Hace un año el mundo ponía sus ojos en la COP25 de Madrid-Chile. El auge de los movimientos sociales como #FridaysForFuture, la figura de la joven Greta Thunberg, y el comienzo de la incursión de un discurso verde ahora con más fuerza en la clase política parecía predecir el advenimiento de un año que, de una vez por todas, significaría un cambio en la política climática mundial.

No eran los tiempos más propicios si quitábamos todo el entusiasmo. Estados Unidos, segunda economía más contaminante del mundo, llevaba tres años de facto fuera del Acuerdo de París bajo la Administración Trump, y aquella COP25 se volvió a cerrar con más palabras y buenas intenciones que hechos. No en vano, el esperado Artículo 6 que fijaría el funcionamiento del mercado de derechos de emisiones entre países volvió a quedarse sin tratar.

Pero el cambio climático ya estaba en todos los titulares. Hasta que llegó lo que cambió nuestras vidas. La pandemia por coronavirus apartó toda la agenda para centrarse en el virus, incluyendo los objetivos climáticos.

Eso sí, la crisis que ha dejado la pandemia parece que sí que ha cambiado en algo en conjunto con la senda que ya se había marcado. La Unión Europea ha estructurado sus fondos para la recuperación con la transición ecológica y las energías renovables como dos de las ramas que más financiación tendrán, al tiempo que, además de Bruselas, Japón, Corea del Sur e incluso China han fijado sus objetivos para producir emisiones netas -que estos estados puedan absorber o neutralizar tanto carbono como el que emitan- para el intervalo entre 2040 y 2060, incluyendo también a las principales empresas tecnológicas.

“La agenda política ha quedado irremediablemente marcada por la pandemia”, valora Blanca Ruibal, coordinadora de Amigos de la Tierra en España. Sin embargo, aunque “falta ir a las causas y a los hechos, algo que queda pendiente para este 2021, la crisis actual también ha abierto una oportunidad”, comenta.

“Hasta ahora teníamos el problema de la financiación a la hora de atajar los problemas ambientales y climáticos, ahora parece que hay dinero para todo, y el reto para organizaciones como la nuestra es estar vigilantes. 2020 prometía mucho y no ha estado a la altura, pero 2021 debería ser sin excusas el año de la actuación”, valora Ruibal.

Cinco años del Acuerdo de París… con todo por hacer

Porque 2020 también era el año en el que se cumplía un lustro desde que el 12 de diciembre de 2015 se firmara el muy esperado Acuerdo de París, el gran pacto mundial que redimiría las deficiencias del Protocolo de Kioto. Un Acuerdo que no obstante nació con muchas notas al pie.

Bajo la premisa de mantener el aumento de la temperatura de la Tierra por debajo de 2 grados sobre la era pre-industrial, con la meta óptima de que se quede en solo +1,5 grados, el Acuerdo ha reunido a más de 190 países firmantes durante estos años, pero dando a cada uno libertad para acometer sus propias metas.

Se esperaba que para este año los países firmantes presentaran sus planes de reducción de emisiones, pero con el retraso de la nueva COP26 que tendría que haber tenido lugar en Glasgow hace un mes, y que se traspasó a 2021, se retrasó todo. La ONU informaba al acabar octubre que solo 15 países, que cubren el 4,6% de las emisiones de gases de efecto invernadero, habían enviado planes mejorados contra el calentamiento global.

“A 5 años de París la valoración no puede ser otra que negativa, hay una cuestión que se puede ver como una oportunidad y que es la reconstrucción tras la pandemia, la UE ha sentado mínimamente las bases de una recuperación verde”, señala Ruibal.

El marco ahora está en ver cómo progresa el acuerdo. Con Estados Unidos de vuelta una vez que Joe Biden entre en la Casa Blanca, se espera que poco a poco se vuelva a una normalidad donde sea el momento de poner las cosas en blanco sobre negro.

El confinamiento reduce las emisiones, pero no ha venido a salvarnos

Algo en lo que también hace hincapié Ruibal como un aspecto positivo es cómo los confinamientos y la propia pandemia hizo que se creara un clima de mayor conexión y referencia con el medio ambiente. “Hay un consenso social y científico de que nuestra relación con la biodiversidad y con el planeta es uno de los factores principales de que surjan pandemias como las que estamos viviendo. El reto, nuevamente, es mantener esa llama viva”.

Antes de la cumbre de París de 2015, las emisiones globales estaban en camino de aumentar las temperaturas en 3,5°C para el 2100, según las estimaciones de Climate Action Tracker, un consorcio científico sin fines de lucro. Ahora, esa trayectoria se ha aplanado hasta los 2,9°C. Una reducción insufienciente.

Global Carbon Project

Porque aunque la pandemia ha conseguido que con el cese de la actividad las emisiones de CO2 hayan caído más de un 7% este año, según el centro de análisis Global Carbon Project, la otra cara de la moneda es que esto no ha sido suficiente para relajar los niveles de concentración de carbono en la atmósfera.

Si en 2019 las mediciones de concentración de CO2 en la atmósfera rompieron el umbral de las 410 partes por millón (ppm), el crecimiento de este gas ha seguido creciendo en 2020, provocando que el problema de fondo, el calentamiento global, no haya retrocedido ni parado aunque los humanos sí que lo hayamos hecho.

El año de las energías renovables y el coche eléctrico

Donde sí que parece que ha habido avances claros es en el apoyo y la transición hacia economías bajas en carbono en dos de los puntales principales de emisiones: transporte y energía.

A falta de que el comienzo de 2021 aporte datos cerrados, parece evidente viendo datos como las ventas de Tesla y de otros fabricantes eléctricos que el parón económico les ha afectado mucho menos que a los coches de combustión.

De igual modo ha pasado en la energía, donde en España por ejemplo 2020 se ha cerrado como el año en el que la fotovoltaica ha producido tres veces más electricidad que el carbón, fuente de energía que en 2020 parece haber cerrado finalmente su ciclo en la mayoría de economías desarrolladas.

“En materia de energía, los avances han sido enormes, pero hay que señalar que han sido porque estas tecnologías han demostrado ser rentables, no porque ahora el conjunto de empresas que dominan el sector energético hayan decidido cambiar hacia lo renovable en un ataque de buena fe”, comenta Ruibal, que incide que el principal reto de 2021 será que muchas de estas buenas intenciones, “se materialicen en hechos”.

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