En la serie 1899 de Netflix, obra de Jantje Friese y Baran bo Odar, los responsables del fenómeno Dark, el misterio es una colección de pistas. Cuando el transatlántico Kerberos comience a detectar señales del desaparecido buque Prometheus, un ciclo de pequeños horrores sutiles comenzarán a dibujarse. No solamente por lo inexplicable del suceso, sino por el hecho de que parece conducir a espacios aterradores acerca de lo que la realidad puede ser.
No obstante, 1899 no hace las cosas tan simples como una catástrofe en puertas hilvanada a través de la premisa de lo inexplicable. El guion, un brillante ejercicio de inteligencia y de uso consciente de la información que se oculta, no se prodiga en detalles.
A la vez, logra que los interrogantes que surgen poco a poco sean más importantes que las respuestas. Mientras Kerberos cruza el océano de Europa hacia América, es evidente que algo late al fondo de la oscuridad del mar plácido. Pero, mucho más, que la cualidad de lo imposible — que la serie muestra en sutiles insinuaciones — es cercana, aterradora.
¿Lo que hizo desaparecer y después aparecer a Prometheus es de carácter sobrenatural, obra de un tipo de aberración científica inexplicable, una improbabilidad? Tal vez si 1899 intentara explicar sus puntos más oscuros, el guion fuera predecible. Pero es justo su decisión de construir algo por completo nuevo a partir de un suceso, en apariencia sin sentido, la decisión más brillante de su narración.
La serie 1899 no desea ni intenta recorrer un largo camino agotador para brindar un trasfondo a su conflicto. Lo que en realidad desea es sostener algo por completo nuevo, esa ausencia de datos comprensibles, lo que logra con una brillante y precisa ejecución.
1899
En la serie 1899, obra de Jantje Friese y Baran bo Odar, el misterio es una colección de pistas. Cuando el transatlántico Kerberos comience a detectar señales del desaparecido buque Prometheus, un ciclo de pequeños horrores sutiles comenzarán a dibujarse. No solamente por lo inexplicable del suceso, sino por el hecho de que parece conducir a espacios aterradores acerca de lo que la realidad puede ser. Sin embargo, 1899 no hace las cosas tan simples como una catástrofe en puertas hilvanada a través de la premisa de lo inexplicable. El guion, un brillante ejercicio de inteligencia y de uso consciente de la información que se oculta, no se prodiga en detalles.
Lo que se esconde en el mar y en las tinieblas de la noche
Por si eso no fuera suficiente, la tripulación del Kerberos está llena de secretos o, al menos, medias verdades. El capitán Eyk (Andreas Pietschmann) sabe que el enigma podría estar relacionado con su propio buque. Mucho más, con lo que parece inquietar — ¿enloquecer? — a buena parte de los que viajan junto a él. Poco a poco, el barco también se convierte en un escenario de inquietudes incomprensibles que se extienden como una infección de naturaleza inclasificable.
Tanto como para que la inquietud de si están a punto de cruzar una franja de peligros inesperados obsesione al capitán. Indicios no faltan, pero el guion los muestra con tanto cuidado como para que cada capítulo de 1899 sea una colección de insinuaciones. ¿Lo que pasa en el mar se está reflejando en los aterrorizados pasajeros y tripulantes del Kerbero?
Después del todo, Eyk debe enfrentar visiones aterradoras. ¿Del futuro? ¿Del pasado? El argumento no lo deja claro de inmediato y el trasfondo oscuro que rodea al oficial se hace tan opaco como una amenaza a todos bajo su mando. La primera percepción evidente de que la circunstancia que rodea a Prometheus (o su súbita aparición) es también algo más que un incidente náutico.
La historia deja translucir que Eyk debe luchar como puede, y casi sin herramientas, con lo desconocido. “Dejé de reconocer el mar apenas detectamos la baliza”, explica en voz baja. ¿Son las señales del Prometheus una encerrona, una línea que conduce a hacia un paraje monstruoso? 1899 analiza el peligro y lo desconocido como una trampa a punto de cerrarse y de consumir a los que se acercan a sus terroríficos límites.
Los secretos inquietantes de 1899
Al mismo tiempo, los pasajeros comienzan a sufrir su propia forma de terror. Maura (Emily Beecham) sufre con la imagen de un padre que la hizo huir de Inglaterra. Más aún cuando en el contexto de 1899 alcanza la categoría de pesadilla temible.
Al otro extremo, Daniel (Aneurin Barnard) utiliza la información como un hilo de tensión con el resto de los que le rodean. Mucho más cuando parece comprender mejor lo que sea que ocurre en el Kerberos, reflejo del Prometheus.
La serie crea una red de hechos vinculados entre sí, que maneja con habilidad hasta sostener un diálogo inquietante acerca del paralelismo. ¿Están destinados ambos buques a recorrer un destino semejante? De ser así, ¿qué ocurrió con exactitud con el Prometheus? A medida que la trama se hace más complicada, los terrores en el Kerberos aumentan. Con el capitán convertido en un extraño y los pasajeros enfrentándose a visiones inexplicables, todo apunta a que algo espera en el mar. ¿Qué? Las respuestas a las preguntas se convierten en huellas hacia un destino inevitable, cada vez más tenebroso.
Si Dark se distinguió por usar el tiempo como escenario, 1899 construye la misma sensación de apremio pero a través del tejido de la realidad. ¿Qué es en realidad lo que está ocurriendo en mar abierto, en la soledad de un cielo cada vez más oscuro?
No hay indicios más allá de una tragedia en puertas. Pero sin revelar su naturaleza real y, de hecho, evitar por todos los medios a su alcance mostrar la posibilidad de algún asomo claro de respuesta. Sin duda, el mayor triunfo de una serie que logra sorprender, incluso en sus giros argumentales en apariencia más simples.