stephen king

Stephen King - EW.com

Si hay un género narrativo sobre el que pesan un montón de ideas preconcebidas, esto es, prejuicios, ese es el terror. Muchas personas piensan que tanto la literatura como el cine terroríficos no son arte o, en el mejor de los casos, lo es pero de segunda, y que de ahí no puede salir nada bueno y ni tan siquiera respetable; que los autores de este género sólo se marcan la meta de atemorizar a los lectores y dar sustos de campeonato al público de sus películas, algo pueril o trivial en resumidas cuentas. E incluso hay quienes que culpan a narraciones usualmente violentas como las de terror de generar crímenes en el mundo real, de dar malas ideas, como si las motivaciones de los violentos no existiesen desde siempre fuera de la ficción y esta no fuese más que su reflejo.Stephen King: "Hemos adoptado el acuerdo tácito de llamar «artes» a nuestras obsesiones profesionales"

Claro que hay mucha basura, pero otro tanto ocurre con el resto de géneros narrativos; y la verdad es que nada impide a un escritor lucirse jugando con el lenguaje en una novela de terror, ni a un cineasta elaborar un filme de miedo visualmente esplendoroso ni a ambos idear tramas asombrosas, construir perfiles psicológicos complejos y dramas que nos lleguen muy hondo. Y, **si hay alguien hoy en día que conozca a la perfección los mecanismos del género, ese es Stephen King, que además ha escrito mucho acerca de los prejuicios generalizados con el terror y las razones de que llevan a mucha gente a abrazarlos como ciertos.

Los autores de terror, esos bichos raros

La profundidad de pensamiento en el periodismo es un bien escaso, y es muy habitual que los trabajadores del arte de renombre se enfrenten a trilladas preguntas de la prensa sobre los motivos por los que se dedican a lo suyo. En el prefacio a su libro de relatos El umbral de la noche (Night Shift, 1978)**, King dice que, “por acuerdo tácito, en la sociedad civilizada llamamos «hobbies» a nuestras obsesiones”, y que, “como «hobby» es una palabra muy manida y vulgar, también hemos adoptado el acuerdo tácito de llamar «artes» a nuestras obsesiones profesionales”. Y elabora una metáfora de la mente como un filtro en el que se atascan unas obsesiones u otras dependiendo de cómo sea el de cada individuo. En el suyo, por supuesto, se atasca “lo macabro”, y ese sedimento es el que le impulsa a escribir sus obras.

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Stephen King - Dishmag.com

Lo que ocurre es que, por lo visto, los autores de terror se ven más impelidos que el resto por la prensa y otras personas a justificarse como tales, a explicar por qué se han entregado a este género. Según King, que reconoce haber tenido que responder a esta cuestión infinidad de veces a lo largo de su carrera, “es porque todos tenemos un postulado enterrado en nuestras mentes: que sentir interés por el horror es malsano y aberrante”, y en el atractivo ensayo sobre el género del que procede este fragmento y al que tituló Danza macabra (Danse Macabre, 1981), bastante divertido además, cuenta que hay no poca gente convencida de que alguien como él debe de haber sufrido algún tipo de trauma infantil para interesarse por el horror.Stephen King: "Los escritores se hacen, no nacen ni se crean a partir de sueños o traumas de la infancia"

Su respuesta es que “estos juicios psicológicos a matacaballo son poco más que astrología presuntuosa”, y “que los escritores se hacen, no nacen ni se crean a partir de sueños o traumas de la infancia, que convertirse en escritor (o pintor, actor, director, bailarín, etc.) es el resultado directo de una decisión consciente”, al margen del talento desarrollado con “un montón de estudio y trabajo duro”.

Y seguidamente relata varios momentos o circunstancias que él considera importantes para su posterior interés en la escritura de narraciones de terror, como cuando encontró, en el desván de la casa de una tía suya en Dirham, Maine, una caja llenas de viejas novelas de bolsillo de fantasía y horror que pertenecieron al padre que les había abandonado; o cuando vio La mujer y el monstruo (Creature from the Black Lagoon, Jack Arnold, 1954) en un autocine y se sintió vivamente impresionado; o cuando escuchaba con su ininteligible abuelo materno un serial radiofónico de horror como Suspense en la CBS Radio Network: educación cultural, nada de traumas.

