Todos sabemos que el sudor es una de las consecuencias más normales de pasar calor. En el hemisferio norte lo estamos comprobando con creces últimamente. Esto se debe a que es una de las formas que tiene nuestro cuerpo de refrigerarse y mantenerse a una temperatura más o menos constante.
Sin embargo, el estrés y la ansiedad también son grandes impulsores de este mecanismo. ¿A quién no le ha ocurrido alguna vez eso de tener la frente empapada en sudor durante un momento de gran nerviosismo?
Cada persona es diferente. Algunas sudan más, otras menos y cada cual es más propensa a sudar en una u otra zona del cuerpo. Pero, en general, es una reacción común; que, como otros tantos efectos del estrés, se debe al famoso mecanismo de lucha o huida.
Lucha o huye
La ansiedad es una respuesta adaptativa que resulta muy beneficiosa siempre que no interfiera en nuestro día a día.
Gracias a ella, nuestros antepasados podían detectar situaciones amenazantes y prepararse para enfrentarse a ellas, si era posible, o huir, si esta era la mejor opción para la supervivencia. Hoy en día sigue siendo importante ante situaciones que también podrían ser peligrosas. El problema es que a veces detectamos como amenazantes situaciones que realmente no lo son y es ahí cuando la ansiedad se convierte en algo por lo que deberíamos buscar ayuda.
Dejando eso a un lado, la respuesta de lucha o huida es la causa principal de todos esos síntomas que achacamos a la ansiedad. La primera persona en definirla fue el fisiólogo Walter Bradford Cannon, quien descubrió que, cuando se ven amenazados, los animales reaccionan con una descarga general del sistema nervioso simpático, que les prepara para escapar o luchar.
El sistema nervioso simpático regula un gran número de acciones involuntarias. En él intervienen varios neurotransmisores, pero los más importantes son las hormonas adrenalina y noradrenalina.
Y es precisamente una gran descarga de estas sustancias la que provoca la mayoría de síntomas de la respuesta de lucha o huida. Entre ellos destacan, por ejemplo, el aumento del ritmo cardíaco, la dilatación de las pupilas, la boca seca, los temblores e, incluso, en casos extremos, una relajación de los esfínteres y pérdida de audición. Eso es lo que vemos. Lo que está ocurriendo en el organismo es que el flujo sanguíneo se desvía de la mayoría de partes del cuerpo hacia los músculos, por si fuese necesario salir corriendo.
A su vez, aumentan la presión sanguínea y el ritmo cardíaco para producir un aporte extra de energía. Una energía que se desvía precisamente hacia esos músculos bien cargados de sangre, de ahí que se pierda la que invertimos en otras funciones corporales, que se ven detenidas. Las pupilas se dilatan para que veamos mejor. Y sí, también aumenta la secreción de sudor. ¿Pero por qué?
Sudor por nervios: huye y no mueras de calor
La liberación de adrenalina actúa sobre las glándulas sudoríparas, favoreciendo la secreción de sudor.
Esto ocurre paralelamente al resto de consecuencias; que, en general, suponen un incremento en la tasa metabólica, que podría sobrecalentar el cuerpo. Como sabemos, la sudoración es un proceso para reducir la temperatura corporal. Cuando se libera el sudor a través de una serie de glándulas presentes en la piel, este debe evaporarse. Está compuesto sobre todo por agua, que tiene un alto calor específico. Es decir, se necesita mucho calor para poder evaporarla. Y eso, en este caso, es bueno, ya que para ello se usará ese sobrecalentamiento corporal que queríamos eliminar. Por eso, aun con mucho calor en el exterior, nuestra temperatura se mantiene más o menos en torno a 37ºC.
¿Por qué huele mal?
Si casi todo es agua, ¿por qué huele tan mal el sudor? Básicamente, esto se debe a que, aparte de agua, contiene determinados ácidos grasos, proteínas y otros residuos metabólicos, que son fermentados por las bacterias que viven en nuestra piel. Como resultado, se generan varias sustancias, algunas de ellas con un olor desagradable.
No obstante, esto es algo totalmente normal, pues no son bacterias perjudiciales ni mucho menos.
Otros motivos por los que generamos sudor
En general, el sudor se produce ante un aumento de la temperatura corporal. El más directo es por el calor ambiental, aunque también hemos visto que se puede producir por un aumento del metabolismo a causa del estrés.
Pero cualquier otra situación que eleve nuestra temperatura nos hará generar sudor. Es el caso del ejercicio físico intenso, la fiebre o incluso el consumo de alcohol, cafeína o alimentos picantes. Todo aquello que nos genere calor también nos hará sudar. Y menos mal.