En el bosque de Eryn Galen, el extraño camina aturdido. Lejos de la caravana de los pelosos, intenta encontrar el rumbo hacia algún lugar que pueda recordar. El final de temporada de Los Anillos de Poder, de Prime Video, comienza con un juego de pistas falsas que, además, es profundamente simbólico. La serie, que hasta ahora exploró de forma alternativa sus tres líneas narrativas principales, comienza de inmediato el trayecto para llevarlas a un mismo escenario.
Lo hace con el personaje más misterioso de todo el argumento. El desconocido llegado del cielo, el querido extraño de Nori, se encuentra finalmente con el trío de elfos trajeados en blanco. La Moradora, La Nómada y La Asceta, tras atraer al desconocido y rodearle con su poder, emergen de las sombras con una revelación.
“Te hemos visto llegar, extraño”, dice su poderosa líder, capaz de llevar el fuego entre los dedos. “Venimos para servirte, amo Sauron”. La frase parece resumir el largo trayecto del personaje en búsqueda de su identidad. Pero no todo está claro. Mucho menos para el extraño, que no reconoce el nombre ni los poderes que le atribuyen. “Ya recordarás”, dice la Moradora con una ferviente devoción. “Viniste de las estrellas, pero eres más viejo que ellas. El polvo te rodea, pero te teme”.
Los Anillos de Poder rinde tributo a uno de los puntos centrales de la mitología de la creación imaginada por J.R.R. Tolkien. En un ingenioso juego de palabras, recuerda no solo la forma en que el británico imaginó el nacimiento de la luz y la oscuridad. También, la creación del maia corrompido.
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La mayor incógnita de Los Anillos de Poder
Sin embargo, ¿lo es? ¿Se trata de Sauron el desconocido que confusamente intenta recordar su origen y objetivo? El guion juega con habilidad con las pistas y sugerencias. Al final, el trío de elfos intenta contener la ira y el desconcierto de su supuesto amo. El hombre sin nombre muestra su poder y deja claro que es mucho mayor de lo que nadie podría haber supuesto. “Todavía no recuerdas cómo usar tus poderes”, concluye el trío. “Habrá que tener paciencia”.
Pero nada parece claro, en medio de la resistencia del extraño, y mucho menos cuando acaba por ser sometido por las habilidades de los elfos blancos. La batalla enlaza el fuego y el viento, lo que deja claro que tanto el extraño como el trío de criaturas tienen capacidades similares. Al final, el hombre sin nombre llegado de las estrellas es reducido y atado. “Cuando puedas recordar, recobrarás tu libertad. Por ahora, hay que contener lo que mora en ti y evitar pueda hacerte daño”, insiste la peligrosa líder del grupo.
Los pelosos observan, ocultos en la cercanía. Para ellos, el despliegue de portentos es poco menos que un prodigio. “De todas las malas ideas, esta debe ser la peor”, se queja Sadoc. Pero el objetivo está claro. La lealtad de la caravana está con el cautivo. El argumento, en un notorio guiño a la naturaleza bondadosa e imprudente de los futuros hobbits, brinda a los pelosos una importancia trascendental.
“Es el momento de luchar”, dice Nori, imparable, al notar que la figura de su amigo pende atada a un árbol. “¿No eran tres?”, se sorprende Poppy al contar solo dos elfos alrededor del fuego en vigilancia. “Mejor, entonces”, insiste la pequeña Brandyfoot con una audacia irreprimible.
La batalla que está por venir
En Eregion, Elrond explica a Celebrimbor las malas noticias del reino de los enanos. Liberado de su cautiverio, sabe que, por ahora, las profundidades de las minas del Khazad-dûmm son inaccesibles. “No hay esperanza, entonces”, murmura el forjador de los elfos. “La hay, pero es muy pequeña”, insiste el primero.
Le extiende entonces el trozo de Mithril que Durin IV le obsequió. “Es muy poco metal para la gran empresa que tenemos por delante”, insiste Celebrimbor, desconsolado. “Habrá que intentarlo incluso así”, responde Elrond. En Los Anillos de Poder, el joven medio elfo sabe bien que la carrera es contra el tiempo y la supervivencia. Que, incluso, la pequeña pieza de metal puede ser providencial.
