El primer aniversario del inicio de la administración de las vacunas del coronavirus en España ha llegado de la mano de ómicron. Esta nueva variante ha puesto a todo el globo de nuevo contra las cuerdas. Cuando parecía que algunos países se recuperaban, ha vuelto a azotarles con todas sus fuerzas, provocando una gran ola de nuevos casos. Y eso, por supuesto, ha alentado a los antivacunas en su discurso contra la inmunización, pues han visto la ocasión perfecta para proclamar que, si estas no evitan el contagio, es que no sirven de nada.

Pero lo más grave es que no solo ha dado alas a los antivacunas. Muchas personas que en su día se vacunaron con ilusión se han unido a las dudas. ¿Acaso el esfuerzo no sirvió de nada?

Esta es una pregunta que muchas personas se están haciendo estos días. Se acusa a los políticos y a los científicos de mentir y generar una gran desconfianza. Aquí no estamos para hablar de política, pero sí de ciencia. Y sí podemos asegurar que la ciencia no ha mentido a nadie. Las vacunas funcionan. Sin ellas ómicron estaría siendo una masacre digna de la más dramática de las películas pandémicas. Siguen evitando muertes y hospitalizaciones. Y quizás no tanto la enfermedad leve; pero, aunque ahora parezca difícil de creer, también evitan el contagio. Entre otras cosas, porque las personas vacunadas contagian menos. Y esa no es una suposición o una campaña de propaganda de los políticos o la industria farmacéutica. Es una afirmación sostenida por multitud de estudios científicos. 

Las vacunas del coronavirus funcionan

Aquel 27 de diciembre en que Araceli recibió la primera vacuna del coronavirus en España comenzábamos a hablar de la diferencia entre eficacia y efectividad.

Hasta ese entonces las compañías farmacéuticas detrás de cada una de las vacunas del coronavirus nos habían hablado de su eficacia. Este es el porcentaje de protección que ofrece un fármaco basado en los ensayos clínicos y los estudios realizados en condiciones de laboratorio. Sin embargo, hasta aquel día no podríamos empezar a hablar de efectividad. Al menos no en España y en la mayoría de países del mundo, pues ese porcentaje se calcula en base a los datos que se obtienen cuando el fármaco llega a la población general.

Si la vacunación no es homogénea por todo el mundo, aumenta la probabilidad de nuevas variantes como ómicron

Lo lógico es que baje un poco, pues puede haber condiciones que no se tuvieron en cuenta en el estudio. Es algo que se sabía. Aun así, estaba demostrado que la protección sería muy elevada. Sobre todo frente a la hospitalización y la muerte. Eso es algo que se dijo desde el principio.

Obviamente, en ese momento no sabíamos cómo sería ómicron. Pero sí se daba por hecho que llegarían nuevas variantes. Es lo lógico, pues todos los virus mutan. De hecho, por ese motivo se habló de trabajar para que las vacunas se administraran por el mundo de forma homogénea. Porque cada vez que el virus tiene la oportunidad de replicarse en un nuevo hospedador, tiene la oportunidad de mutar. Por eso ómicron ha nacido en África. Pero dejemos eso a un lado de momento. 

Se sabía que el virus mutaría y que, por lo tanto, las vacunas del coronavirus podrían perder algo de efectividad. Aun así, en ningún momento se dudó de que serían útiles. Y así está siendo.

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Araceli Hidalgo, la primera mujer vacunada en España

Las cifras hablan solas

Los efectos de las vacunas del coronavirus se han visto con gran evidencia en las tasas de fallecimientos y hospitalizaciones, tanto en planta como en UCI.

Por ejemplo, en el caso de España, a 23 de diciembre la tasa semanal de fallecimientos en no vacunados mayores de 80 años se encontraba en 25,80, mientras que en vacunados solo era de 2,26. Del mismo modo, la tasa de ingresos en UCI para los primeros era de 3,75 y solo de 0,21 para los segundos. Y también en las hospitalizaciones (81,15 frente a 10,25) hubo grandes diferencias. Incluso varía la tasa de contagio, con un 222,45 en no vacunados y un 44,03 en vacunados. Esto es aplicable a todos los grupos de edad, como se puede ver en este gráfico del Ministerio de Sanidad. 

Ministerio de Sanidad de España

Sin embargo, si nos fijamos en las cifras absolutas, están muriendo más personas vacunadas que sin vacunar. Esa es una de las armas de los antivacunas. ¿Cómo puede ser que esto ocurra?

Básicamente, porque hay más vacunados que sin vacunar. Imaginemos que estamos eligiendo entre 11 candidatos a 4 personas para realizar un trabajo. De ellos, 1 tiene un máster relacionado con el puesto y los 10 restantes solo carrera universitaria. El del máster, más cualificado, saldrá elegido seguro. Los otros 3 restantes solo tendrán carrera. Podríamos decir que menudo fastidio. ¿De qué sirve tener un máster si se ha elegido a más personas que solo tienen carrera? Pero lo cierto es que se ha escogido al 100% de los candidatos con máster. Y solo al 30% de los que no tenían nada más que carrera. Lo que pasa es que había menos personas con máster ofreciéndose para el puesto.

Con esto pasa lo mismo. Claro que mueren más personas vacunadas. Porque en España tenemos a más de un 90% de la población diana (la que tiene edad en la que se permite la vacunación) vacunada. Por probabilidad, morirán más, mayormente por edad o patologías previas. O porque son más susceptibles por cualquier otro motivo. Pero si nos fijamos en las tasas, la protección de las vacunas del coronavirus es más que evidente.

