La saga Misión Imposible es, con toda seguridad, la referencia de buena parte de las películas de acción de la actualidad. Pero, eso no justifica que la mayoría de las escenas de Agente Stone, de Tom Harper, disponible en Netflix, la imite de manera obvia y sin acierto. De esta toma su primera impactante escena de acción, que después tendrá poco que ver con la trama, y un héroe protagonista con todas las habilidades imaginables. La agente Rachel Stone (Gal Gadot) es capaz de usar un amplio abanico de armas, emplear cualquier tecnología y defenderse con diversas técnicas de lucha. Algo que también recuerda a la histórica franquicia de James Bond.

No obstante, en el caso de Agente Stone, el argumento, escrito por Greg Rucka y Allison Schroeder, es una colección de giros predecibles. La narración no toma ningún riesgo y se apresura a contar que Rachel pertenece a The Charter, una misteriosa organización de la que no se dan muchos detalles. Es evidente que la única intención de la película es crear una historia de origen para una futura franquicia.

Lo único que tiene algo de interés es que debe defender un mecanismo de inteligencia artificial conocido como The Heart. Eso, haciéndose pasar por una agente doble novata en un grupo del M16. Pero se trata de un riesgo necesario. La AI es una peligrosa arma digital capaz de sacudir la estabilidad mundial y poner información en manos de enemigos políticos. El grupo de héroes anónimos a los que pertenece Rachel la utiliza para hacer el bien. Sin embargo, de caer en manos equivocadas, las consecuencias serían devastadoras.

Agente Stone

La película de Netflix, de Tom Harper, intenta imitar la acción de la saga Misión Imposible. El parecido es tan evidente que incluso su conflicto central es el mismo: un dispositivo de inteligencia artificial capaz de convertirse en una amenaza mundial. Pero el director no logra transmitir la sensación de emergencia ni de catástrofe inminente. Agente Stone tiene un aire genérico que empeora a lo largo de sus dos interminables horas. Para su previsible final, el personaje de Gal Gadot deja claro que la película podría ser el inicio de una franquicia. Pero su argumento plano y ridículo da a entender que es probable es eso no ocurra.

Puntuación: 2.5 de 5.

Un guion demasiado flojo

Es bastante cómico que Agente Stone utilice una historia tan parecida a la de Misión Imposible: Sentencia mortal — Parte 1 como conflicto principal. Pero, además, la idea del enemigo que puede encontrarse en la pantalla del ordenador o en cualquier teléfono móvil es incluso menos interesante. El director no logra crear la tensión de un peligro que no queda del todo claro ni tiene límites concretos. Una y otra vez, el argumento apunta al riesgo, pero sin que importe demasiado cuáles son las verdaderas consecuencias que podría tener la pérdida del artefacto que están intentando proteger.

Gal Gadot como Rachel Stone en Agente Stone
Gal Gadot como Rachel Stone en Agente Stone. Cr. Robert Viglasky/Netflix © 2023.

Por otra parte, los personajes secundarios resultan planos y parecen tener el único objetivo de permitir el lucimiento de la actriz principal. Jamie Dornan interpreta a Parker, un agente del M16 cuyo rasgo más relevante es mostrarse decidido a la acción y en apariencia, empático. Sin el intento de brindar al personaje alguna profundidad, el funcionario es una figura destinada a probar, en cada oportunidad posible, la habilidad de Rachel. También, que es una líder eficiente y confiable. Y lo hace con tanto ahínco que resulta sospechoso.

Unos efectos poco creíbles

Como era de esperar, ambos unen fuerzas en un principio para evitar que la hacker Keya Dhawan (Alia Bhatt) robe y use The Heart. Pero la presencia de la estrella de Bollywood es apenas una excusa para insinuar un conflicto mayor que nunca se define. En su lugar, la trama se centra en una sucesión de disparos, explosiones y persecuciones acrobáticas que no llevan a ninguna parte. La mayoría de las escenas de acción son inverosímiles, innecesarias y con efectos digitales tan dudosos como para resultar decepcionantes y debilitar el argumento.

De hecho, el gran problema de Agente Stone es ser tan genérica como para que el interés decaiga una vez que el dilema se plantea. Keya necesita la inteligencia artificial de The Charter por un motivo personal, mientras que para Rachel y The Charter, el objetivo es pragmático. Defender el orden y la democracia del mundo occidental. El guion intenta que su aparente villano sea algo más que un instrumento para justificar toda la operación, pero no lo logra. Lo que hace que, para su tercer tramo, la película decaiga por completo.

Keya Dhawan (Alia Bhatt) en Agente Stone, de Netflix

Agente Stone no tiene nada que ofrecer

El estreno de Agente Stone llega después de que Tyler Rake 2, también de Netflix, se convirtiera en una de las grandes películas de acción del año. También, al mismo tiempo que John Wick 4 demostró cómo lograr que el género sea algo más que una combinación de peleas y sangre. Sin embargo, la película de Gal Gadot se limita a repetir un esquema de sobra conocido sin esforzarse por ser original o sorprender.

Más parecida a las películas de acción de finales del 2010, en las que los héroes se limitaban a recorrer escenarios exóticos, armas en mano, Agente Stone es una decepción. Mediocre en su guion y apartado visual, entra de lleno en la lista de proyectos de la plataforma con un presupuesto enorme pero pocos resultados en pantalla.

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