Dicen que la ómicron puede ser esa luz al final del túnel que tanto esperábamos. El final de la pandemia y el principio de la endemia. ¿Pero qué es eso de la endemia? ¿Y realmente podemos estar seguros de que vamos a alcanzarla a través de esta nueva variante?
Lo cierto es que ni el SARS-CoV-2 ni ningún otro virus es una máquina. A veces puede parecerlo, por lo tremendamente eficientes que son. Sin embargo, no cuentan con un mecanismo de relojería suiza infalible, pero predecible. Es imposible saber con seguridad cómo van a actuar. Podemos tener una idea aproximada, es cierto, y en este caso la cosa pinta bastante bien. Pero es muy importante dejar claro esto desde el principio: no hay predicciones seguras.
Sabiendo eso, en este artículo vamos a ver por qué se dice que ómicron podría ser el final de la pandemia y qué es lo que podemos esperar a partir de ahora. No podemos estar seguros de nada y debemos tener presente que esto no se ha acabado. Pero también es verdad que, por fin, hay motivos para el optimismo.
Pandemia o endemia: ¿Cuál es la diferencia?
Como ya sabemos más que de sobra, lo que estamos viviendo actualmente con el coronavirus es una pandemia.
Una epidemia pasa a llamarse así cuando se extiende por un área geográfica extensa, no necesariamente todo el mundo, y afecta a un gran número de personas. En el caso de la COVID-19, fue declarada como tal por la Organización Mundial de la Salud el 11 de marzo de 2020. Desde entonces, a pesar de que la situación ha mejorado gracias a las vacunas del coronavirus, seguimos bajo la misma denominación.
Pero la cosa podría cambiar pronto si la situación pasa de pandemia a endemia. Este último es el término con el que se hace referencia a una patología que se mantiene en una población o espacio geográfico durante un tiempo prolongado, pero solo de forma estacionaria. Por ejemplo, la gripe estacional es un caso de endemia; porque, si bien podrían darse casos aislados en otro momento, sus picos de casos tienen lugar cada año coincidiendo con el frío, en otoño e invierno.
En definitiva, dos años después de que comprobáramos que calificar de gripe al coronavirus era un error, podría ser que por fin lleguen a parecerse. Aunque siguen sin ser lo mismo.
¿Cómo puede convertirse una nueva variante en la luz al final del túnel?
A día de hoy, visto lo visto, es prácticamente impensable que el SARS-CoV-2, causante de la COVID-19, pueda controlarse como se hizo con sus primos el MERS y el SARS-CoV.
Estos eran virus mucho más graves y, por raro que parezca, esa fue la razón del éxito en su contención. Si una persona se encuentra muy enferma, lo lógico es que se quede en la cama, no que siga socializando. Por lo tanto, el virus no tiene por dónde expandirse. Si además tiene una elevada mortalidad, como ocurrió con el MERS, es más complicado aún, pues el virus muere con el enfermo.
El SARS-CoV-2 es bastante más leve que estos dos. No obstante, hemos podido comprobar que no es “una gripe”. Durante estos dos años hemos visto su peor cara a muchos niveles. Puede afectar a un gran número de sistemas del organismo, no solo al respiratorio. Es capaz de desencadenar una reacción inmunitaria conocida como tormenta de citoquinas, que puede matar en poco tiempo a individuos jóvenes y sanos. Y, por si todo esto fuera poco, en un porcentaje importante de casos deja secuelas para las que aún no se ha encontrado una solución.
Sí, muchas personas lo han pasado leve o asintomático. Ellas han sido las encargadas de difundirlo. Pero otras lo han pasado muy mal o, directamente, no han vivido para contarlo.
¿Qué es lo que está pasando ahora? Que el virus está actuando como un virus. Todos ellos mutan, no es algo único de este. De hecho, los hay que mutan muchísimo más. Esto ocurre porque, cuando infectan a un paciente, aprovechan la maquinaria de sus células para replicarse. Empiezan a sacar muchas copias de sí mismos y, al final, ocurre como cuando escribimos una frase mil veces o hacemos un cargamento de tortitas para desayunar. En alguna de las frases podemos cometer una falta de ortografía y alguna de las tortitas puede romperse al darle la vuelta en la sartén.
Esos errores, en el caso de un virus que está sacando copias de sí mismo, son lo que se conoce como mutaciones. A veces esas mutaciones pasan sin pena ni gloria, pero en otros casos prosperan hasta convertirse en lo que se conoce como una nueva variante.
Puede ocurrir que se genere una variante super mortal. Pero quizás desaparezca nada más aparecer. En cambio, si esos errores de copia confieren al virus la capacidad de contagiarse mucho, produciendo síntomas muy leves, será el combustible perfecto para su difusión. Eso es lo que ha ocurrido con ómicron. Es muy contagioso y leve. Cabe recordar que parte de su levedad se debe a que, afortunadamente, existe un porcentaje muy alto de personas vacunadas en el mundo. No obstante, en Sudáfrica, donde se dio a conocer el primer caso, apenas superan el 26% de su población vacunada y aun así está siendo más leve que otras variantes. Además, parece que afecta más a las vías respiratorias altas, de modo que se dan menos casos de neumonías.