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Foto por CDC en Unsplash

Las vacunas del coronavirus también dificultan el contagio

Se ha hablado mucho de la eficacia o ineficacia del pasaporte COVID para acceder a centros sociosanitarios o al ocio.

Dejando a un lado si es más o menos ético o si en países con altas tasas de vacunación es recomendable, su uso se sostiene en dos premisas. Por un lado, alienta a quienes aún no se han vacunado a hacerlo. Por otro, si en una estancia todas las personas están vacunadas, la probabilidad de que se den contagios no será cero, pero sí será más baja, puesto que las personas vacunadas no solo tienen menos probabilidad de contagiarse. También contagian menos.

Pocos meses después del inicio de la vacunación global comenzaron a publicarse los primeros datos sobre la efectividad de las vacunas del coronavirus. En ellos no se analizaba solo la probabilidad de enfermar. También se tenía en cuenta cómo variaba la carga viral. Y lo cierto es que esta se mantiene más baja en todo momento. Ese es el motivo por el que la sintomatología se mantiene leve en muchos casos, pero también la razón por la que será más difícil contagiar. Debemos ver la carga viral como la cantidad de soldados que tiene el ejército del virus. Cuanto menos sean, peor será su capacidad para conquistar nuevos cuerpos. 

Las personas vacunadas tienen menos carga viral y, por lo tanto, contagian menos

En julio, un equipo de científicos italianos hipotetizó que, probablemente, esa baja carga viral y la consecuente disminución en las posibilidades de contagio se debe a que en pacientes vacunados el virus es cubierto inmediatamente por los anticuerpos, que evitan que pueda replicarse e infectar a otras personas.

También científicos del Instituto Pasteur estudiaron estos hechos y concluyeron que la probabilidad de transmisión se reduce en un 50% en una persona vacunada.

¿Qué pasa con ómicron?

Ómicron es algo así como un coronavirus 2.0. A lo largo de estos dos años entre nosotros ha ido perfeccionándose de mutación en mutación. ¿Pero cómo se perfecciona un virus?

Los virus no están vivos. Necesitan el contagio a un hospedador para poder replicarse. Por eso no les conviene que ese hospedador muera rápidamente o que pase un mes metido en la cama. Es mucho mejor para ellos que curse una sintomatología leve o incluso que se mantenga asintomático. Así, se relacionará con más personas y proporcionará nuevos hospedadores al virus. Si, además, este ha mejorado su capacidad para penetrar en las células, es un win win. Y eso es lo que ha hecho ómicron.

Las virus tienden a hacerse más leves, porque así pueden circular mejor entre personas

A través de varias mutaciones ha perfeccionado su capacidad para unirse a los receptores que actúan como puertas de entrada a las células. Y, además, en base a lo que se conoce de momento de su actividad en Sudáfrica, parece ser que es mucho más leve que las variantes anteriores. Lógicamente, un virus no piensa. No ha hecho esto a propósito. Simplemente las mutaciones que han perdurado han sido las que han facilitado esta dispersión

Ahora bien, ¿se ha vuelto también un mejor escapista de las vacunas del coronavirus? Parece ser que solo en parte. Lo que se ha observado de momento es que, por lo visto, los anticuerpos que estas generan no son tan buenos combatiéndolo. Pero sí que lo es la inmunidad celular. Esta es una nuestra segunda línea de defensa. La que se queda; ya que, de hecho, los anticuerpos acaban decayendo con el tiempo.

El problema es que, si tiene que pasar a la segunda línea de defensa, el virus permanecerá más tiempo en el organismo y eso podría ser perjudicial para las personas más susceptibles. Por eso se ha comenzado a administrar la tercera dosis progresivamente, empezando por los grupos de riesgo. Así, ellos dispondrán cuanto antes de esa primera línea de defensa formada por anticuerpos. No son tan eficaces como con las otras variantes; pero, al tener una mayor cantidad de ellos, pueden hacer frente a ómicron. 

En cuanto a las personas jóvenes y sin patologías, con dos dosis su segunda línea de defensa puede combatir el virus, evitando que la enfermedad llegue a ser más grave en la mayoría de casos. Aunque también puede que sean contagiosos algo más de tiempo, dentro de que, por supuesto, serán mucho menos contagiosos que alguien sin vacunar.

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Resumen sobre las vacunas del coronavirus

El resumen en todo este embrollo es que sí, las vacunas funcionan. Un año después de aquel ilusionante día siguen plantando cara al virus. Incluso en su versión 2.0.

Disminuyen-pero no eliminan- la probabilidad de contagio y, sobre todo, la de hospitalización y muerte. También hacen que seamos menos contagiosos. Son todo ventajas.

Las vacunas siguen siendo nuestra mejor arma contra el coronavirus

El problema es que con la capacidad de dispersión de ómicron se contagiarán más personas. Es inevitable. Por suerte la inmensa mayoría serán asintomáticas o leves, sobre todo si están vacunadas. Pero de contagio en contagio podría acabar llegando a alguien más susceptible. 

Por eso debemos cuidarnos y cuidar de los demás. Está claro que no podemos encerrarnos bajo siete llaves y que tenemos que vivir. Pero, en olas como esta, básicamente debemos usar el sentido común para intentar minimizar los riesgos. Y, por supuesto, debemos vacunarnos. Es la mejor arma de la que disponemos. Y es que, aunque el hastío pueda hacernos desconfiar, lo cierto es que sin las vacunas del coronavirus a día de hoy estaríamos viviendo una auténtica pesadilla.