Pensar que al autor de cualquier obra narrativa no le ha influido la de otros colegas para su propio trabajo es absurdo, así que encontrar parecidos entre historias resulta muy frecuente. El plagio, por supuesto, es harina de otro costal, como el del difunto estudio Blue Sky a la artista estadounidense Ivy Silberstein a cuenta de la ardilla prehistórica Scrat de Ice Age (2002-2022). Pero uno se pregunta qué necesidad puede tener un escritor como Stephen King de copiarle nada a otro.
Habiendo publicado sesenta y cuatro novelas, once recopilaciones de cuentos, cinco ensayos —entre los que sobresale Danza macabra (1981)— y no sé cuántos artículos en casi cincuenta años de labor profesional ininterrumpida dándole a las teclas, no creemos posible verle como un autor poco prolífico, con escasas ideas y no mucho que contar ni que decir. Se ajusta a la categoría de literato incombustible, que no descansa y para el que es incuestionable que la escritura constituye su vida.
Por esta razón, puede dejar atónitos a sus lectores constantes que le hayan acusado de plagiar a otros novelistas en hasta cuatro ocasiones. Como lo leéis. Así, se halla en el club de J. K. Rowling por Harry Potter y el Cáliz de Fuego (2000), de Ian McEwan a causa de Expiación (2001), de Dan Brown por El código Da Vinci (2003) o de José Saramago debido a Las intermitencias de la muerte (2005). En total, seis recriminaciones tan inútiles como las que sufrió Stephen King.
El amigo George McLeod y ‘El cuerpo’
La primera obra del artista de Maine por la que le reclamaron fue El cuerpo, que se incluye en Las cuatro estaciones (1982) y que está dedicada a un viejo amigo suyo de la universidad, George McLeod. Porque fue él quien, un día entre 1966 y 1970, le proporcionó la base superficial del argumento: una anécdota de su infancia sobre la pequeña aventura en la que unos amigos y él habían decidido seguir una vía ferroviaria para poder ver el cadáver de un perro.
El relato corto que redactaba acerca del asunto, y que Stephen King nunca pudo leer, no lo terminó. Y, según explica, dejó pasar que este la utilizara. Pero, al conocer la adaptación al cine por parte del respetado director Rob Reiner, titulada Cuenta conmigo (1986), le pidió al novelista una cantidad de lo que había cobrado por los derechos y que añadiesen su nombre al filme. Y recibió una negativa que puso fin a una amistad que había durado dos décadas.
Christina Starobin y ‘Desesperación’
Lo anterior lo expone Lisa Rogak en la biografía no autorizada Haunted Heart: The Life and Times of Stephen King (2010). Pero no, por ejemplo, el incidente de Christina Starobin, que había presentado una demanda judicial contra el susodicho porque consideraba que Desesperación, la cual forma un díptico espejo con Posesión (1996), se parece mucho a su libro Blood Eternal (2017), rechazado por la misma editorial que lanzó los otros, Penguin Putnam Inc.
La propuesta de nuestro narrador predilecto se enfoca en policía local poseído por un ser sanguinario, quien escoge a sus víctimas entre los conductores que pasan por una carretera próxima al pueblecito minero con el que tituló la propia novela. La de la neoyorkina, en cambio, se enfoca en unos vampiros que proveen un servicio de automóviles en una zona suburbial de Nueva Jersey. Conque no es raro que la jueza de distrito desestimase la denuncia por la falta de similitudes.
La reincidente Annie Hilter y ‘Misery’
Cuando a su compatriota Annie Hilter se le antojó achacar a Stephen King en 2005 que, con la maravillosa Misery (1987), había cometido una “invasión de la privacidad” porque, según esta señora, la enfermera psicótica Annie Wilkes estaba basado en ella, no se trataba de la primera vez que pretendía una cosa por el estilo. En 1990, ya le había querido llevar a los tribunales porque decía que le había plagiado el propio libro. Y, como era de esperar, no logró nada con todo ello.
Como tampoco al descolgarse con que Montando en la bala (2000), novela corta que luego se incluyó en el volumen Todo es eventual: 14 relatos oscuros (2002), constituía otra copia de un supuesto manuscrito de su hermano. Ni al pretender que Sally Druse, la psicóloga experimental de Hospital Kingdom (2004), cuyos guiones escribió el demandado como remake de la serie homónima de Lars von Trier (1994-1997), estaba basada igualmente en su fascinante persona.
El sobrino de Bill DuBay y ‘La Torre Oscura’
Justo el año que se iba a estrenar La Torre Oscura (2017), adaptación de la octología homónima pergeñada por Stephen King (1982-2012), el sobrino del difunto editor de cómics Bill DuBay consiguió sentarle en el banquillo. Insistía en que el personaje protagónico a de la saga, Roland Deschain, era un trasunto de Restin Dane, el de la serie de historietas The Rook, invención de su tío (1977-2015). Y le exigía la indemnización correspondiente de 500 millones de dólares.
Tal cantidad de dinero no puede compararse, de todos modos, con las amenazas de John Shooter a Mort Rainey en Ventana secreta, secreto jardín, una de las novelitas de Las cuatro después de medianoche (1990), por haberle plagiado un cuento. Pero no revelaba poca ambición, pese a que se apoyase en una falacia de la evidencia incompleta con estos pistoleros de nombre similar, “cuasi inmortales, que viajan en el tiempo y luchan contra monstruos”. Pero infructuosa, pues se rechazó la demanda.