El viernes, 2 de junio, las jornadas astronómicas de Almería pusieron su broche de oro con la intervención de Begoña Vila Costas, una  de las ingenieras de la NASA que ha formado parte del equipo del Telescopio Espacial James Webb. Aprovechando su visita a su país, España, en Hipertextual hemos tenido la oportunidad de hablar con ella. 

Sin perder la sonrisa y ataviada con un pequeño colgante de la colmena de espejos del James Webb, que demuestra la pasión que siente por su trabajo, nos ha hablado tanto de su misión en la NASA, como de sus trabajos anteriores. Pero también del papel de las mujeres en la ciencia y la ingeniería.

Y es que, como otras muchas ingenieras, Begoña se ha desenvuelto durante años en lo que para muchos era un mundo de hombres. Aun así, eso no le ha impedido alcanzar grandes logros, como encargarse de algunos de los puntos más críticos del desarrollo de la estrella del rock de los Telescopios Espaciales.

Una gran mujer que se inspiró en otra gran mujer

Begoña Vila Costas estudió astrofísica en la Universidad de Santiago de Compostela y el Instituto de Astrofísica de Canarias. Después, realizó su doctorado en el Centro Jodrell Bank para Astrofísicos, de la Universidad de Manchester. 

Fue con este trabajo de tesis con el que la científica comenzó a seguir los pasos de una de las mujeres más importantes de la historia de la astronomía: Vera Rubin,

Esta es conocida por desmentir los modelos teóricos existentes hasta la época sobre las curvas de rotación de las galaxias y, además, por aportar pruebas robustas sobre la existencia de la materia oscura. Es sobre estas premisas sobre las que partió el trabajo de investigación de Begoña Vilas. Un trabajo con el que continúa hoy en día gracias al James Webb.

“Cuando tú mides cómo se mueven las estrellas a medida que te vas alejando del centro de la galaxia, llega un momento donde ya no vemos luz, porque se acaban las estrellas”, explica Vila Costas. “La idea entonces era que si tú mides las nubes de hidrógeno, tienes una curva de velocidad, y ya cuando se acabe la masa el hidrógeno que te quede por ahí se va a mover más despacito”. Esto es lo que se decía antes de la investigación de Vera Rubin. “Ella había demostrado que eso no era verdad, que aún más allá de la parte visible de una galaxia, el hidrógeno se seguía moviendo igual de rápido”, continúa la científica de la NASA. “Fueron las primeras demostraciones de que hay una materia que no podemos ver, es decir, más masa de la que vemos”. Materia oscura.

Seguir con este trabajo fue una parte de la tesis de Begoña Vila. Pero la segunda parte trata sobre la relación entre galaxias y agujeros negros. “Se veía que había mucha actividad en el centro de las galaxias y había un grupo de astrofísicos que decía que quizás se debiese a que se estaban formando muchas estrellas”, relata. “Pero otro grupo decía: ¿Y si hay un agujero negro?”

Esto en su momento podía parecer revolucionario y descabellado, pero hoy en día se sabe que nuestra propia galaxia tiene un agujero negro en su centro y que, posiblemente, todas tengan uno, al menos las más masivas. 

Todo esto, de cualquier modo, genera dudas. ¿Qué fue antes? ¿El agujero negro o la galaxia? Para saber de dónde venimos, es necesario comprender si los agujeros negros ya estaban ahí y la galaxia se constituyó a su alrededor o si el agujero negro apareció en el centro de la galaxia. Todo esto es lo que ha estado investigando Begoña Vila y, además, una de las cuestiones que debe investigar el James Webb.

Los instrumentos del James Webb

James Webb
Espejos del James Webb durante el montaje. Crédito: NASA

El Telescopio Espacial James Webb ha sido el resultado de un trabajo en equipo entre científicos de 17 países y tres agencias espaciales: la estadounidense (NASA), la europea (ESA) y la canadiense (CSA). Cada pieza de cada instrumento es indispensable, pues sin ella no serían posibles los resultados que se están obteniendo. Por lo tanto, el trabajo de todos ha sido encomiable.

En total son cuatro los instrumentos que viajan con el telescopio. Por un lado, la ESA se ha encargado de MIRI (Mid-Infrared Instrument) y NIRSPEC (Near-Infrared Spectrograph). El primero realiza mediciones en el rango de longitudes de onda del infrarrojo medio. Por eso, es útil para observar los objetos más fríos y distantes. Un detalle interesante, según cuenta Begoña, es que trabaja a una temperatura mucho más baja que los otros instrumentos, por lo que lleva su propio congelador.

En cuanto a NIRSPEC, opera en el infrarrojo cercano y es capaz de ver cien objetos a la vez. 

