Los gatos son animales muy independientes. Sus dueños no trabajan para pagarse un alquiler, sino para pagárselo al gato. De hecho, podría decirse que comparten piso con ellos. No dan ese amor incondicional que podría esperarse de los perros, pero están ahí cuando se les necesita. Son amigos peludos diferentes, pero amigos al fin y al cabo. Además, ahora sabemos que aunque a veces parezca que pasan de nosotros, en realidad sí que nos escuchan. Tanto como para conocer los nombres del resto de mascotas y humanos que viven en la misma casa.

Es la conclusión de un estudio publicado en Scientific Reports por científicos japoneses. En él participaron doce gatos residentes en viviendas particulares o en los famosos cafés para gatos de Japón. Unos estaban acostumbrados a vivir con muchos animales o con grandes familias humanas. Otros estaban más habituados a pocas personas y compañeros felinos. Pero, en mayor o menor medida, la mayoría conocían los nombres de sus compañeros.

Sí que es cierto que el estudio debería repetirse con una cantidad mayor de participantes para poder afianzar los resultados. No obstante, los que se han obtenido de momento son suficientemente sólidos para poder considerar que, aunque a veces no lo parezca, nuestros gatos sí nos escuchan. Tanto como para recordar lo que decimos.

Gatos que recuerdan los nombres de sus compañeros

El estudio en cuestión se realizó con un procedimiento muy sencillo. En la primera parte se enseñó a los gatos la imagen de un gato conviviente y de fondo se escuchó una voz humana pronunciando o su nombre real o un nombre falso. Se midió el tiempo que pasaban los felinos mirando la pantalla y se vio que este era mayor si se usaba un nombre ficticio, posiblemente porque se extrañaban por la incongruencia. No obstante, este efecto fue mayor en los gatos que residen en viviendas particulares. Posiblemente, se deba a que en los cafés interactúan con tantos gatos que es más complicado que escuchen y puedan recordar sus nombres.

Los gatos reconocían mejor los nombres humanos si vivían muchas personas en la casa

En la segunda parte del experimento se hizo lo mismo, pero con humanos. Una de las personas con las que viven se mostró en la pantalla, mientras que alguien pronunciaba su nombre real o uno falso. De nuevo miraron la imagen durante más tiempo si había algo que no les cuadraba.

Pero en este caso el efecto fue mayor cuando en la casa residían más personas o llevaban conviviendo con ellos más tiempo. Esto tiene sentido, pues si hay muchas personas viviendo en el mismo hogar es más fácil que los gatos escuchen los nombres. Por ejemplo, si vivimos solos con nuestro amigo peludo puede que nunca llegue a saber cómo nos llamamos, porque no escuchará a nadie pronunciar nuestro nombre. Quizás a las visitas, pero sería algo puntual. Sin embargo, si vivimos en familia sí que tendrán esa oportunidad, sobre todo si llevan mucho tiempo con nosotros.

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En el fondo nos escuchan

Todo esto demuestra que, efectivamente, nuestros gatos nos escuchan. Puede parecer que pasan de nosotros, como los hijos adolescentes de sus madres. Pero del mismo modo que recientemente se demostró que, en realidad, estos no menosprecian a sus progenitoras, parece que nuestros gatos tampoco. Simplemente son animales mucho más independientes que otras mascotas, como los perros. 

De hecho, esa independencia también complica que los científicos puedan estudiarlos. Por ejemplo, en este estudio sus autores reconocen que uno de los gatos participantes salió corriendo de la habitación antes de terminar de realizar las pruebas.

Les pagamos el alquiler y vivimos con ellos porque nos lo permiten. Si los científicos pueden estudiarlos, será porque ellos les dejan. Pero al menos ahora sabemos que no solo nos oyen. También nos escuchan y nos prestan suficiente atención como para recordar cómo nos llamamos, tanto nosotros como el resto de mascotas y humanos que conviven con ellos. ¿Habrá que repetir el experimento con más gatos? Sí, pero esto ya es una buenísima señal.

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