¿Dónde quedó aquello del vasito de vino diario para cuidar del corazón? Hubo una época en la que incluso lo recomendaban algunos médicos. Hoy sabemos que aquello era un error. Que la cantidad óptima de alcohol es cero y que hasta el consumo ocasional puede provocar graves perjuicios. Sin embargo, es una realidad que hay numerosos estudios que demuestran una clara correlación entre el consumo de alcohol en cantidades ligeras o moderadas y la disminución de la probabilidad de padecer enfermedades cardiovasculares.
Algunos investigadores llevan años intentando comprender esta relación. ¿Podría ser una simple casualidad? ¿O en realidad sería algo del estilo de vida de los bebedores moderados lo que les está protegiendo de las enfermedades cardiovasculares? Es una pregunta compleja, pero podría tener ya una respuesta.
Y es que un equipo de científicos del Hospital General de Massachusetts ha visto que el consumo de alcohol, si es mínimo, puede ayudar a reducir los niveles de estrés en el cerebro. Esto, a largo plazo, puede disminuir la probabilidad de desarrollar enfermedades cardiovasculares. Pero, mientras tanto, es posible que se desarrolle un cáncer, así que está claro que la solución a nuestros problemas no pasa por beber alcohol. Aunque alguna vez hayamos tenido esa sensación.
Los perjuicios del consumo de alcohol
Este estudio no es un alegato para defender el consumo de alcohol. Todo lo contrario. Sus autores insisten en que incluso si este es ligero-moderado se pueden producir efectos perjudiciales. De hecho, se analiza su correlación con el desarrollo de cáncer y queda claro que este puede ocurrir incluso con un consumo de alcohol mínimo.
Además, en cuanto el número de copas se eleva ligeramente sobre lo que se considera moderado, también aumenta la probabilidad de desarrollar enfermedades cardiovasculares. Y eso no es todo. Se ha visto que el alcohol puede afectar al sistema inmunitario, a órganos como el hígado o los riñones e incluso a la memoria y otras cuestiones relacionadas con la salud cognitiva.
¿Por qué se reducen las enfermedades cardiovasculares?
Para la realización de este estudio, sus autores analizaron los datos de 50.000 personas inscritas en el Biobanco del Hospital General de Massachusetts. En primer lugar, estudiaron la relación entre el consumo de alcohol ligero-moderado y el desarrollo de las principales enfermedades cardiovasculares conocidas.
Se consideró como ligero o moderado al consumo de dos bebidas diarias para los hombres y una para las mujeres. Con bebidas se refiere a una copa de vino o un vaso de cerveza. Los destilados supondrían un consumo más elevado.
Además, cabe destacar que para analizar la relación entre el consumo de alcohol y las enfermedades del corazón se ajustaron los datos con base en factores de confusión que podían ser genéticos, clínicos, de estilo de vida o socioeconómicos. Es decir, dado que todos estos factores podían afectar a los resultados, también se tuvieron en cuenta para descartarlos y analizar solo la relación con el consumo de alcohol.
Se observó que, efectivamente, como ya se había visto en otros estudios, con un consumo ligero-moderado se reducían las enfermedades cardiovasculares. Pero querían saber los motivos, así que recurrieron a algunas imágenes cerebrales tomadas por TC/PET de 754 de las personas del estudio. Estas procedían de pruebas diagnósticas ajenas al estudio, pero sirvieron para comprobar si el consumo de alcohol afectaba de algún modo al cerebro. Y así fue. Observaron que los bebedores que se ajustaban a una bebida diaria en el caso de las mujeres y entre una y dos para los hombres tenían reducida la señalización del estrés en la amígdala.
¿Qué tiene que ver todo esto con el corazón?
La amígdala es un área cerebral que se encarga, entre otras funciones, de gestionar las emociones. También tiene un papel esencial en el desarrollo de lo que se conoce como respuesta de lucha o huída. Es decir, la respuesta natural y evolutiva con la que los seres humanos reaccionamos a las amenazas. Es algo beneficioso, ya que nos ayuda a estar alerta en caso de que haya algún peligro o situación que demande toda nuestra atención. Sin embargo, en situaciones muy estresantes esto se puede llevar al extremo. Incluso a veces ocurre cuando no hay ninguna amenaza real. En ese caso, estamos ante lo que se conoce como ansiedad.
Esta respuesta se conoce como lucha o huída porque el cuerpo se prepara para lo que en nuestros antepasados debió ser enfrentarse al peligro o huir de él: los músculos se tensan para salir corriendo, las pupilas se dilatan, las frecuencias cardíaca y respiratoria aumentan… Todo es beneficioso si ocurre de forma puntual.
Pero con un estrés mantenido ese aumento de la frecuencia cardíaca y respiratoria, entre otros síntomas, pueden acabar desarrollando problemas de hipertensión y, con ellos, enfermedades cardiovasculares y metabólicas.
Por lo tanto, si el consumo de alcohol reduce la señalización del estrés en la amígdala, está ayudando a reducir todas esas consecuencias posteriores.
Entonces, ¿en qué quedamos?
¿Todo esto quiere decir que el consumo de alcohol es beneficioso? Lo cierto es que no. Para nada. Lo que dice este estudio es que debemos buscar alguna sustancia o terapia psicológica que actúe sobre el cerebro del mismo modo que lo hace el alcohol cuando se consume moderadamente.
Así, se reducen los niveles de estrés y la probabilidad de desarrollar enfermedades cardiovasculares, pero sin propiciar otras, como el cáncer. De nada vale huir de un peligro si para ello debemos meternos de lleno en otro. El alcohol no es seguro, en ninguna dosis. Dicho esto, podemos beber, pero sin autoengañarnos. Una cerveza fresquita puede hacernos querer correr los riesgos. Pero no pongamos la excusa de la salud del corazón, porque no cuela. Ni siquiera después de que se publique este estudio.