Una saga con el largo desarrollo del Universo Cinematográfico de Marvel no podría resultar igual de atrayente para los espectadores sin su cohesión narrativa, privándoles del gusto de ver interactuar a los distintos superhéroes y de referencias cruzadas a unos largometrajes y series televisivas en otras. Por ese motivo, nos parece una equivocación zampárselas sin orden ni concierto o saltarse entregas e ir sin demora a por Doctor Strange en el multiverso de la locura (2022).
No es discutible que, si uno se sienta ante la película de Sam Raimi careciendo de la información contextual que proporcionan las obras anteriores, no va a entender muchas de las cosas que le ocurren al hechicero de Benedict Cumberbatch, la Wanda Maximoff de Elizabeth Olsen y compañía. Porque, aunque haya cráneos privilegiados o esnobs, sin incompatibilidades, que consideren que el Universo Cinematográfico de Marvel “es para niños”, aquí no sirve el cuento de la ciencia infusa.
No obstante, hay un par de niveles de comprensión para cualquier persona que vaya al cine a enfrentarse a la oscura aventura, brutal muchas veces pero con los elementos y el estilo propios del director norteamericano, a la que asistimos durante las dos horas y pico de metraje que tiene Doctor Strange en el multiverso de la locura. El básico, para no perderse en ninguna escena, y el profundo, con el que no se nos escapan las implicaciones de todo lo que ocurre o aparece.
Lo imprescindible para no perderse con ‘Doctor Strange en el multiverso de la locura’
Por supuesto, sería completamente absurdo embaularse esta secuela sin conocer los acontecimientos del primer filme, Dr. Strange, realizado por Scott Derrickson (2016). Para que uno no se desoriente con varios personajes y su dinámica entre ellos, debe haberlo visto. Como Avengers: Infinity War y Endgame, de Joe y Anthony Russo (2018, 2019), por otra parte, si uno quiere que le ayude a saber de qué hablan dos colegas distintos en sendos momentos del largo de Sam Raimi.
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Pero el origen del conflicto que se desata bien pronto, durante los compases iniciales de Doctor Strange en el multiverso de la locura, solo lo podemos asimilar si estamos al corriente de lo sucedido en los nueve episodios de WandaVision, la serie creada por Jac Schaeffer (2021) para Marvel Studios y Disney+. Y otras alusiones vinculadas al argumento no se pillan sin haberse tragado Spider-Man: No Way Home, tercera peli de Jon Watts (2021) sobre el trepamuros.
Para que no se nos escape nada de la película de Sam Raimi
Pero, si uno desea captar hasta el más mínimo detalle del décimo tercer filme del Universo Cinematográfico de Marvel, conviene que se ponga también, antes del de Benedict Cumberbatch, con Capitán América: El primer Vengador, de Joe Johnston (2011); Capitana Marvel, elaborada mano a mano por Anna Boden y Ryan Fleck (2019); y las temporadas estrenadas de Loki y ¿Qué pasaría si...?, a cargo de Michael Waldron y A. C. Bradley (desde 2021) respectivamente.
Sin embargo, fuera de la saga existen otros largometrajes y alguna serie televisiva que es oportuno no desechar para no percibir ciertas cosas que nos muestran como algo anecdótico, sino dándoles la importancia que merecen. En un grado inferior al de Spider-Man: No Way Home con idéntica tesitura, por pura justicia, pero sin que ser conscientes de ello nos pueda impedir sentir el entusiasmo debido y el disfrute cinéfilo que Sam Raimi se propone para el público.
Para empezar, las películas de X-Men, desde la trilogía de Bryan Singer y Brett Ratner (2000-2006) hasta X-Men: Días del futuro pasado, otra con Singer (2014) de responsable, y Logan, de James Mangold (2017). Y no hay más remedio que os pidamos perdón por sugeriros ahora para terminar que busquéis los ocho capítulos terribles de los que se compone la única temporada de Inhumans, un despropósito de Scott Buck (2017) que no habría que recomendar ni a nuestro peor enemigo.