Citadel, disponible en Amazon Prime Video, comienza con una escena de acción que se extiende durante casi diez minutos. Se trata de un preámbulo, detallado y lleno de tensión, que intenta mostrar la caída de la agencia de espionaje que da título a la producción. El argumento muestra una tragedia que se tejió entre las sombras, la estrategia que la desarticuló fue planeada con cuidado para pillar por sorpresa a los agentes de la misteriosa institución.
El guion, de Bryan Oh, Josh Appelbaum, Sarah Bradshaw, André Nemec, Jeff Pinkner y Scott Rosenberg, relata con rapidez las claves de su escenario. El equipo de investigación y defensa Citadel está conformado por agentes que no dependen de gobierno o poder alguno. Por lo que sus acciones se encaminan, por increíble que parezca, a proteger el bien común sin esperar nada a cambio. La película revela que bajo la estructura tecnología y estratégica hay un esforzado grupo de hombres y mujeres dispuestos a dar la vida por un propósito superior a cada uno de ellos.
Por supuesto, un planteamiento semejante necesita más que un comienzo espectacular para sorprender o interesar. Al menos, una explicación concreta de lo que impulsa al altruismo altamente tecnificado de la organización que será el centro de la trama. Citadel no la brinda. Los pocos datos que incorpora a su relato se desdibujan en la interminable cadena de peleas, explosiones y misterios que se sugieren, pero no se profundizan.
Citadel
Ghosting podría ser una comedia romántica, pero también una comedia de acción y, a ratos, una sátira no muy bien lograda sobre las relaciones de pareja en la actualidad. Entre tanto, Ana de Armas y Chris Evans crecen como protagonistas, hasta el punto de componer una historia entretenida y que bebe de producciones como John Wick cuando se trata de escenas de acción. Sin ser un largometraje memorable, puede ser una opción al momento de buscar algo que ver para acompañar una tarde.
Muchas explosiones, pero poca coherencia
De hecho, el primer capítulo de la miniserie Citadel se resume en un vacío despliegue de recursos técnicos y efectos digitales. El creador Josh Appelbaum, uno de los productores de la icónica Misión Imposible: Protocolo fantasma, brinda a la trama un aire de sofisticado suspense con tintes de intriga internacional. Pero ya sea por torpeza del argumento o porque, en realidad, el objetivo de la serie no es profundizar en sus personajes, el relato resulta superficial.
Mientras los agentes Mason Kane (Richard Madden) y Nadia Sinh (Priyanka Chopra Jonas) atraviesan en tren los Alpes italianos en una misión poco clara, la conjura que les persigue se revela. Sin que lo sepan, Manticore, una oscura organización con poder y recursos en apariencia ilimitados, está cercenando las bases de Citadel. Se trata de una maniobra peligrosa que busca atacar al mismo tiempo en todos los frentes a los que puedan ofrecer resistencia. Lo que incluye a ambos protagonistas.
La historia avanza apresurada en medio de un cúmulo de datos que no terminan por mostrar cómo un plan de tal envergadura se llevará a cabo. Hay susurros de revelaciones a medias entre personajes anónimos, también un pacto de amor y lealtad que une a Mason y a Nadia.
Pero el guion no tiene la suficiente coherencia como para explorar en las motivaciones de enemigos y víctimas ni en qué ocurrirá cuando la estrategia de destrucción triunfe. ¿Cuál es el propósito real de Manticore? ¿Solo enfrentar a su adversario o asegurarse de no tener ninguno en el futuro? La narración deja cabos sueltos y preguntas sin responder para concentrarse en la habilidad de sus protagonistas en disparar y lanzar artefactos explosivos.
Para cuando lo inevitable ocurre y los agentes terminan por ser alcanzados por las infalibles capacidades de la organización que les persigue, Citadel da un salto temporal. También uno de tono y ritmo, que hace aún más confuso el conflicto y la forma en que este se resolverá.
El trayecto a ninguna parte de Citadel
El segundo y tercer capítulo de Citadel dedican una buena cantidad de tiempo a mostrar escenas cotidianas de la nueva vida de Mason. El agente perdió la memoria —hay una insinuación directa de que no por casualidad— y vive una vida familiar corriente. De nuevo, el argumento falla en explorar sus lugares menos genéricos. También en brindar un contexto más amplio y definido a una historia que bebe de los clichés del cine de acción.
Desde la esposa sospechosamente inocente —un guiño a Desafío total, de Paul Verhoeven, de 1990—, hasta los constantes recuerdos de la desaparecida Nadia. La trama no tiene la habilidad para crear un sentido de urgencia o la necesidad de resolver un misterio. Cada elemento parece una reproducción no demasiado acertada de historias más complejas y mejor narradas.
Incluso el apartado visual pierde consistencia en beneficio de suscitar un ambiente onírico con tintes surreales. ¿Mason en realidad olvidó todo lo acontecido durante el fatídico ataque de Manticore o se trata de algo más? Otra vez, Citadel apela al enigma ocultando información vital para comprender su relato. ¿Dónde se encuentra el ex agente? ¿Cómo llegó allí? El recurso de las visitas al psicólogo se hace poco creíble cuando las preguntas están construidas para responder las posibles dudas del espectador.
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Al final, la producción termina perdida en medio de sus contradicciones. Por un lado, parece insistir en seguir la desesperada búsqueda de indicios sobre el pasado de Mason. Por otro, en la necesidad de enfrentar al enemigo al acecho. Sin escoger un camino u otro, la serie pierde la coherencia y el sentido épico que intentaba conseguir. Un problema que deberá abordar y resolver en los episodios restantes.