Pero antes de que pueda explicar la urgencia y el potencial del descubrimiento de los súbditos de Durin III, Galadriel irrumpe a caballo. Lleva consigo a Halbrand, que empeoró durante el largo trayecto desde el sur y apenas puede tenerse en pie. “Necesita medicina élfica”, insiste la Dama de Valinor para sorpresa de Elrond y Celebrimbor.
“¿Quién es? ¿A quién has traído?”, pregunta el medio elfo. “Es el Rey de las tierras del sur”, dice Galadriel. Halbrand es atendido mientras la elfa explica lo ocurrido en la reciente batalla. “Necesitamos, entonces, proteger lo que podemos y plantar cara a lo que podamos”, dice a Elrond. “Tenías razón y nunca debí dudar de ti”, dice este último, compungido. “Mantén tu confianza en mí”, dice la Dama Elfa, firme y decidida. “Solo nos queda seguir”.
Los Anillos de Poder encuentra su tono
Halbrand se recupera de sus heridas antes de lo que nadie podría suponer. Incluso aún débil y tambaleante, tiene fuerzas suficientes para recorrer los salones de los dominios élficos. Es entonces cuando se tropieza con misteriosa casualidad con Celebrimbor, que todavía intenta dilucidar el enigma de cómo lograr que el trozo Mithril pueda ser utilizado.
“El metal puede interactuar con otros”, dice Halbrand cuando logra que el más hábil forjador de los elfos confiese sus preocupaciones. “¿Cuáles? No hay metal semejante a este”, intenta explicar el elfo. “No tienen que ser iguales, solo aspirar a la nobleza y crear una aleación”, responde el joven rey del sur. Poco a poco, el misterioso desconocido gana la confianza del elfo y deja, a su paso, la revelación final de temporada con una sutileza asombrosa.
El guion de Los Anillos de Poder logra así establecer dos escenarios. Por un lado, llevar a Halbrand a un lugar en que sus conocimientos y amor por la forja serán de utilidad. A la vez, dejar claro el comienzo del recorrido en la creación de los objetos mágicos titulares. Ambos hilos narrativos funcionan en paralelo y, a diferencia de otros momentos de la temporada, la narración avanza con elegancia por espacios desconocidos. La breve conversación entre el elfo y el enigmático rey de las tierras del sur logra resumir toda la historia que sostiene la mitología de Tolkien sobre el tema. Se aleja, por supuesto, de la narración original, pero logra sostener, por primera vez, una tensión interna independiente al relato literario.
También, la decisión argumental modifica de manera sustancial el escenario de la producción. No solamente une el destino de Halbrand — y le brinda renovada influencia inmediata —, sino que construye una respuesta obvia a su identidad. Pero, en lugar de crear una condición de descubrimiento forzado, el argumento finalmente encuentra su tono y ritmo. Toda la escena muestra como, poco a poco, se configura los hechos que, más tarde, marcarán cada suceso que acaecerá para el cierre de temporada.
La muerte y los misterios en Númenor
El rey Tar-Palantir agoniza y Eärien es su única compañía. Con buena parte las cabezas visibles de la isla en la campaña hacia la Tierra Media, la joven cuida del soberano. Tal vez por ese motivo es la única en escuchar su agonía y las revelaciones que traen sus últimas palabras. “Es la oscuridad la que se acerca”, dice el anciano. También, casi de manera casual, revela sus secretos. “Hay que volver a las viejas costumbres”, insiste, cada vez más débil.
Tanto como para confundir a Eärien con su hija Miriel y confesar que parte de sus dolencias proceden de los Palantir. La esfera mágica, oculta en una recámara de la habitación real, se ha convertido en una obsesión para el monarca. “No los mires tanto como yo o terminarás por enloquecer”, insiste. Pero Eärien abandona toda prudencia y sigue los pasos débiles del rey hacia los lugares en que moran los misterios de la isla. De nuevo, la vieja profecía revive. “Si no volvemos a las viejas costumbres, seremos destruidos”, dice desesperado.
Finalmente, en Los Anillos de Poder, el rey sucumbe a su debilidad ante la mirada de voraz codicia del canciller Ar-Phârazon. El tiempo del rey acabó y dejó atrás a una reina ciega que todavía no conoce lo que ocurre y que no tendrá más remedio que aceptar una oferta dolorosa.