Por otro lado tenemos los instrumentos de la NASA. Quizás el más comentado, del que más se ha divulgado, sea NIRCAM. Se trata de una cámara infrarroja que va desde el borde de lo visible hasta el infrarrojo cercano, como NIRSPEC. Ambos instrumentos se complementan, puesto que NIRSPEC es el único que no lleva cámara. NIRCAM es tan eficaz que ya se le ha llegado a denominar como el ojo del cielo.

Todos ellos son increíbles, pero ya hemos visto que en el James Webb cada pieza es necesaria. Y ninguno de ellos podría trabajar sin el sensor de guía. Un instrumento del que se habla mucho menos, pero sin el cual sería imposible que los demás operaran con normalidad. Ahí es donde entra en juego el increíble trabajo de Begoña Vila.

Begoña Vila, James Webb
Begoña Vila, durante su entrevista con Hipertextual. Crédito: Samuel Góngora.

FGS, el ‘GPS’ del que se encargó Begoña Vila

El cuarto instrumento del James Wbb es NIRISS/FGS (Near-Infrared Imager and Slitless Spectrograph/Fine Guidance Sensor), del cual Begoña Vila ha sido la ingeniera encargada, dentro de la NASA. .

Ella lo describe como un instrumento crítico, pues actúa de un modo similar al GPS de los coches. Obviamente no es la misma tecnología, pero es una buena metáfora. Podemos tener el mejor de los coches, pero sin un buen GPS no podremos llegar a nuestro destino.

Y es que el sensor de guía es el que ayuda a que el resto de instrumentos, cada uno con sus funciones, apunten con precisión. “Lo que hace que, cuando apuntemos a un lugar del cielo, usemos una estrella y la mantengamos en esa posición con un sistema de control, de circuito cerrado, para mantenerlo super estable”.

No toma imágenes ni hace mediciones, pero sin él, nada de eso sería posible. Y luego está NIRISS, que puede hacer tanto espectros como tomar fotografías y, gracias a un filtro particular, puede encontrar los planetas más pequeños cercanos a su estrella. “Hace 30 o 40 años, decíamos que hay otros planetas alrededor de otras estrellas, pero no teníamos datos”, recuerda la ingeniera de la NASA. “Ahora, gracias a telescopios como Kepler, ya se han encontrado cientos, pero los primeros que se hallaron son más grandes, porque los métodos que se usaban para verlos eran menos precisos”. 

Hoy en día se sabe que lo que nos interesa es encontrar planetas más pequeños, del tamaño de la Tierra, y a una distancia de su estrella que permita la vida. Y eso es posible con NIRISS. 

Por todo esto, el trabajo de Begoña ha sido esencial. Aun así, cuando se lo hacemos ver, insiste en que todo ha sido el fruto de un gran trabajo en equipo. “Estoy muy contenta, ha sido un equipo muy bueno”.

Las pruebas realizadas por Begoña Vila

El trabajo de los ingenieros de la NASA no consiste solo en desarrollar los instrumentos y esperar que funcionen según lo previsto. Se deben realizar muchas pruebas antes del lanzamiento, como bien nos recuerda Begoña Vila. “Cuando vas a lanzar algo al espacio, las condiciones peores se dan en el lanzamiento”, señala.  “El cohete va a sacudir lo que tienes dentro y va a dar mucho ruido, así que tienes que hacer pruebas de vibración, con un margen, y pruebas acústicas”.

Algo interesante es que todo esto se hace incluso yendo más allá del peor de los casos. “En las pruebas de acústica se duplica el ruido de lanzamiento”. Lo mismo para las de vibración. Así, se comprueba si todos los instrumentos resisten a las condiciones extremas del lanzamiento. “También se hacen pruebas de encender todo y comunicarnos y ver que llegan las señales sin interferencias”.

 Pero eso no es todo. “Una parte muy crítica es que tú tienes que replicar las condiciones que va a haber en el espacio: las condiciones del vacío y la temperatura”. En el caso de James Webb, está muy frío, a 40K (-233,15ºC), muy cerca del cero absoluto. “Nosotros lo construimos a temperatura ambiente, pero teniendo en cuenta las condiciones a las que debía funcionar”, aclara la ingeniera. “Cuando lo miras a temperatura ambiente parece que no está bien, pero porque está programado para funcionar a 40K”.

 Además, a esas temperaturas se deben poder mandar los comandos, mover los instrumentos… Todo.  “Para comprobar que se puede, hay cámaras especiales, como un congelador inmenso, donde también puedes hacer el vacío”. 

