Hace apenas unos años, las semillas de chía eran un alimento desconocido en Europa. Sin embargo, de repente comenzaron a publicitarse como superalimento y cientos de influencers las añadieron a sus desayunos, promoviendo así que otras muchísimas personas las compraran. El problema es que los restos que quedan en los platos pasan al fregadero, de ahí a las aguas residuales y, a continuación, al medio ambiente, donde la planta que nace de ellas se ha convertido en una planta invasora en muchas regiones.

En España, por ejemplo, hace años que se ha estado haciendo una llamada de atención sobre este tema desde la comarca del Vallés Oriental, donde la chía (Salvia hispanica) se ha convertido ya en un problema serio en la cuenca del río Besós. Aún no se encuentra en el catálogo de especies invasoras del Gobierno de España, de ahí la llamada de atención de algunos científicos. Generalmente, esta planta crece en México, El Salvador, Guatemala, Paraguay, Nicaragua y Costa Rica. Fuera de estos países, puede convertirse en una especie invasora, desplazando a las realmente autóctonas al competir con ellas por sus recursos.

Es un claro ejemplo de que comer más sano no implica comer más sostenible. Tendemos a confundir ambos conceptos, pero hay muchos motivos por los que no podemos considerarlos sinónimos. 

¿Por qué están de moda las semillas de chía?

Las semillas de chía tienen un perfil nutricional muy completo. Para empezar, son una gran fuente de fibra, pues solo 28 gramos contienen un 42% de la fibra diaria recomendada. Pero, además, son muy ricas en ácidos grasos omega-3, magnesio, fósforo y calcio. Todo esto, sumado a que tienen propiedades antioxidantes, las han convertido en lo que se conoce como superalimento.

Sin embargo, como ya hemos visto otras veces en este medio, no existen alimentos con superpoderes. Pueden ser muy nutritivos, pero no hacen milagros y, además, pueden tener contraindicaciones si se abusa de ellos. En el caso de las semillas de chía, por ejemplo, si se toman demasiadas, pueden causar problemas digestivos, como dolor abdominal, estreñimiento, diarrea, hinchazón y gases.

Además, es importante tener en cuenta el consumo de fármacos antes de ingerirlas, ya que pueden interferir con algunos. Por ejemplo, como reducen los niveles de azúcar en sangre, es posible que interfieran con algunos fármacos para diabéticos, provocando que estos niveles sean demasiado bajos.

Ocurre algo parecido con los anticoagulantes. Se ha visto que pueden tener este efecto. Por eso, las personas que toman fármacos como el Sintrom, por ejemplo, deben evitar su consumo, ya que los efectos se pueden acumular, dando lugar a hemorragias. 

Pero los efectos adversos a dosis altas no son el único problema de las semillas de chía. También pueden convertirse en una planta invasora

semillas de chía
Joanna Kosinska (Unsplash)

¿Qué es una planta invasora?

Las plantas invasoras son aquellas que, tras introducirse fuera de su hábitat natural, consiguen adaptarse y prosperar incluso con más eficacia que las autóctonas. Esta introducción puede ser consciente, como ocurre con muchas plantas ornamentales, o accidental. Esto último, por ejemplo, puede ocurrir si las semillas viajan en los medios de transporte, unidas a cualquier otra mercancía. O, como con las semillas de chía, cuando las liberamos en el medio desde nuestros hogares, sin ni siquiera ser conscientes de ello.

Si se cocinaran, el calor eliminaría la capacidad de las semillas para germinar. Sin embargo, las semillas de chía suelen ingerirse crudas. Por eso, si quedan restos en el plato, algo fácil, dado su reducido tamaño, estos se van por el desagüe al fregar y pueden acabar en el medio ambiente. En el Vallés, por ejemplo, su acumulación en el río Besós ha provocado la proliferación de la planta, que crece con gran eficacia, pudiendo desplazar a las autóctonas. ¿Pero a qué nos referimos al hablar de que unas plantas desplazan a otras?

Esto es algo complejo, que puede ocurrir de muchas formas, pero, en general, hace referencia a la competición por recursos. Por ejemplo, pueden competir por los insectos que las polinizan, o por el agua y los nutrientes del suelo. Incluso es posible que modifiquen las propiedades del terreno, facilitando aún más su proliferación, pero impidiendo la de otras especies vegetales. 

Comer sano no es lo mismo que comer sostenible

La posibilidad de que las semillas de chía se conviertan en plantas invasoras no es el único motivo por el que no son sostenibles.

También es importante tener en cuenta que estas plantas se cultivan a miles de kilómetros de donde se consumen. Si las semillas deben viajar desde Paraguay, dejarán en el trayecto una huella de carbono inmensa. Por eso, lo recomendable siempre es comer producto local.

Eso es lo ideal. Si no puede ser, al menos evitemos que ese producto pueda llegar al medio ambiente como ocurre con las semillas crudas. Son saludables, sí, pero convertirlas en un básico de nuestra alimentación no es nada saludable para las plantas autóctonas. 

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