El peligro acecha en el reino de los elfos
Gil-galad escucha las explicaciones de Elrond y Celebrimbor. Para el monarca, todo está perdido. Pero la insistencia del medio elfo y el forjador de Eregion permite, finalmente, conseguir algo de tiempo. “Tres meses”, insiste el gran rey del pueblo Eldar. “Solo tres meses para encontrar una solución”. Se trata de una apuesta contra el tiempo difícil de vencer, pero los forjados de Eregion lo aceptan con estoicismo. “Ha de poderse, de lograrse, no hay otra solución”, insiste Elrond en nombre de todos los que toman la palabra del monarca.
Es entonces cuando el final de temporada de Los Anillos de Poder alcanza su punto más interesante y el que, seguramente, sostendrá su argumento futuro. Poco a poco, la influencia de Halbrand sobre el maestro forjador aumenta y sus consejos se hacen de inestimable valor. En especial, al momento de decidir cómo se usará el escaso Mithril que Elrond pudo conseguir. Es entonces cuando Galadriel comienza a sospechar. Lo hace por una razón obvia. Halbrand está en todas partes, su fortaleza y entereza es inspiración para el Celebrimbor. La manipulación es obvia y el secreto que el supuesto rey del sur guarda, también.
Los Anillos de Poder, el secreto queda revelado
Algo que se confirma en la secuencia en que, finalmente, el extraño venido de las estrellas se enfrenta al trío de elfos blancos. Después de ser engañada por La Moradora, Nori está a punto de ser asesinada por los poderes de esta. Es entonces cuando el hombre sin nombre muestra sus capacidades en toda su potencia. El viento le obedece, la tierra también. Por último, el trío de criaturas que le seguían, y finalmente le atraparon, comprende su error.
“No es Sauron”, dice La Moradora, enfurecida. “Ha de ser el otro, el istari”. Con una simple frase, Los Anillos de Poder revela sus dos grandes secretos de temporada. Mucho más, cuando el hombre de las estrellas logra demostrar a plenitud sus capacidades y salvar a sus queridos pelosos.
Aun así, Sadoc Burrows termina por ser herido. De nuevo, los pelosos demuestran que su candidez es parte de la naturaleza esencial de la Tierra Media. “Me temo no poder regresar”, dice en voz baja. “El amanecer le espera”. El líder de la caravana, el hombre que comprendió mejor que nadie las estrellas, muere con una delicadeza conmovedora en una de las escenas más emotivas de la serie.
Por mar viaja la tristeza
La flota de Númenor avanza hacia la isla mientras la reina regente sabe que la oscuridad, que ahora lo es todo en su vida, es definitiva. También lo sabe Elendil, todavía con el corazón desolado por la aparente muerte de Isildur.
“Todo está predestinado”, dice Míriel, aún sin conocer la muerte de su padre y lo que eso traerá como consecuencia. Poco a poco, la líder, que esperó encontrar un regreso a las viejas costumbres, comprende sus limitaciones. “Estamos a punto de caer en las sombras”, dice en voz baja.
Para Elendil, la culpa es un peso insoportable. Está convencido de que haber rescatado a Galadriel terminó por desencadenar todas las desgracias de su pueblo. Estaré aquí todo lo que se necesite, en todo el tiempo que sea útil” dice. “En la servidumbre de la fe caminamos a ciegas”, responde la reina regente, aturdida, pero con una fatal certeza, quizás, de lo que acaecerá.
Finalmente, llega la oscuridad a Los Anillos de Poder
En Eregion, los acontecimientos se precipitan. Poco a poco, Galadriel comprende que el hombre al que salvó la vida, el que tiene enormes conocimientos de forja, oculta algo. Tan grave que pide a las criptas de información del reino explicaciones sobre la procedencia de Halbrand. El argumento subsana, así, uno de sus más complicados fallos de guion. Esta vez, la sospecha es insistente, peligrosa. Todo mientras, finalmente, la forja de los anillos se convierte en un hecho inminente.
