Oppenheimer llegó a las salas de cine en mitad del fervor popular. Su estreno conjunto con Barbie hizo de la película de Christopher Nolan todo un acontecimiento. El filme cumplió sobradamente las expectativas tanto en crítica profesional como en opinión del público general y, sobre todo, en taquilla. Pero, al margen de las sensacionales reseñas que la cinta acumula, hay quienes han querido ir un paso más allá. Los amantes de las teorías conspirativas se han encontrado en Oppenheimer un inesperado caramelo con el que elucubrar y divagar: el asesinato de John Fitzgerald Kennedy.

Avisamos de que el artículo contiene spoilers de la película. Si aún no has visto Oppenheimer, continúa leyendo bajo tu propia discreción.

John F. Kennedy, el trigésimo quinto presidente de los Estados Unidos, murió en el año 1963 por el impacto de varias balas. Lee Harvey Oswald fue detenido y asesinado dos días después, por lo que no pudo ser juzgado. La comisión encargada de investigar el asesinato concluyó que Oswald había trabajado solo. Pero 15 años después, el Comité Selecto de la Cámara sobre Asesinatos dictaminó que todo podía haberse tratado de una operación mucho más compleja.

Una hipótesis lo suficientemente atractiva como para desatar decenas de teorías sobre quién o quiénes fueron realmente los asesinos de Kennedy. Ahora, Nolan ha arrojado —con o sin intención— un nuevo nombre a la lista: Lewis Strauss. El político es interpretado por Robert Downey Jr. en la película. Y en el último tercio se desvela que en realidad es una persona tremendamente vengativa y calculadora. Su primer encuentro con Robert Oppenheimer tiene lugar en una vista pública en la que el científico logra ridiculizarlo ante todos los testigos.

Herido en su orgullo y obsesionado con aquel momento, Strauss tejió durante años una compleja red de mentiras y confabulaciones. Desde las sombras, filtró todo el pasado comunista del padre de la bomba atómica con el fin de destruirle la carrera y el reconocimiento público para siempre. Pero todo se desmorona cuando David Hill, interpretado por Rami Malek, interviene en su contra ante el tribunal que debe votar su ascenso al puesto de Secretario de Comercio de los Estados Unidos. Ese trabajo era el gran sueño de Strauss, su máxima aspiración. Y destapada su estratagema contra Oppenheimer, su castillo de naipes cede irremediablemente.

¿Por qué Lewis Strauss pudo matar a JFK según Oppenheimer?

¿Lewis Strauss estuvo vinculado al asesinato de Kennedy, según 'Oppenheimer'?

En la votación definitiva, tres votos en contra de Strauss le impiden llegar al ansiado puesto. Cuando, dolorido, este pregunta que quiénes han sido, la película deja una frase idílica para los conspiranoicos. “Uno es un joven senador al que no le gustó cómo trató a Oppenheimer, un tal John Fitzgerald Kennedy”, le responden en los instantes finales de Oppenheimer. Nolan lanza esta vez una bomba discursiva que ha dado muchísimo juego.

Durante la última hora de la película, el cineasta deja meridianamente claro que Strauss es un ególatra capaz de creerse sus pensamientos más obtusos. El ejemplo más evidente es la conversación entre Oppenheimer y Albert Einstein. El personaje de Downey Jr. está absolutamente convencido de que el padre de la bomba atómica puso al científico alemán en su contra.

La realidad es que su nombre ni siquiera apareció en la charla. Pero sus ansias de venganza contra todo y todos le nublan la vista. Y por ello muchos ven indicios de que lo que Nolan quería transmitir con aquella frase es que Strauss le juraría venganza a Kennedy; una vendetta personal que culminaría en el año 1963 con el asesinato del entonces máximo mandatario de la nación.

Puede que realmente esta fuese la verdadera intención del cineasta. O puede que, sencillamente, Nolan solo quisiera mostrar la determinación del JFK desde sus inicios. El asesinato de Kennedy conmocionó a todo el país, y es posible que el director quisiera rendirle su particular homenaje, colocándole del lado del protagonista y en contra de la injusticia que pretendía perpetrar Lewis Strauss. La decisión final está en manos de cada espectador de Oppenheimer, que continúa llenando salas sin parar a un ritmo de vértigo día tras día.