Esto es lo que se conoce como pruebas frías. Se pueden hacer tres y Begoña se encargó de la última. Si en esa salía todo bien, los instrumentos ya estaban listos para unirse a los espejos. Por lo tanto, de nuevo, estaba interviniendo en una parte crítica de la misión. 

Pero el trabajo previo al lanzamiento no terminaba ahí. “Una vez que añades los espejos, debes hacer las pruebas otra vez”, relata. “Para eso nos fuimos a Houston, donde se hicieron las pruebas del Apolo, y yo ahí apoyé y participé, pero donde fui encargada fue en la de Goddard, que fue también super especial”.

A partir de ahí ya solo quedaban el parasol y el autobús, que estaban en Los Ángeles, por lo que se fueron ahí para unirlo todo y hacer más pruebas. 

Todo esto, como bien señala Begoña Vila, ha sido un trabajo pionero en muchos sentidos. “James Webb ha sido rompedor en la parte científica, pero también en la de ingeniería”, recuerda. No debemos olvidar que el conjunto de este telescopio espacial era mucho más grande de lo que se puede cargar en un cohete y lanzar al espacio. Por eso, ellos hicieron su propio origami espacial para plegar los espejos y el parasol y que se fuesen abriendo poco a poco después del lanzamiento, como una flor.

“Demostramos que podemos mandar cosas más grandes dentro de los cohetes, siempre que se puedan doblar y abrir”. Era un reto de la ingeniería, que todos seguimos con ilusión durante treinta días en los que poco a poco iban llegando las noticias de su correcto despliegue.  “El primer mes lo llamábamos el mes del terror, no estábamos tan nerviosos porque lo habíamos probado todo, pero aun así siempre hay cosas que pueden salir mal”.

Pero todo salió bien. El James Webb no lleva ni un año haciendo su trabajo y ya nos ha dado muchísimas grandes noticias sobre lugares del espacio a los que hace no demasiado tiempo solo soñábamos con llegar. Y esto no ha hecho más que empezar. Aún le queda mucho que enseñarnos, gracias al gran trabajo de científicos como Begoña Vila Costas.

La importancia del trabajo en equipo

Durante muchos años, la carrera científica se ha visto como una competición entre países. Sin embargo, como bien recuerda Begoña, el cielo es de todos. Por eso, ahora se está empezando a abogar por la colaboración de las distintas agencias espaciales para lograr los objetivos más ambiciosos. El James Webb es un buen ejemplo, aunque también lo es el Programa Artemis al que España se acaba de unir recientemente con su nueva Agencia Espacial.

No fue así cuando se viajó a la Luna por primera vez. Entonces, fue la NASA la que se hizo con el logro. Sin embargo, Begoña Vila nos cuenta algo que escuchó decir al astronauta Michael Collins en una conferencia.

Él formó parte de la tripulación del Apolo 11, aunque fue el que se quedó en la nave y no llegó a pisar nuestro satélite. Eso no le hizo sentirse menos importante. En su día, él y sus compañeros se sintieron como héroes cuando volvieron a la Tierra. Pero hubo algo que cambió su mentalidad. Cuando viajaron por varios países, lejos de Estados Unidos, las personas se les acercaban a darles la enhorabuena y todos gritaban lo mismo: “Lo hemos hecho”.

No lo había hecho Estados Unidos y tampoco la NASA. Ni siquiera ellos tres. Lo habíamos hecho como humanidad. Ese es el objetivo ahora con Artemis. Un objetivo que será posible gracias a grandes científicos, hombres y mujeres. Porque si algo debería estar claro a estas alturas es que si queremos buenos resultados no podemos prescindir del 50% de la sociedad. 

Begoña Vila, James Webb
Begoña Vila, durante su charla en las Jornadas Astronómicas de Almería. Crédito: Samuel Góngora.

Una mujer en un mundo de hombres

Cuando entrevistamos a Jocelyn Bell nos contó que al empezar su carrera investigadora sufrió un intenso síndrome del impostor. Al verse rodeada de hombres se sintió fuera de lugar y pensó que tendría que trabajar mucho más para demostrar su valía. 

Esto es algo que le ha ocurrido a muchas mujeres ingenieras y que Begoña Vila reconoce haber experimentado también en sus primeros años de carrera. “Gracias a Dios yo no he tenido casos, que los hay, de un abuso más patente, pero sí he notado que a veces tienes que trabajar más, mojarte más, porque te ven muy bien como colega, pero para que quizás te escojan a ti para algo tienes que esforzarte el doble”.

Ella insiste en que no todos los hombres son así, pero que hay otros que, arrastrados por los clichés impuestos por la sociedad, ponen palos en las ruedas de las mujeres, a veces sin ni siquiera darse cuenta. De hecho, esa influencia social es tan grande que a veces se ve incluso en las propias mujeres. 

