Cuenta la fábula de Hans Christian Andersen que una reina que buscaba princesas casaderas para su hijo las invitaba a todas a dormir en una cama con varios colchones, bajo los cuáles colocaba un guisante. Era su forma de desechar posibles estafadoras; porque, según ella, solo una verdadera princesa lo notaría hasta el punto de que alterara su sueño. Esto tiene mucho de cuento y poco de realidad. Nadie notaría un guisante bajo un montón de colchones, por muy alta que fuese su cuna. Pero sí que es cierto que algunos pequeños cambios en el ambiente en el que dormimos pueden afectar a nuestro sueño. ¿Cómo debe ser entonces algo tan alejado de nuestra rutina como dormir en el espacio?

Muchos astronautas de la Estación Espacial Internacional (EEI) han reportado un peor descanso durante su estancia en las instalaciones. Según un estudio de 2016, de media duermen unas seis horas y, para colmo, lo poco que duermen suele ser con ayuda de fármacos hipnóticos. No es para menos, pues las condiciones no son ni mucho menos las más propicias para el descanso.

Visto esto, es importante detectar los factores que más afectan a las personas que intentan conciliar el sueño en el espacio. Y, de paso, buscar soluciones. Al fin y al cabo, nos gustaría que en un futuro el ser humano pudiese pasar largas temporadas, quizás de muchos años, colonizando la Luna o Marte y eso es algo que implica muchas siestas. Por eso, un equipo de científicos de la clínica MEDES de medicina espacial de Toulouse está llevando a cabo un estudio coordinado por la Agencia Espacial Europea (ESA), en el que participan además diversos grupos de investigación de todo el mundo. Aún se encuentran en la fase de análisis de los resultados, pero ya conocemos algunos datos interesantes.

Voluntarios para pasar dos meses en la cama

Para la realización de este estudio, se buscaron voluntarios dispuestos a pasar dos meses en la cama. Puede parecer algo más que cómodo, o al menos agradable, pero lo cierto es que no lo era. 

Los voluntarios tuvieron que permanecer tumbados, con la cabeza ligeramente inclinada, unos 4 grados, para que quedara más baja que los pies

Tuvieron que permanecer en la cama, sin levantarse de ella para nada. De hecho, incluso para comer debían mantener siempre una parte del cuerpo en contacto con ella. Además, no valía cualquier postura. Tenían que permanecer tumbados, con la cabeza ligeramente inclinada hacia atrás, unos 4 grados, para que esta quedara más baja que los pies.

Este modelo experimental se llama head down tilt bed rest y sirve para simular la redistribución de los fluidos que tiene lugar en condiciones de microgravedad. Lo ha explicado a Hipertextual María Ángeles Bonmatí, bióloga, investigadora del Laboratorio de Cronobiología de la Universidad de Murcia y, en el momento en el que se inició el estudio, miembro de uno de sus grupos de investigación, el grupo de sueño de la Universidad de Surrey, en Reino Unido. “De este modo, podemos evaluar los efectos que se producen en el organismo al pasar un tiempo en microgravedad sin necesidad de viajar al espacio”, señala. “Estas condiciones pueden tener efectos negativos en procesos metabólicos, inmunitarios, emocionales, cognitivos y en el sueño y los ritmos circadianos”.

Además, la experta en cronobiología nos cuenta que “los efectos que se producen en el organismo en estas condiciones se asemejan a ciertos procesos que se dan durante el envejecimiento, por lo que también se ha considerado un modelo de envejecimiento acelerado”.

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¿Qué factores dificultan dormir en el espacio?

Dormir en el espacio es complicado por muchos motivos. Uno, claramente, es esa redistribución de fluidos provocada por la microgravedad. Pero no es el único.

Los ritmos circadianos se ven muy afectados al dormir en el espacio

Para comprenderlos, es importante recordar qué son los ritmos circadianos. Se trata de cambios que se generan en nuestro cuerpo siguiendo un ciclo diario y que responden, entre otros estímulos, a la presencia o ausencia de luz.

Los regula el núcleo supraquiasmático, que se compone de unas 20.000 neuronas del hipotálamo medial. Y se dice que es el centro de estos ritmos circadianos porque, ante la presencia de determinados estímulos, envía señales a otros órganos de todo el cuerpo para que lleven a cabo esas funciones reguladas en ciclos de 24 horas. En el caso del sueño, la presencia o ausencia de luz, detectada a través de los ojos, controla la síntesis de melatonina. Esta es una hormona que promueve el sueño y que, por lo tanto, se secreta en presencia de oscuridad. Se ha visto que la luz, especialmente aquella con un mayor componente azul en el espectro electromagnético, inhibe la secreción de melatonina, alterando el sueño.

