La vigesimosexta edición de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26) se inaugura este domingo en Glasgow. Esta edición toma el relevo de la celebrada en el invierno de 2019 en Madrid, que acogió la anterior edición ante la imposibilidad de hacerlo por parte de Chile.

Durante dos semanas, representantes de más de 200 estados debatirán de nuevo sobre cómo atajar el problema del Cambio Climático y afrontar una solución real para conseguir el objetivo surgido en el Acuerdo de París de 2015: mantener el aumento de la temperatura de la Tierra por debajo de 2 grados sobre la era pre-industrial, con la meta óptima de que se quede en solo +1,5 grados.

Desde 2015 se ha hablado de París como el gran pacto mundial que redimiría las deficiencias del Protocolo de Kioto. Un Acuerdo que no obstante nació con muchas notas al pie que aún no se han resuelto. Entre ellas: conseguir un acuerdo para el Artículo 6 que fije cierto consenso en cuanto al mercado de emisiones (algo que los expertos tachan de poco probable), acotar objetivos concretos para las grandes economías en descarbonización e involucrar a los países más pobres en ello. Y todo en el año en el que los Nobel han reconocido la importancia de la ciencia climática.

Muchos cabos sueltos, en definitiva, sobre los que tienen que ponerse de acuerdo muchas partes involucradas a la vez. No parece la mejor receta.

Así está la partida ante la Crisis Climática

Soy escéptico por defecto con las COP. Son reuniones de muy alto nivel que son producto de negociación donde en muchos casos ya hay aspectos predefinidos antes. Aunque siempre hay que mantener la esperanza, esta debido a la situación actual especialmente corre el riesgo de dotar de poca participación a la sociedad civil”, comenta a Hipertextual Enoch Martínez, ambientólogo y divulgador a través de la red de podcast Podcastidae.

La ONU ha advertido de que los planes de recorte de las emisiones de gases de efecto invernadero que los países tienen sobre la mesa siguen siendo insuficientes

La pandemia que retrasó esta cita un año es ineludible para entender el marco de la COP26. Tanto por cómo ha reconfigurado los objetivos de los estados en su perspectiva económica y sanitaria, como por el peso que ha tenido al opacar -como tantas otras cosas- el debate tan intenso que se había instalado a nivel gubernamental y de la calle sobre los problemas medioambientales.

“La agenda política ha quedado irremediablemente marcada por la pandemia”, valora Blanca Ruibal, coordinadora de Amigos de la Tierra en España a este medio ya en enero de este año.

A ello se suman varios informes y filtraciones que indican que el camino hasta ahora no es el correcto. Solo en las últimas semanas tres importantes estudios han puesto de nuevo a la humanidad frente al espejo:

  • Hace solo unos días la Organización Meteorológica Mundial (OMM) publicaba que el nivel de dióxido de carbono alcanzó en 2020 las 413,2 partes por millón, un 49% más respecto a los niveles preindustriales. Y todo ello a pesar del parón de actividad pandémico.
  • Poco antes, la organización internacional Climate Transparency preveía un repunte del 4% de las emisiones de CO2 para 2021 por parte de todos los miembros del G20, los países más desarrollados del mundo y los que más han contribuido al calentamiento global.
  • Y de forma aún más contundente y reciente, la agencia del medio ambiente de Naciones Unidas (Pnuma) advertía de que los planes de recorte de las emisiones de gases de efecto invernadero que los países tienen sobre la mesa siguen siendo insuficientes, y que deberían ser duplicados para conseguir los objetivos de París. Además, también se advertía de que solo entre el 17% y el 19% de las inversiones puestas en marcha hasta el primer semestre de 2021 frente a la pandemia estaban realmente enfocadas en la transición ecológica y energética.

¿Se ha comido la pandemia la ambición climática? ¿Y el debate en la calle?

Pero más allá de los gobiernos, hemos perdido los ciudadanos el foco en el problema climático. La COP25 de Madrid/Chile fue también la de la exposición ante el mundo del fenómeno Greta Thunberg, de Fridays for Future, y de una movilización que hizo que incluso se viera más lógico cruzar un océano en velero que participar en una reunión por una videoconferencia para evitar emisiones.