“Hay hombres que son tu gran apoyo y luego hay otros que sin quererlo ellos mismos te ponen barreras en cuanto a lo que debes hacer o no debes hacer. Incluso nosotras sin darnos cuenta tenemos esas barrera. Cuando yo empecé éramos como un 5% en estas carreras de ingeniería. Ahora estamos en un 20-25%. Vamos en la dirección adecuada, pero no estamos ahí”.

Begoña Vila Costas, ingeniera de la NASA

Por todo eso, es importante concienciar a las mujeres desde que son jóvenes. “Yo a las chicas les digo que tengan confianza en ellas y sigan adelante”, explica. “Pero entiendo que es algo difícil cuando eres joven, lo desarrollamos a medida que crecemos”. Begoña lo ejemplifica con una anécdota personal. 

“Recuerdo situaciones de entrar yo en una sala y ser la única mujer. Cuando eres joven te tienes que armar de valor y lo notas. Puede que haya chicos de tu edad, pero están allí todos los jefes de departamento que te imponen aún más. Por eso, antes de dar tu opinión o de intervenir debes coger fuerzas. Eso es algo que me pasaba cuando era joven, ahora no. Es algo que adquieres con el tiempo, pero los chicos no tienen que hacerlo en la misma medida que nosotras”.

Begoña Vila Costas, ingeniera de la NASA

La diversidad es esencial

Begoña Vila insiste en que la diversidad es esencial en el trabajo científico. Se ha visto en el James Webb, donde han trabajado ingenieros de muchos lugares diferentes, con especialidades distintas. Pero es algo que también se puede extrapolar al género.

“Hay estudios en los que se demuestra que tener empleados diversos es mejor, porque si piensas de forma distinta buscas soluciones distintas y eso es bueno”, nos cuenta la astrofísica gallega. “Además, yo no puedo imaginar que tengas un interés en algo y no lo puedas desarrollar. Todos deberíamos poder desarrollar aquello que nos interese, tanto los chicos como las chicas”. Por otro lado, recuerda que si hay diversidad, “todo es mucho más entretenido”.

Ahora bien, para que exista esa diversidad, lo primero que necesitamos son referentes. Esto es aplicable a muchas facetas de la vida y sin duda es esencial para atraer a más mujeres a la ingeniería. “En las escuelas muchas veces las chicas lo hacen mejor, somos más aplicadas, aunque luego quizás se iguala”, recuerda Begoña Vila. “Pero si no hay referentes sí que es más complicado”.

De hecho, esto no es útil solo para evitar sesgos de género. Pone como ejemplo el estreno de Black Panther en Estados Unidos. “Cuando entrevistaban a los niños, se veían algunos afroamericanos contentos porque el superhéroe era como ellos”. Tenían un referente y eso les hacía sentir mejor. 

Lo que está claro es que si hay menos mujeres científicas o ingenieras no es porque valgan menos que sus compañeros. Es más, según algunos experimentos citados por Begoña, cuando se envían curriculums para este tipo de puestos y se tapa el nombre y el género de la persona que se presenta se suelen elegir con un 50% de hombres y mujeres. 

Por otro lado, es importante destacar que hay carreras científicas en las que sí hay muchas mujeres. Es el caso, por ejemplo, de las relacionadas con la biología. Sin embargo, hay una mayor representación femenina en los puestos más bajos, pero cuando ascendemos hasta los directivos siguen siendo mayoría de hombres. Esto es lo que se conoce como techo de cristal y aún queda mucho para romperlo. 

Es algo que pasa por muchos motivos, pero, sin duda, la maternidad sigue siendo uno de ellos

“Tener familia siempre te va a parar un poco”, señala Begoña Vila. “Es complicado, por eso necesitamos facilidades para dejar los niños en el trabajo, por ejemplo”. “Es una etapa muy pequeña de tu vida y yo creo que las mujeres siempre queremos dar mucho”. Pero eso no significa que las científicas que eligen la maternidad quieran abandonar sus carreras.

Necesitan facilidades, porque si se les da igualdad de oportunidades es un beneficio para la sociedad. ¿Qué hubiese sido de ella sin mujeres como Jocelyn Bell, Vera Rubin o Begoña Vila Costas?. ¿Y qué hubiese sido de nosotros si se hubiese dado la importancia que merece a todas las grandes científicas que se quedaron en el camino? Antes de decir que si no hay ingenieras es porque no quieren o de argumentar que las mujeres no llegan a ser directivas porque les gusta estar en un segundo plano, todo esto es algo en lo que deberíamos pensar.