La esencia del género de terror y sus arquetipos

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'Danza macabra' - Valdemar

Sin embargo, un asunto es por qué autores como King deciden consagrarse a escribir novelas terroríficas, y otro, por qué cuenta con un público que las lee con fruición, que se deja llevar por esa “búsqueda rítmica y sinuosa” de “los puntos de presión fóbica” que es la danza macabra. Porque dice King que “el buen cuento de horror avanza Stephen King: "Inventamos horrores ficticios para ayudarnos a soportar los reales"bailando hasta alcanzar el centro de su vida y encontrará la puerta secreta a esa estancia cuya existencia creía usted que nadie más conocía”, nos devuelve a nuestra infancia, en la que “nuestra propia sombra puede volver a convertirse en la de un perro agresivo, una boca abierta o una ominosa silueta”, siendo capaz de “explotar los temores personales” y los “compartidos por un amplio espectro de población”: la popularidad cíclica de las películas y las novelas de horror parece “coincidir con periodos de tensiones económicas y políticas”, y si en el cine se nos representan los sueños de la cultura de masas, las películas de horror son sus pesadillas.

En cuanto a la misma invención de “cosas terribles” a que se acostumbra en el género, sugiere que “inventamos horrores ficticios para ayudarnos a soportar los reales”, y uno de ellos sobre todos los demás, aquel que sucede “cuando te pilla el monstruo” en las películas de terror: como dice en el prefacio de El umbral de la noche, “todo temor tiende a la comprensión del desenlace final”, es decir, de nuestra propia extinción como individuos; porque “la danza macabra es un vals con la muerte. Es una verdad de la que no podemos permitirnos apartar la vista”.

Pero además nos sirve de desfogue particular y colectivo según él, porque “gran parte de la atracción de las historias de horror es que nos permiten ejercitar por poderes esas emociones y sensaciones antisociales que la Stephen King: "El escritor de ficción de horror no es ni más ni menos que un agente del statu quo"sociedad exige que mantengamos a raya en la mayor parte de las ocasiones, no sólo por el bien de la sociedad sino también por el nuestro”. Así, se muestra de acuerdo con un crítico de cina al que no nombra en cuanto a que “el cine de horror se ha convertido en la versión moderna de los linchamientos públicos”: cumple nada menos que una función social, señoras y caballeros. Porque, dice, si les lanzamos “una cesta llena de carne cruda a los cocodrilos” que nadan bajo la trampilla de nuestro cerebro civilizado y están entretenidos con ella, no salen al exterior a liarla parda.

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Muerte - RT.com

King nos asegura, por otro lado, que todos y cada uno de los cuentos de terror pueden dividirse en dos categorías: “aquellos en los que el horror es consecuencia de un acto de propia y libre voluntad (una decisión consciente de cometer el mal) y aquellos en los que el horror está predestinado y llega desde el exterior como un relámpago”. En una enorme cantidad de ocasiones, con cuatro arquetipos generales a los que enfrentarse: el hombre lobo, esa parte peligrosa de nosotros mismos que amenaza con tomar el control, cuyo primer exponente fue El extraño caso del doctor Jeckyll y Mr. Hyde (The Strange Case of Dr. Jekyll and Mr. Hyde, Robert Louis Stevenson, 1886); el vampiro, el peligro externo que nos consume y transforma, el mito de Drácula (Bram Stoker, 1897); la cosa sin nombre de Frankenstein o el moderno Prometeo (Frankenstein or The Modern Prometheus, Mary Shelley, 1818), el peligro exterior desconocido y desconcertante; y el fantasma, que no es otra cosa que el ser humano, nosotros mismos, libre de toda restricción y traba corporal, algo temible.Stephen King: "La ficción de horror es la celebración de aquellos que sienten que pueden examinar la muerte porque todavía no se ha instalado en sus corazones"

Usando la propia terminología de King, estos seres se infiltran en un entorno apolíneo como nuestra cotidianidad y la trastocan con su ánimo dionisíaco; y lo que más chocará a los conservadores que desprecian la ficción de horror es lo que asegura King sobre su esencia moral: “… cuando hablamos de la monstruosidad, estamos expresando nuestra fe y creencia en la norma y guardándonos del mutante. El escritor de ficción de horror no es ni más ni menos que un agente del statu quo”. Su propósito no es solamente adentrarse en territorio que consideramos tabú, sino también “confirmar nuestras buenas sensaciones acerca del statu quo mostrándonos visiones extravagantes de cuál podría ser la alternativa”.

Una confesión dura. ¿Quién nos lo iba a decir? Y a pesar de todo, esta ficción ama la vida, declara Stephen King; su intención no es comerciar con el odio y la violencia ni el morbo y el asco, sino que “es la celebración de aquellos que sienten que pueden examinar la muerte porque todavía no se ha instalado en sus corazones”. Desterremos los prejuicios, pues, y bailemos todos esta catártica danza macabra.

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