"Todo lo que se avanzó en 2019 y en la COP25 a raíz de movilización solo puede ser tildado de positivo. En especial por cómo se han involucrado las generaciones más jóvenes. Pero es cierto que ahora se percibe una menor presión social. En cierto modo en un contexto de pandemia es lógico, el foco mediático está en otros lados ahora…"

Enoch Martínez

Puestos a buscar ciertos datos sobre esto, hemos rastreado cómo han evolucionado algunas búsquedas de Google relacionadas, y el efecto es claro:

El reto de integrar a los países en desarrollo y el mercado de emisiones

La COP26 tiene como otro de sus objetivos integrar por medio de financiación a los países en desarrollo. Por ahora, parece que la pandemia también ha afectado a eso. “En una COP también es muy importante la presencia de asociaciones civiles, y por lo que se sabe y me cuentan amigos de América Latina, están teniendo muchos problemas para llegar a Glasgow, a nivel de restricciones y de financiación”, cuenta Martínez.

El otro gran cabo suelto es el Artículo 6o la posible regulación de un mercado de emisiones global, algo sobre lo que tampoco hay demasiadas expectativas, y más aún con el contexto energético y de precios actual.

Este artículo ya fue una de las grandes aspiraciones de la última COP25 de Madrid, donde el cacareado Artículo 6 del Acuerdo de París copó titulares por ser el punto clave de las negociaciones y finalmente quedar sin acuerdo.

ola de calor, cambio climático

Sobre la mesa, la idea heredada de París con respecto a este asunto era eliminar problemas heredados de Kioto como la doble contabilidad -que un país vendiera derechos a otro, y ambos se los descontaran de su cómputo de emisiones- o evitar que regiones más activas en la lucha contra el Cambio Climático, como Europa, salgan perdiendo laboral y económicamente por su apuesta sostenible.

Durante estos años, la UE ha ido rediseñando las reglas de su mercado de emisiones para hacerlas más duras. Actualmente estamos entrando en la Fase 4 (2021-2030), que prevé una reducción del límite de emisiones del 2,21% anual para cumplir con los objetivos del Acuerdo de París. Sin embargo, aún no ha conseguido acabar con uno de los grandes problemas: el llamado ajuste en frontera.

“Pensar que todos los países del mundo, con sus distintos intereses, vayan a llegar a un acuerdo así es un poco iluso", explicaba a Hipertextual Pedro Linares, profesor de la Universidad Pontifica de Comillas y director del centro investigador Economics for Energy.

Filtraciones entre lobbies y zancadillas a la propia ciencia

El último ingrediente que salpimenta esta COP han sido los informes que se han ido filtrando. En agosto, salieron a la luz fragmentos del que sería el sexto informe del IPCC. Al parecer, realizado por organizaciones ambientalistas con el fin de evitar que se relajaran sus afirmaciones debido a la presión de los estados.

Las anteriores filtraciones de informes dieron pie a argumentos negacionistas

De forma más reciente, y por medio de la BBC, una filtración de documentos revelaba presentaciones escritas desde representantes de Arabia Saudita, Japón, Australia, Argentina y Brasil para presionar sobre las medidas a tomar en cuanto a combustibles fósiles o las recomendaciones de reducción de consumo de carne.

Son dos filtraciones distintas con muy poco tiempo de distancia, pero de carácter distinto. Una exponía conclusiones previas del mayor informe científico que se da cada 5 o 6 años sobre la materia, y otro concretaba algo que en el fondo todo el mundo sabe: las presiones de los países.

“En particular, no me pareció bien que se dieran filtraciones del informe del IPCC. Es un trabajo riguroso y ya hemos tenido casos en los que filtraciones similares han acabado dando argumentos a los negacionistas”, comenta Enoch. El ambientólogo se refiere a casos como el Climagate de 2009, en el que una filtración masiva de comunicaciones entre científicos acabó sacando titulares como que el Cambio Climático era una conspiración. Aquel escándalo, por cierto, puede convertirse en película pronto.