Las historias y los disfraces de vampiros son un clásico de Halloween. Sin embargo, hay que reconocer que solo un tipo de vampiro parece haber sobrevivido al paso del tiempo. En el pasado había muchas leyendas en diferentes culturas, en las que no se trataba necesariamente de criaturas que bebían la sangre de los seres humanos. De hecho, hubo una época en la que, ante el desconocimiento de cómo se contagiaban las enfermedades, se les acusaba a ellos de extenderlas.

Hay muchos vampiros de este tipo, dependiendo del lugar en el que surgían las leyendas. Buen ejemplo de ello es el de los Nachzehrer, cuya historia surgió en Alemania, pero se extendió por toda Europa con cada brote de peste o malaria. Supuestamente, eran muertos que, tras devorar su propia mortaja, salían de sus tumbas y buscaban a sus familiares y conocidos para contagiarles de la enfermedad que los mató y llevarles con ellos al más allá.

Se les suele reconocer porque, según la leyenda, para evitar que hicieran su tétrico trabajo, se les introducía una piedra en la boca. Así, no podían devorar sus mortajas. Y tampoco se podría dejar su alma salir del cuerpo. 

Vampiros que contagiaban enfermedades

Durante siglos, el motivo por el que las enfermedades pasaban de unas personas a otras fue un misterio. De hecho, fue en el siglo XIX cuando científicos como Louis Pasteur o John Snow (no, no es el de Juego de Tronos) comenzaron a dar las primeras explicaciones. 

El primero se estaba especializando en el estudio de los microorganismos cuando desarrolló la teoría germinal de las enfermedades. Esta exponía que eran precisamente los microbios los que pasaban de una persona a otra, propiciando el contagio de diversas patologías causantes de epidemias. En cuanto al segundo, logró mapear cómo se extendían los brotes de cólera por la ciudad de Londres y, así, culpar al agua contaminada de los contagios.

Pero, hasta entonces, había bastante desconocimiento y supersticiones al respecto. Muchas personas culpaban a supuestos vampiros, por lo que había que tomar medidas. Y esto es algo que se ha descubierto con el tiempo, tanto por los registros escritos de la época como por los hallazgos arqueológicos.

Carmilla, la mujer que casi vuelve de entre los muertos

Uno de los casos más famosos de Nachzehrer que se han descrito en arqueología es el de una mujer cuya tumba, datada en el siglo XVI, se halló cerca de Venecia.

En realidad, más que una tumba clásica, era una fosa común, en la que se encontraban varios fallecidos por peste bubónica. Pero esta mujer, a la que los arqueólogos bautizaron como Carmilla, tenía algo con lo que no contaban los demás cuerpos: una piedra introducida en su boca.

Según cuentan desde Business Insider, cuando los científicos estudiaron el cuerpo más a fondo descubrieron que, en realidad, no se enterró con la piedra en la boca. Esta se había colocado entre las mandíbulas del cadáver un tiempo después de su enterramiento. Y hay una posible explicación a esto.

En el siglo XVI en Italia se creía que los brotes de peste bubónica podrían transmitirse a través de vampiros Nachzeherer. Por eso, es posible que, al abrir la fosa, quizás para añadir más cuerpos o simplemente para comprobar que todo iba bien, los encargados de la tarea vieron algo en Carmilla que les escandalizó. Es posible que, aun con el cuerpo todavía fresco, el sudario hubiese empezado a descomponerse por la zona de la boca. Esto les habría llevado a pensar que estaba comenzando a devorar su mortaja y que pronto saldría en busca de sus primeras víctimas, por lo que rápidamente pusieron la piedra en su boca. Así, no podría seguir mordiendo. 

Unsplash

El niño que no volvió

Pero el caso de Carmilla no es el único en Italia. Se vio algo parecido en el cráneo de un niño de unos 10 años, hallado en un cementerio infantil del siglo V, en la Antigua villa romana Poggio Gramignano. En aquella época no se hablaba de Nachzehrers, pero sí de almas que salían del cuerpo en forma de vampiro. Y, puesto que se creía que el alma salía por la boca, se colocaba la piedra para evitar que esto pasara. El pequeño falleció durante un brote de malaria, por lo que posiblemente el objetivo fuese el mismo que con Carmilla: que no difundiese la enfermedad.

No obstante, por aquella época también se creía que si las almas de los niños escapaban de sus cuerpos, eran criadas por las brujas, que las usaban en su propio provecho. Fuese por el motivo que fuese, este niño sí que fue enterrado con la piedra, dejando posiblemente más tranquilos a quienes aún no tenían ni idea de que hay un enemigo mucho más terrorífico que los vampiros. ¿Te has planteado disfrazarte en Halloween de microorganismo?

Recibe cada mañana nuestra newsletter. Una guía para entender lo que importa en relación con la tecnología, la ciencia y la cultura digital.

Procesando...
¡Listo! Ya estás suscrito

También en Hipertextual: