Para cuidar del planeta podemos reducir, o incluso eliminar, el consumo de carne, aguacates, mangos, semillas de chía… ¿Pero qué pasa si nos quitan la cerveza? ¿Podríamos soportarlo? En primer lugar debe quedar claro que esta es una introducción cómica, que nadie nos va a quitar la cerveza y que no hacemos apología de ningún tipo de consumo de alcohol. Aunque esté muy buena. Dicho esto, es cierto que la huella de carbono que supone la fabricación de cerveza es bastante preocupante, pero sobre todo por su almacenamiento y transporte. Por eso, en Alemania han inventado una cerveza en polvo que podría solucionar en gran medida este problema.
Si la cerveza supone una huella de carbono tan grande es porque, generalmente, se almacena en latas, bidones o botellas muy pesados, cuyo transporte supone un gran consumo de combustibles fósiles y, como consecuencia, la liberación de grandes cantidades de dióxido de carbono. De hecho, se calcula que el 70% de las emisiones generadas por cada litro de cerveza están asociadas al envasado y el transporte.
Pero imaginemos ahora que la cerveza se transporta en sobrecitos, mucho más ligeros. El 90% de la cerveza es agua. Si esa agua se añade justo en el momento del consumo, estaríamos minimizando muchísimo el espacio que ocupa y, también, el problema del transporte. Eso justamente es lo que se consigue con la cerveza en polvo. Es cierto que puede que no sea muy bien acogida en lugares en los que el consumo de esta bebida está muy arraigado. Pero seguro que en lugares menos tradicionales lo acogen con gusto. Con que solo lo haga una parte de la población, ya estaríamos reduciendo muchísimo las emisiones de dióxido de carbono derivadas de esta bebida. Es un buen comienzo, desde luego.
Un transporte menos pesado
La liofilización de líquidos para mejorar su transporte es algo que lleva mucho tiempo haciéndose. Buen ejemplo de ello es la comida de astronautas. Lógicamente, tienen que comer en sus estancias espaciales, pero se debe calcular a conciencia el peso que se carga en la nave, minimizándolo todo lo que sea posible. Por eso, este tipo de alimentos son una opción aparentemente poco apetecible, pero muy útil.
No se hace solo con alimentos. Por ejemplo, las vacunas liofilizadas son un gran invento, ya que no se necesitan temperaturas tan bajas para su transporte ni su conservación. Esto facilita que puedan usarse en lugares con infraestructuras sanitarias deficientes. Una vez que se vaya a usar, basta con hidratar la vacuna para que todos sus efectos sigan intactos.
Y ahora resulta que también existe la cerveza en polvo. Puede que hubiese un día en el que alguien se echase las manos a la cabeza con la invención del café soluble. Hoy lo tenemos normalizado. ¿Quién sabe si no acabará pasando lo mismo con la cerveza?
Así es la cerveza en polvo
La cerveza en polvo está fabricada con los ingredientes habituales de esta bebida: agua, cebada y lúpulo. Lo que ocurre es que el agua se elimina, dejándola reducida a un polvo que se convierte en el producto final. Este se transporta y vende de este modo, pues será el consumidor el que terminará la fabricación de la cerveza.
Esta es muy sencilla. Se toman 50 gramos de cerveza en polvo, se añade medio litro de agua, se agita y, voilá. Ya estaría lista la cerveza. Tiene espuma, aunque menos cantidad, y un sabor y apariencia totalmente normal. Pero sí que hay un pequeño pero. Y es que, de momento, no han conseguido una cerveza en polvo con alcohol.
El alcohol no puede añadirse a posteriori, como el agua, por lo que se deberían introducir los fermentos en la mezcla inicial y procurar que el alcohol se conserve durante la liofilización. De momento es un reto, pero la empresa alemana que la ha fabricado, llamada Neuzelle, ya está manos a la obra para conseguirlo. Ellos mismos reconocen que, con alcohol o sin él, en su país no se verá con buenos ojos la cerveza en polvo. Pero seguro que en otras partes del mundo sí les parece bien. Todo sea por tener un producto final mucho más sostenible.