Por eso, el primer factor que dificulta dormir en el espacio es que allí no hay día y noche. No hay ciclos de luz y oscuridad; por lo que, salvo que esto se genere de forma artificial, puede ser muy difícil conciliar el sueño adecuadamente. 

Por otro lado, otra de esas salidas de los ritmos circadianos es la postura. Pasamos la mayoría del día de pie o, como mucho, sentados, pero para dormir generalmente nos tumbamos, pasando de un estado vertical a otro horizontal. “Las salidas del sistema circadiano (es decir, los ritmos que podemos evaluar) a menudo influyen también en el propio reloj circadiano”, señala Bonmatí. “Así, eliminar el cambio diario en la postura sin alterar el ciclo sueño-vigilia es también interesante para conocer la influencia de este cambio postural en la ritmicidad general y en el sueño”.

Finalmente, también debemos prestar atención al ruido y la ventilación. En un artículo para The Conversation escrito en 2016 por dos de los autores de este estudio, señalaban que en el interior de un dormitorio de la EEI se pueden alcanzar hasta 65 dB. El sonido se situaría, por lo tanto, entre el ruido de un lavavajillas y el de un aire acondicionado. Puede parecer poco, pero un martilleo continuo del mismo llega a volverse molesto y, por supuesto, también dificulta dormir en el espacio. Además, se debe promover una buena ventilación. Si no, los astronautas podrían sufrir privación de oxígeno, al acumularse sus propios alientos.

La importancia del deporte

El deporte en el espacio es muy importante. Es bien sabido que los astronautas en la EEI tienen rutinas de ejercicio físico frecuentes y dirigidas a minimizar los efectos de su estancia fuera de la Tierra.

Se intenta así, por ejemplo, reducir los riesgos de pérdida de masa muscular u ósea. Pero también se sabe que el ejercicio físico, siempre que no se realice muy cerca de la hora de ir a la cama, puede ser beneficioso para el sueño. Por lo tanto, puede ayudar a los astronautas a dormir en el espacio.

Es más, este es un parámetro que también se tuvo en cuenta en la simulación, según aclara Bonmatí: “Durante las dos semanas previas al tiempo encamados, los voluntarios llevaron a cabo un programa de ejercicio precisamente para comenzar esa fase en las mejores condiciones posibles”.

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Más allá del laboratorio

Esta investigación que aún se sigue llevando a cabo propiciará resultados muy interesantes. Pero, sin duda, no hay nada como investigar sobre el terreno. Por eso, también se han realizado experimentos in situ, en la Estación Espacial Internacional.

En ellos, Bonmatí nos cuenta que “se ha observado una reducción de la duración y de la calidad del sueño, así como una disminución en la amplitud y la sincronización de los ritmos, también al volver a la Tierra”. No obstante, también señala que, en el caso de los viajes espaciales reales, “es complicado aislar el efecto de la microgravedad propiamente del efecto de otros factores asociados a un viaje espacial”. “Por ejemplo, la intensidad o el espectro de la luz, así como el fotoperiodo, pueden verse alterados e influir también sobre el sueño o los ritmos circadianos”. En cambio, el modelo de microgravedad bed-rest, empleado en el estudio, tiene la ventaja de que permite aislar los efectos producidos por este fenómeno. Por eso es importante poder llevar a cabo este tipo de investigaciones.

¿Y qué sabemos hasta ahora sobre dormir en el espacio? 

Aunque este estudio se encuentre aún en fase de análisis, la experta en sueño ha podido adelantarnos algunos resultados. 

“La reducción de la señal del cambio postural produjo alguna alteración en los parámetros de algunos ritmos, como en la temperatura periférica. Por otro lado, aunque aún son resultados preliminares, en cuanto al sueño, observamos cierta tendencia a la reducción de la duración del sueño, pero también cierta capacidad de adaptación del organismo a lo largo de los dos meses en cama. En cualquier caso, como digo, aún son resultados preliminares y queda trabajo por hacer”.

María Ángeles Bonmatí, bióloga experta en sueño

En definitiva, aún son muchas las incógnitas sobre dormir en el espacio. Puede hacerse, está más que comprobado, pero no en las mejores condiciones. Y no importa si se trata de príncipes o plebeyos. El sueño solo entiende de clases sociales en los cuentos, así que más nos vale a todos buscar las mejores formas de conciliarlo. En el espacio y, por supuesto, también en la Tierra.