En los tres capítulos de la docuserie Killer Sally: La culturista asesina, de Netflix, se hace hincapié en el concepto de culpabilidad. La de Sally McNeil, criminal confesa y, según sus palabras, también víctima. La de su esposo Ray McNeil, muerto de un disparo en medio de una situación confusa y que, al parecer, provocó. 

Incluso la de los medios y la audiencia estadounidenses, que durante el controvertido juicio dejaron claras sus opiniones y puntos de vista. De un modo u otro, Killer Sally: La culturista asesina pondera sobre los extremos de la violencia. También es una exploración de la cultura como caja de refracción de sus prejuicios. 

Todo a través de un asesinato que se convirtió en un juicio controvertido y, después, en un debate incómodo acerca de la violencia. En 1995, Sally McNeil era, en apariencia, una esposa feliz. También una deportista destacada y una figura de renombre en su comunidad. Por ese motivo, la noticia de que había asesinado a su esposo de un disparo conmocionó a sus parientes, conocidos y, después, a toda Norteamérica.

Killer Sally: La culturista asesina

Killer Sally: La culturista asesina, de Netflix, intenta brindar contexto y respuestas a incómodas preguntas sobre la culpa y la violencia. Pero, a la vez, es un recorrido inteligente a través de la percepción retorcida acerca de la culpabilidad criminal. La producción se hace preguntas válidas, y la mayoría dolorosas, acerca de la manera en que la cultura pop analiza hechos violentos. La obsesión con que profundiza en ellos y, además, la forma en que los transforma en vehículos de una oscura celebridad. Todo en una narración rápida y bien construida que tiene mucho de moraleja moral entre líneas.

Puntuación: 3 de 5.

El miedo y la violencia bajo un mismo cristal

La víctima era una celebridad por derecho propio. Ray McNeil, campeón nacional de culturismo, era un reconocido atleta. Un hombre considerado ejemplar por su dedicación, buena voluntad y carisma. Por lo que los alegatos de su asesina y viuda sobre el maltrato, violencia y los hechos finales que provocaron un desenlace violento desconcertaron al público. ¿Podría un hombre conocido por su buen carácter y bondad tener un rostro oculto? ¿Mentía Sally?

Killer Sally: La culturista asesina, de Netflix, intenta brindar contexto y respuestas a las incómodas preguntas. Pero, a la vez, es un recorrido inteligente a través de la percepción retorcida sobre la culpabilidad criminal.

La producción se hace preguntas válidas, y la mayoría dolorosas, acerca de la manera en que la cultura pop analiza hechos violentos. La obsesión con que profundiza en ellos y, además, la forma en que los transforma en vehículos de una oscura celebridad. Todo en una narración rápida y bien construida que tiene mucho de moraleja moral entre líneas.

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La búsqueda de la verdad en Killer Sally: La culturista asesina

La docuserie toma la audaz decisión de explorar a fondo lo ocurrido desde el punto de vista de su único testigo. McNeil es ahora una mujer que, según sus palabras, “reconoce sus imperfecciones” y que lleva el hilo conductor de su propio relato. Lo hace, además, desde cierta humildad. La culturista que sorprendió al círculo del deporte en Norteamérica es ahora una mujer que intenta ordenar las piezas de su pasado. Al menos, esa es la intención de Killer Sally: La culturista asesina y de la forma en que estructura su narración. 

Por supuesto, es una premisa tramposa. El punto de vista de Sally es, al menos, engañoso en su ingenuidad. No solo por relatar su vida como deportista desde una esforzada cadena de triunfos, sino también por retratar su amor por Ray McNeil como un suceso fortuito. El argumento hace un considerable esfuerzo por mostrar que lo ocurrido comenzó como una historia de amor. 

Una entre dos personas poderosas, llenas de la necesidad de triunfar y, en especial, una ambición en ocasiones excesiva. Se trata de un punto en que el que Killer Sally: La culturista asesina profundiza con cierta percepción sobre lo inevitable.

Esta pareja de talentosos deportistas que se esforzaba por triunfar en un campo complicado estaba muy cerca del límite de la amenaza. Sally deja traslucir que Ray estaba “obsesionado por el triunfo”. Un elemento que se repetirá a lo largo de la producción para dejar claro que el riesgo de que esa necesidad de vencer se convirtiera en violencia era real. 

Killer Sally: la culturista asesina

Maltrato, violencia y espectáculo

Se trata, claro, de un primer anuncio de lo que se supone que es un largo trayecto hacia el maltrato, la violencia doméstica y, al final, el abuso. No obstante, el hincapié tiene algo de artificial. No por el testimonio de Sally. En realidad, es porque la serie parece más interesada en justificar el crimen — y las circunstancias que lo rodearon — que en analizar el hecho.

¿Es necesario que Killer Sally: La culturista asesina haga un retrato sin verdadero contraste sobre Ray McNeil? La pregunta surge, en especial, cuando el primer episodio termina, dejando claro que la violencia del crimen no fue un hecho fortuito. En cualquier caso, fue la suma de todo tipo de situaciones complejas y perturbadoras que empujaron a la pareja. 

Killer Sally: La culturista asesina y los pormenores de un hecho perturbador

El segundo y tercer capítulo de Killer Sally: La culturista asesina completan la experiencia con un recorrido por la vida doméstica de la trágica pareja. La dimensión humana de ambos se hace más amplia, profunda y dolorosa. Los vídeos caseros muestran a Sally y Ray despojados de figuras inalcanzables y distorsionadas por todo lo ocurrido a su alrededor. 

De hecho, el esfuerzo de la serie por mostrar esa otra visión es tan evidente como malicioso. “Éramos una pareja feliz en algunos momentos”, dice Sally. Lo que deja entrever que, en medio del explosivo terreno de la tragedia inminente, hay todo un espacio sobre la dinámica del matrimonio digno de analizar. 

¿Cuál es ese espacio? Killer Sally: La culturista asesina se apresura a incluir en su narrativa otras voces. Familiares, amigos, el hijo de Sally y Ray, otro testigo que insiste en el escenario de la decisión inevitable de matar. Una y otra vez, la serie muestra a Ray McNeil como un hombre cuya necesidad de triunfo terminó por convertir en un monstruo. Pero ¿lo era? La hipótesis del documental tiene poco contraste. La víctima emerge del relato como una figura obsesionada, intoxicada por medicamentos y siempre cerca de la explosión. 

Killer Sally: la culturista asesina

Sally McNeil alegó defensa propia después de disparar contra su marido. También describió que, por años, había sido maltratada de diversas formas por Ray. Acusada de asesinato en segundo grado, insistió en que el abuso de sustancias fue el detonante de una situación insostenible. ¿Lo fue? Killer Sally: La culturista asesina no brinda respuestas sencillas. Tampoco una que pueda ser analizada de manera total a través de la visión inevitablemente sesgada de la docuserie. 

Al final, el argumento deja claro que en medio de la violencia hay graduaciones de grises sobre la culpabilidad. Pero la sensación general es que, más allá de eso, hay una percepción acerca de la violencia como un hecho inevitable que resulta perturbadora. Quizás, el punto más controversial de la serie de Netflix Killer Sally: La culturista asesina

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