Los gatos son animales un tanto caóticos. Por eso nos gustan tanto. A veces, pueden enzarzarse entre ellos en una especie de baile desacompasado que raya entre el juego y la pelea. Definitivamente, cuesta saber si están jugando o luchando y eso puede ser peligroso. Lógicamente, si solo juegan no hay problema y podemos dejar que se den el gusto. En cambio, si se trata de una pelea de gatos, deberíamos intentar separarlos antes de que se hagan daño. Como es difícil diferenciar estos comportamientos, un equipo de científicos de Eslovaquia y Reino Unido ha llevado a cabo una investigación, dirigida a encontrar esos factores únicos de cada uno de ellos. 

Para ello, tomaron 165 vídeos, en los que se veían las interacciones de 228 gatos diferentes. Algunos vídeos se descargaron de YouTube, mientras que otros fueron cedidos por los propietarios de los animales. El objetivo era clasificarlos como peleas de gatos, animales juguetones o una situación intermedia. Es decir, puede que empezaran jugando, pero de repente uno de ellos se hartara. O simplemente que, desde el principio, un felino quisiera jugar y el otro no. Eso genera una situación intermedia en la que uno cree que juega, pero el otro pelea.

La clasificación se llevó a cabo de dos maneras. Por un lado, se contrató a cuatro expertos en comportamiento felino, que debieron evaluar lo que se veía en los vídeos. Y, por el otro, se analizaron seis rasgos diferentes: lucha vs. inactividad, vocalizaciones, persecución, no interacción, interactividad recurrente e interactividad prolongada. De este modo, al comparar los resultados de los expertos con las diferentes puntuaciones en esta clasificación, consiguieron un modelo capaz de predecir si en el vídeo se veía una pelea de gatos o si en realidad se trataba de dos amigos peludos pasando un buen rato juntos.

Las claves para diferenciar el juego de una pelea de gatos

El primer paso del estudio consistió en eliminar aquellos vídeos en los que se veía claramente que estaba ocurriendo una pelea de gatos. Estos son, por ejemplo, aquellos en los que uno o los dos animales termina sangrando o con las garras del otro clavadas de forma violenta.

La clave estaba en distinguir esos vídeos con diferencias más sutiles. Pero aun siendo sutiles, lograron encontrarlas. Para empezar, las vocalizaciones fueron el rasgo más representativo de las peleas de gatos. De hecho, es común que inicien duelos vocales ritualizados. También fue muy significativa la persecución en la lucha y las interacciones recurrente en el juego. Esto se debe a que, cuando están peleando, es habitual que uno intente escapar y el otro le persiga. Pueden perseguirse mientras juegan, pero es una persecución diferente, que además suele durar menos. 

peleas de gatos
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En cuanto a las interacciones recurrentes, en este estudio se concluye que en las peleas de gatos se tocan menos. Es más normal que se persigan o que haya periodos en los que uno se muestre sumiso, por ejemplo agachándose o colocándose medio sentado. En cambio, cuando juegan sí que mantienen el contacto físico entre ellos durante mucho más tiempo. Finalmente, es importante el hecho de que en la lucha suele haber más comportamientos ofensivo/defensivos, como el pelo erizado o el movimiento de las orejas y la cola.

Los autores del estudio inciden en que es importante saber establecer estas diferencias, ya que en las peleas de gatos podrían llegar a hacerse heridas graves. Por eso, estos rasgos pueden ser un buen punto de partida. Si no, siempre está la opción de preguntar al veterinario o contratar a un experto en comportamiento para que los evalúe. Aunque creamos que nadie conoce a nuestros amigos peludos mejor que nosotros, a veces puede ser necesario pedir ayuda. 

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