Sin duda, y como el resto de la franquicia, Misión imposible: Sentencia mortal — Parte 1 de Christopher McQuarrie, será recordada por sus escenas de acción. Pero también, por tomar la inteligente decisión, de adecuar su argumento a la actualidad. Más que ser fiel a su propio espíritu — y lo es, por mucho — es un relato que explora los temores contemporáneos sobre el bien y el mal. Sin embargo, hace especial hincapié en los problemas del uso del poder y el manejo de las influencias secretas. Lo que le da un aire por completo, distinto — mucho más elegante y bien construido — que otras tantas producciones del género.
Por supuesto, al ser la séptima película de una saga, es inevitable que se referencie a sí misma. Por lo que la mirada hacia Misión: Imposible — Protocolo Fantasma y Misión imposible: Fallout, es constante. No solo en la forma de analizar las líneas de influencia en que se mueven sus personajes. También, por tener claro que hay un argumento más allá de sus asombrosas secuencias en las que Ethan Hunt (Tom Cruise, en inmejorable forma) podrá mostrar sus habilidades. La nueva entrega necesita profundizar en su historia. Hacerla creíble, comprensible y deslizar sus pistas principales, antes de demostrar lo espectacular de su apartado visual.
Misión imposible: Sentencia mortal — Parte 1
Misión imposible: Sentencia mortal - Parte 1’ de Christopher McQuarrie, celebra no solo la larga tradición de la franquicia de escenas magistrales de acción. Además, incorpora elementos novedosos que la convierten no solo en una sucesora de la saga, sino en un nuevo comienzo. Sin ser la mejor del conjunto de películas, es sin duda la más madura y parecida a la primera, dirigida por Brian De Palma. Lo que la relaciona con un thriller paranoico antes que con una película de espías. El mejor cambio para una trama que se sostiene de sus sorpresas y dobles lealtades.
No solo lo hace. A la vez, logra algo de lo que pocas veces es capaz una película de entretenimiento: reconstruir su discurso para un nuevo público. Esta vez, el enemigo no es una nación, ni tampoco un infiltrado. Mucho menos, un hábil agente doble o un villano capaz de secuestrar seres queridos. A lo que Ethan Hunt y compañía tendrán que enfrentarse en esta oportunidad, es a la inteligencia artificial.
Una premisa que se renueva
Puede parecer predecible, hasta el argumento de la cinta, analiza cómo el punto crucial de su trama, ya no es en esencia, el enfrentamiento con un némesis. En realidad, se trata de la idea contemporánea de la verdad. En sus anteriores películas, Misión Imposible se esforzó por puntualizar que los héroes no siempre tenían intenciones claras. Lo que convertía a sus villanos, en monstruos socialmente comprensibles, capaces de razonar y muy lejanos a las usuales malignas figuras del género.
Misión imposible: Sentencia mortal — Parte 1, lleva la premisa a un nuevo lugar. Sobre todo, al enfatizar su parentesco no con tramas de espionaje como James Bond, sino con thrillers densos y con varias capas de significado. Con una semejanza más que obvia con su primera parte dirigida por Brian De Palma, la cinta plantea la disyuntiva de la verdad que se transforma en herramienta. Que, directamente, deja de formar parte de un escenario en que pueda analizarse con elemento consistentes. Los miembros de la Impossible Mission Force (IMF en inglés), ahora deben batallar con un mecanismo capaz de transformar la realidad.
De utilizar desde imágenes falsas hasta información directamente tramposa, para manipular. Hacerlo, con una exactitud macabra que acerca a la película al género de ciencia ficción. De hecho, durante su primera media hora y mientras, el guion de Christopher McQuarrie y Erik Jendresen el escenario, la historia tiene tintes de predicción macabra. Resulta brillante como la cinta, logra adecuar su discurso — de un grupo de esforzados agentes que deben, de nuevo, enfrentar un poder misterioso — a un escenario desconocido.
Ese es, sin duda, el de las paranoias colectivas, basadas en el uso de nuevas tecnologías. Esta vez, el malvado antagonista, está en todos los espacios y al mismo tiempo. Trafica información y la consume con una facilidad temible. A la vez, es capaz de convertir la vida de cada personaje, en una pesadilla de entredichos y temores mal resueltos. ¿En quién confiar, en mitad de una situación semejante?
Una película que marca un hito
Pero Misión imposible: Sentencia mortal — Parte 1, sigue siendo una pieza de una franquicia mayor y no decepciona al rendirle homenaje. Una vez que plantea que el enemigo es la duplicidad de la verdad — la IA convertida en un villano sin rostro — la película se esfuerza por mostrar su espectacularidad visual. Su solidez al estructurar escenas de acción asombrosas, tangibles y realistas.
En un panorama cinematográfico lleno de efectos digitales cuestionables, las acrobacias, la utilización de cámaras triples y la inteligencia visual del largometraje deslumbra. Lo hace, también, al explorar en su propia mitología y traer información del pasado, para sostener un argumento que no flaquea en ningún momento.
Con menos secuencias de riesgo que las dos entregas previas, pero sí, una mayor relevancia en los diálogos y actuaciones, la cinta avanza hacia lugares inéditos. Más madura y mejor construida que su inmediata predecesora, la película encuentra un renovado equilibrio.
Una película que celebra el cine de acción
En especial, cuando debe tener en cuenta que ahora, nada de lo que rodea a los personajes es real. Al menos, podría no serlo. En medio de un territorio cambiante, las discrepancias del equipo de habituales, debido al uso del deepfake y otros métodos de sabotaje, son inquietante. Mucho más, cuando el guion deja entrever que un engaño masivo, será el centro de interés ahora y en la futura siguiente película.
Para su final, la sensación que deja a su paso Misión imposible: Sentencia mortal — Parte 1 es la de una profunda elegancia al narrar la acción. Con escenas inmersivas que dejan sin aliento y una trama interesante que no decae, es, quizás, la mejor película del año. Además, de un extraordinario tributo al cine en todos sus matices.