Un equipo de científicos de la Universidad de Rutgers ha demostrado que la medicina tradicional a veces puede tener utilidades interesantes. Eso sí, siempre que se use con evidencia y alejada de aplicaciones pseudocientíficas. Lo han hecho al emplear el cupping para algo tan novedoso como administrar vacunas de ADN contra el coronavirus.

El cupping, también conocido como terapia de ventosas, se usaba ya en la antigua Grecia para tratar todo tipo de enfermedades. Con el paso de los años se le siguieron dando aplicaciones, hasta que los avances de la medicina dejaron en evidencia la mayoría de ellas. A día de hoy se le considera una pseudociencia, aunque sigue contando con gran fama, especialmente en ciertos ámbitos, como el del deporte.

Ahora, estos científicos han encontrado una utilidad que sí parece tener evidencia y que, llevada a cabo por profesionales, quizás, podría ayudar a administrar de un modo muy eficaz un tipo de vacunas del coronavirus que aún no han llegado a la práctica clínica. ¿Pero qué vacunas son estas? Y, sobre todo, ¿qué tienen que ver las ventosas del cupping con su administración?

'Cupping': un viaje al pasado

Existen numerosos documentos históricos, procedentes de diferentes culturas, en los que se mencionan los usos del cupping en medicina.

Los primeros se remontan a la antigua Grecia, cuando el mismísimo Hipócrates, considerado por muchos como el padre de la medicina, refirió su utilidad para combatir un gran número de afecciones. Se le considera el padre de la medicina, sí. Sin embargo, a día de hoy sabemos que la mayoría de sus teorías no gozaban de evidencia científica con los conocimientos actuales. No hay más que ver cómo sostenía que las enfermedades eran un desequilibrio en los niveles de cuatro humores: sangre, bilis negra, bilis amarilla y flema.

El 'cupping' consiste en colocar tazas calientes sobre la piel para generar una presión negativa, aumentando la circulación sanguínea

También se han encontrado referencias al cupping en antiguos documentos de la medicina tradicional china y en algunos escritos judíos de la época medieval. Pero, sin duda, son los chinos los que más partido le han sacado. De hecho, en China su uso continuó con el paso del tiempo, llegando incluso a los hospitales en los años 50 del siglo pasado. Y, finalmente, llegó a occidente a través de las conocidas como terapias alternativas. 

La técnica consiste en colocar tazas calientes sobre la piel para crear una presión negativa, como si de ventosas se tratara. Así, se aumenta la circulación sanguínea en la zona y, supuestamente, se promueve la curación de muchas enfermedades. 

Sin embargo, con el tiempo han surgido numerosos estudios que señalan dos cuestiones importantes. Por un lado, que la técnica puede llegar a ser peligrosa, especialmente para personas con problemas de hipertensión o de circulación sanguínea. Además, pueden provocar lesiones como quemaduras, úlceras, hematomas o petequias; que son pequeñas heridas resultantes del daño en los capilares sanguíneos. Por otro lado, la mayoría de los estudios científicos concluyen que, realmente, las aplicaciones médicas que se les atribuyen no son reales. Algunos sí que le encuentran una utilidad, pero la metodología empleada suele conllevar sesgos. Por eso se le considera como una pseudoterapia

Ahora, en cambio, sí que se le ha encontrado una utilidad. Pero no para curar ninguna enfermedad. Lo que han descubierto los autores del estudio que se acaba de publicar en Science Advances es que el efecto de las ventosas del cupping puede ayudar a administrar vacunas de ADN contra el coronavirus.

¿Qué son las vacunas de ADN?

Las vacunas de ADN son aquellas que introducen en las células del paciente el gen o los genes con las instrucciones para la síntesis de alguna proteína vinculada al patógeno que se quiere prevenir. Se podría decir que es un paso anterior a lo que hacen las vacunas de ARN mensajero, como las de Pfizer o Moderna, pues estas introducen ese mensaje ya traducido para que pueda ser interpretado por la maquinaria celular.

Se puede administrar el ADN a través de campos eléctricos, pero se generan muchos efectos secundarios

El problema de estas vacunas es que deben llegar hasta el interior de las células y, una vez ahí, hasta el núcleo celular, pues es  el lugar en el que se encuentra el ADN. Y esto no es fácil. Se puede hacer usando como vector un virus atenuado o inocuo. Es, por ejemplo, lo que hacen vacunas con vectores adenovirales, como la de AstraZeneca. Sin embargo, para ahorrar en costes y efectos secundarios también se puede administrar directamente el ADN en un plásmido, que es una especie de paquete con GPS, en el que se indica a dónde debe ir exactamente el material genético, de modo que no se inserte donde no debe. Pero entonces vuelve el problema de llegar hasta el núcleo.

Si el ADN se administra directamente en los tejidos, como ocurre con una inyección intramuscular, la mayoría se degradará antes de poder llegar a las células y rebasar la membrana nuclear. Para evitar esto, se han usado métodos como la electroporación, que aplica un campo eléctrico para generar momentáneamente poros en las membranas. Esto ya se ha probado, por ejemplo, administrando vacunas con una especie de pistolas, que a la vez que inyectan la vacuna aplican ese campo eléctrico.

Pero esto también conlleva ciertos problemas, como la posibilidad de que se genere inflamación, dolor y daños en los tejidos. Es necesario buscar alternativas y es aquí donde entra en juego el cupping, pues estos científicos han visto que el uso de una presión negativa sobre la piel genera un efecto de tensión y relajación que empujaría las moléculas de ADN hacia el interior de las células. 

Un dispositivo de succión portátil alimentado por batería para ensayos clínicos en humanos. Universidad de Rutgers

Los ensayos clínicos avanzan, pero aún es pronto

Según explican en un comunicado, los ensayos clínicos, realizados junto a la compañía farmacéutica GeneOne Life Science, están avanzando muy bien y ya se ha pasado a la fase II, demostrando un nivel de seguridad e inmunogenicidad muy bueno.

Pero aún no lancemos las campanas al vuelo. Será necesario seguir avanzando fases para saber que, realmente, el cupping puede tener una aplicación más allá de las pseudociencias. Mientras tanto, si te lo proponen para sanar alguna enfermedad, será mejor que huyas. 

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