La forma circular permitirá acumular su poder y la eficacia del Mithril. Una explicación casi lógica para la creación de los artefactos más poderosos de la Tierra Media durante La Segunda Edad. La trama de Los Anillos de Poder toma decisiones inteligentes como lograr que la historia de los descubrimientos de Galadriel y la creación de los míticos objetos trascurran en paralelo.
Para cuando, por último, estos reciben sus toques finales de los orfebres de los elfos, ocurre lo inevitable. Junto al río Glanduin, Galadriel confronta a Halbrand. Lleva en las manos el árbol genealógico de los hombres del sur, cuyo último rey murió hace mil años sin descendencia. “Te dije que el estandarte lo robé de un muerto”, reconoce Halbrand. Los Anillos de Poder toma, entonces, la decisión de humanizar a Sauron, de brindarle un sentido a su búsqueda, de fundir la historia de Halbrand con la del maia corrompido. “Siempre te dije la verdad, solo que no quisiste verla”, susurra el enemigo, el Señor Oscuro, el servidor de Morgoth.
Las secuencias que siguen resumen la historia de Galadriel y la entremezclan con la de su némesis. En un cuidado estudio sobre el sentido del bien y el mal tolkiano, el guion muestra la tentación del dolor, el miedo y el honor. La figura del hermano muerto reaparece ante Galadriel para mostrarle la verdad. “Sauron solo quiso curar el mundo, hacerse perdonar”, dice Finrod en una visión tan seductora como para que Galadriel casi caiga vencida. Pero logra resistirse y, esta vez, se encuentra de nuevo en el mar, junto a Sauron en toda su manipuladora versión de la bondad.
“Ven conmigo para curar a la Tierra Media”, dice el maia corrompido. “Ven a mi lado y sé una reina. Terrible pero poderosa. Que todos temerán a mi lado”, susurra, en una versión del parlamento que luego Galadriel repetirá al casi aceptar el Anillo Único. Pero también logra liberarse. Sauron entonces muestra toda su furia, su frustración maligna. “Entonces, has de morir”.
Para cuando Galadriel abre los ojos en brazos de Elrond, Halbrand ha huido. Sin el disfraz con que engañó a todos en Eregion y con el que ganó la confianza para aprender los secretos del fuego y metal de los elfos, finalmente, escapó. “¿Qué dirán de ti?”, susurró a Galadriel antes de hacerlo. “¿Cuándo todos sepan has colaborado conmigo?” Por lo que la Dama Elfa decide guardar el secreto de su espantoso descubrimiento en Los Anillos de Poder.
Un consejo que vale mil vidas
Nori decide partir junto al extraño, que, tras haber recuperado la memoria, seguirá hacia las tierras de Rhûn en busca de respuestas sobre su identidad. Los Brandyfoot saben que a su hija le espera una vida distinta a la de la caravana. La despedida es dolorosa, emotiva, pero, también, el principio de algo más amplio. Las esperanzas de Nori, finalmente, tienen asidero. Más allá del camino, el ancho mundo le espera.
“¿A dónde iremos?”, pregunta al extraño Istari cuando ambos echan a andar. “Por aquí, sin duda”, dice él y avanza con una sonrisa. “¿Cómo lo sabes?”, pregunta la pequeña peloso. “¿Percibes ese delicioso aroma?”, contesta el mago. “Si tienes, obedece a tu nariz”, añade entonces, revelando su identidad con una de las frases más familiares, queridas y repetidas del imaginario de Tolkien.
Los Anillos de Poder se prepara para su segunda temporada
Los anillos, forjados con oro de la daga de Finrod que conservaba Galadriel, se elevan en toda su belleza asombrosa. “Este poder solo será para los elfos”, dice el forjador más experto de su raza. Hay silencio mientras la Dama Elfa observa asombrada lo que ha nacido del fuego, el Mithril y la esperanza. Elrond, a su lado, se queda en silencio. Lleva entre sus manos el rollo de papel con la historia que descubre la de Halbrand. Un secreto que lleva sobre los hombros con pesar.
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En las tierras del sur, Sauron cumple su promesa. “Volveré para verte arder”, había dicho al fingirse enfermo. Ahora regresa, ya sin máscaras, la criatura que enfrentará a la Tierra Media con la ferocidad ciega de un conquistador espectral.