueno o malo. En ciencia, especialmente en lo que concierne a nuestra salud, son mucho más comunes los tonos de gris que los blancos y negros contundentes. Veamos entonces qué es lo que sabemos del colesterol.

Demonización de las grasas: una historia muy antigua

Las grasas, en general, se han demonizado durante muchos años. Tanto, como para impulsar el nacimiento del fructífero negocio de los productos bajos en grasas. Se ve muchísimo en el ámbito de los lácteos. Leche desnatada, yogures azucaradísimos, pero desnatados, quesos bajos en grasas…

Todo se basa en eliminar la grasa de la leche, ¿pero a qué precio? No hay estudios que demuestren que esta sea peligrosa, pero sí que hay mucha literatura científica sobre sus beneficios. Por ejemplo, las vitaminas de la leche son liposolubles. Es decir, no se pueden disolver en el agua, pero sí en la grasa. Por lo tanto, si eliminamos la grasa, nos llevamos las vitaminas con ella. 

Luego está la confusión de tomar un yogur azucarado, pero desnatado, pensando que es lo más sano que podemos consumir. Ponemos el foco donde no procede, cuando, en realidad, no todas las grasas son peligrosas. 

Aunque el término “grasas” se puede usar coloquialmente para cualquier lípido, se utiliza sobre todo para hacer referencia a los ácidos grasos. La base de su estructura son cadenas de carbonos, unidos a hidrógenos, pero también entre sí, como los eslabones de una cadena metálica. Esos enlaces entre carbono y carbono pueden ser simples o dobles. Si todos son simples, se trata de grasas saturadas. En cambio, si hay algún enlace doble, serán insaturadas. 

Generalmente debemos potenciar el consumo de las grasas insaturadas, ya que son más fáciles de descomponer. Pero, incluso en el caso de las saturadas, depende mucho del alimento del que procedan. Por ejemplo, se ha visto que las procedentes de la carne roja y la mantequilla son las más peligrosas.

Ahora bien, ¿qué tiene que ver el colesterol en todo esto? Cabe destacar que no se trata de un ácido graso, sino de otro tipo de lípido. Sin embargo, parece que también hay algunos mitos al respecto.

Los beneficios del colesterol

El colesterol es una molécula muy importante. Para empezar, forma parte de los lípidos que componen las membranas de las células. Pero eso no es todo. También interviene en el metabolismo de la vitamina D, en la síntesis de algunas hormonas y en la absorción del calcio, entre otros muchos procesos fisiológicos de gran relevancia.

Por eso, no debemos demonizarlo. Es importante que el colesterol viaje a las células en las lipoproteínas de baja densidad. El colesterol LDL, por lo tanto, es necesario. 

diagnóstico del cáncer
Las estatuas son los fármacos más recetados a personas con el colesterol alto en las analíticas. Crédito: Unsplash

Los mitos del colesterol y las estatinas

David Diamond, un neurocientífico de la Universidad del Sur de Florida, se realizó una analítica de sangre cuyos resultados arrojaron altos niveles de colesterol LDL. Por eso, su médico decidió pautarle un tratamiento con estatinas, el fármaco que se prescribe más habitualmente en estos casos.

Estas se utilizan porque inhiben una enzima esencial en una de las vías principales de síntesis del colesterol. Las enzimas son catalizadores de reacciones. Es decir, disminuyen la energía que se necesita para llevar a cabo una reacción, de modo que esta pueda realizarse más rápidamente, con menos esfuerzo. Son una especie de herramientas, sin las que, muchas veces, las reacciones no pueden producirse. Por lo tanto, la inhibición de una que interviene en la síntesis del colesterol supone una disminución de los niveles de este lípido en la sangre.

Diamond sabía todo esto; pero, además, quiso analizar la literatura científica al respecto. Poco a poco, y uniéndose a otros colegas, fue analizando los estudios de los últimos 50 años sobre colesterol y estatinas y llegó a una conclusión interesante. Según él y un equipo internacional de científicos, cuyos resultados se publicaron en 2018, la mayoría de estudios que demonizan el colesterol y ensalzan a las estatinas tienen grandes errores metodológicos. Además, en algunos se excluyen los ensayos clínicos cuyos resultados no fueron favorables a la hipótesis principal. Esto indica que es algo que debería estudiarse en mayor profundidad. 

Sabiendo esto, Diamond mejoró sus marcadores de riesgo cardiovascular simplemente con ejercicio y una dieta saludable. No llegó a tomar las estatinas; ya que, para él, el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares es algo mucho más complejo que simplemente intervenir en la síntesis de colesterol.

Lógicamente, eso no quiere decir que debamos descuidar las analíticas y no darle importancia si los niveles de colesterol son muy altos. Pero sí es cierto que tampoco debemos apostarlo todo a reducir el supuesto colesterol malo. Porque no es tan fiero el león como lo pintan, ni tan malo el LDL como lo describen.