Esto significaría que por fin podríamos estar caminando hacia el fin de la pandemia, aunque no al fin del virus. Esta alta contagiosidad está provocando que muchísimas personas se contagien. El resultado es que, en poco tiempo, una proporción muy alta de la población tendrá inmunidad natural, que se sumará a la de las vacunas en el caso de que los pacientes estuviesen previamente vacunados. Es el combo perfecto. Y, puesto que la evolución más lógica de un virus es hacerse más leve para seguir perpetuándose, cabe esperar que la cosa siga así, hasta que los síntomas sean tan leves y haya tantas personas inmunizadas que solo tengamos picos de contagio en periodos concretos. Habríamos llegado a la endemia.
Los siguientes pasos de ómicron
No podemos saber con seguridad cuándo tendremos la bajada de casos con ómicron. De momento, todo el mundo tiene la vista puesta en Sudáfrica, donde se dieron a conocer los primeros casos. Y también en Dinamarca y Países Bajos, donde hubo un gran aumento de casos poco después de que se conociese la nueva variante.
En los tres países los casos subieron rápidamente, desplazando al resto de variantes a un ritmo vertiginoso. Pero también descendieron rápidamente una vez alcanzado el pico.
Por eso, se espera que en otros países, como España, pueda ocurrir algo parecido. Hay incluso quien se atreve a vaticinar que el periodo de subida de casos durará unos dos o tres meses, pues es lo que duró de media en estos países. No obstante, no debemos olvidar que cada país es diferente y que el periodo no tiene que ser necesariamente el mismo. De hecho, comparar con Sudáfrica es complicado por diversas razones.
Para empezar, allí ahora mismo es verano. Además, su población está menos envejecida que la nuestra; por lo que, aun estando menos vacunados, la posibilidad de que se den casos graves no es comparable. Dinamarca sí podría ser un referente, aunque es un país con menos tendencia a la vida social, por el clima entre otros motivos. Esto también pone más difícil que el virus pueda saltar de unas personas a otras. Pero sí, lo esperable, en un principio, es que la pandemia tome un ritmo similar y que, quizás, acabe desembocando en endemia. Además, ahora que disponemos de fármacos útiles, además de las vacunas, las expectativas son aún mejores.
¿Qué pasará después de ómicron?
Tenemos buenas noticias, eso parece claro. ¿Significa esto que con ómicron podemos olvidarnos de las medidas y volver a la vida de 2019? Ojalá, pero no tan deprisa.
Está claro que la enfermedad ahora es más leve. Y que incluso puede ser beneficioso que nos contagiemos si lo hacemos de forma leve gracias a las vacunas, pues sumaremos un refuerzo extra. Pero está en nuestras manos que ese contagio sea escalonado. Si nos contagiamos todos a la vez, la sanidad no dará abasto, la enfermedad llegará a más personas susceptibles a pesar de las vacunas, y los pacientes de otras patologías quizás vean pospuestos sus diagnósticos o sus intervenciones.
Lo ideal sería que se reforzara la sanidad, pues los profesionales sanitarios están haciendo un esfuerzo titánico. Pero también nosotros, como pacientes, podemos intentar poner nuestro grano de arena. No se trata de dejar de vivir, pero sí de pensar que, aunque veamos la luz al final del túnel, aún nos quedan unos cuantos pasos que dar. Más iluminados, pero con algo de oscuridad.
Así, poco a poco, podríamos caminar hacia la endemia. Pero mientras haya lugares del mundo sin vacunar, el virus seguirá teniendo barra libre de personas a las que contagiar. Sin defensas previas en su organismo, podrá permanecer más tiempo con ellas, tendrá más posibilidades de replicarse y podrá cometer más errores al hacerlo. No es casualidad que ómicron haya surgido en África.
Podrán generarse más mutaciones y, si bien la tendencia es que estas caminen hacia formas leves, no podemos descartar que prospere alguna que no lo sea tanto. Aunque sería algo muy raro.
En definitiva, sí, lo más probable es que el virus se haga aún más leve. Sí, este podría ser ese último paso que tanto anhelamos para llegar hasta la endemia. Y sí, en un futuro puede que solo tengamos picos estacionales y que la vacuna solo sea necesaria para determinados grupos más susceptibles. Pero es imposible dar fechas o estar seguros de que esta sea la última variante.
Solo contamos con unas pocas certezas. La primera es que incluso con la ola de casos de ómicron estamos abismalmente mejor que hace un año y que, sin duda, ha sido gracias a la ciencia. La segunda es que esto se acabará algún día. Ninguna pandemia es para siempre. Más tarde o más temprano llegaremos a la endemia. Las señales apuntan a que será más temprano que tarde. Ojalá sea así. Mientras tanto, un poquito más de cautela. Ya queda menos de esta pandemia, eso también está más que claro.
Esta es una versión actualizada de un artículo publicado previamente en Hipertextual.