Los viajes al espacio han pasado de la ciencia ficción a la realidad a una velocidad increíble. 60 años después de esa primera incursión emprendida por Yuri Gagarin, doce personas han viajado a la Luna, cientos de astronautas han vivido en una estación espacial ubicada en la órbita terrestre, el turismo espacial cuenta cada vez con más ofertas e incluso se empiezan a proyectar para un futuro no muy lejano las primeras misiones tripuladas a Marte. Sin embargo, aún no estamos listos para pasar largas estancias espaciales, por culpa, entre otras cosas, de los daños que las radiaciones cósmicas pueden hacer a nuestro ADN. Esto es algo que los astronautas en la Estación Espacial Internacional intentan solventar con experimentos como uno publicado recientemente en PLOS ONE, en el que han empleado por primera vez la herramienta CRISPR en el espacio.
Esta investigación, liderada por el doctor Sebastian Kraves, forma parte del proyecto Genes in Spaces y ha sido revolucionaria por muchos motivos. En primer lugar, porque ha realizado por primera vez técnicas de biología molecular como CRISPR o la famosa PCR en un entorno de gravedad cero. Y, por otro lado, porque ha logrado modificar exitosamente el material genético de un organismo vivo, en este caso levaduras.
Lógicamente, esto no quiere decir que estemos listos para reparar el ADN de los astronautas que viajen al espacio. Pero es un buen comienzo.
Así ha sido la primera vez de CRISPR en el espacio
Uno de los mayores peligros de los viajes espaciales es el daño que pueden hacer las radiaciones al ADN. Nuestras células tienen sus propios mecanismos de reparación. El problema es que no son perfectos, a veces fallan y pueden dar lugar a mutaciones peligrosas.
Por eso, hace años que los científicos han intentado dar con soluciones a este problema. Investigaciones anteriores lo han hecho a través de la propia radiación. Es decir, si el error inicial fue que se generó un fallo en el ADN intentando solucionar las roturas de la radiación, se usa más radiación para provocar nuevas roturas que eliminen ese fragmento.
Lo malo de todo esto es que la radiación es muy inespecífica, por lo que puede afectar a otros puntos del ADN que no tengan ningún error. Y vuelta a empezar.
Para intentar solventar todo esto, los autores de este estudio pensaron en la utilidad de CRISPR en el espacio. Esta es una herramienta muy poderosa, con grandes utilidades en áreas tan dispares como la biomedicina o la industria alimentaria. De hecho, es tan importante que este año le valió el premio Nobel de Química a sus dos desarrolladoras.
Actúa como un cortapega genético, cortando y corrigiendo errores en el material genético. Pero no lo hace como la radiación, sino que se dirige específicamente al punto que se debe corregir. En este caso, lo hicieron con el ADN de levaduras y el procedimiento fue muy exitoso.
Luchando contra la gravedad cero
Esta ha sido la primera vez que se usa CRISPR en el espacio, pero no ha sido la única técnica empleada. También se han realizado otras como la PCR o la secuenciación de nanoporos. Todo ello en un ambiente extremo, con los reactivos y el material flotando a causa de la gravedad cero.
No ha sido fácil, pero ha supuesto un gran avance de cara a futuras misiones. Y es que, si en sesenta años hemos conseguido tantas cosas, ¿qué no podría ocurrir dentro de otros sesenta?