Lo más seguro es que los lectores de la escritora israelí-estadounidense Leigh Bardugo lanzasen las campanas al vuelo al saber que la trilogía de Sombra y hueso y el díptico Seis de Cuervos, novelas suyas, se iban a convertir en una serie de Netflix con el título de la primera. Lo que no está tan claro es que se alegrasen al conocer que su compatriota Eric Heisserer fuese el encargado de la adaptación.
Pero no debido a que su trayectoria cinematográfica apeste especialmente, sino porque es capaz de ofrecernos guiones malos, regularcitos o bastante interesantes. Le pertenecen los de Pesadilla en Elm Street: El origen (Samuel Bayer, 2010), Destino final 5 (Steven Quale, 2011) y La cosa (Matthijs van Heijningen Jr., 2011). Y después dirigió la decente Horas desesperadas (2013).
En los libretos de Nunca apagues la luz (David F. Sandberg, 2016), La llegada (Denis Villeneuve, 2016), Extinción (Ben Young, 2018), A ciegas (Susanne Bier, 2018) y Bloodshot (Dave Wilson, 2020) también estampó su firma. Bueno, en realidad, para la tercera no le acreditaron. Y, no obstante, al magnético filme con el que Villeneuve trasladó un curioso cuento de Ted Chiang (1998) a la gran pantalla se lo puede considerar lo más notable en lo que Eric Heisserer se ha involucrado.
Incluso si se cuenta con Sombra y hueso, cuyo tiro tampoco le sale por la culata en absoluto. Tal vez no acierte con sus dardos dramáticos en pleno centro de la diana, pero sí se lo debe reconocer como un entretenimiento digno con unos cuantos misterios y giros de lo más razonables.
‘Sombra y hueso’: solidez dramática sin maravillas
Esta serie de Netflix se sirve de un buen número de recursos narrativos para relatar su oscura historia de fantasía en un mundo humano de estilo decimonónico, desde la voz en off y los flashbacks para empezar hasta los montajes paralelos y los cierres intensitos para seguir. Eric Heisserer, los demás guionistas y los realizadores consiguen que el espectador se la llegue a tomar en serio.
Sus diálogos siempre resultan útiles, tienen rumbo —una lástima, Tarantino— y no les pesa la solemnidad, sus escenas son emocionalmente sólidas y su brutalidad esporádica no disgusta lo más mínimo. La credibilidad de los personajes de Sombra y huesos, por otro lado, no se puede poner en duda ni un pelín, pero ninguno de ellos parece mostrar posibilidades de convertirse en nuestro favorito.
La propia serie de Netflix está indiscutiblemente bien hecha pero no como para maravillarnos en ningún momento. Su composición audiovisual es eficiente, adecuada en todas las secuencias, y solo nos brinda algunos alardes.
Caras desconocidas y ecos en la banda sonora
En no pocas ocasiones, la banda sonora de Joseph Trapanese, que ha aportado partituras para películas como Oblivion (Joseph Kosinski, 2013) o El gran showman (Michael Gracey, 2017) y la serie Berlin Station (Olen Steinhauer, 2016-2019), nos recuerda a la que compuso Hans Zimmer para las dos primeras partes de Sherlock Holmes (Guy Ritchie, 2009, 2011); y otras, a la que le proporcionó Ramin Djawadi a Juego de tronos (David Benioff y D. B. Weiss, 2011-2019). Lo cual no es negativo por la altura de ambas, y hay fragmentos de cuerda verdaderamente inspirados.
De caras mayormente desconocidas se ha nutrido el reparto variopinto de Sombra y hueso, y todos los actores están intachables. Comenzando con Jessie Mei Li (Last Night in Soho) en la piel de Alina Starkov, Archie Renaux (Morbius) como Malyen Oretsev y Ben Barnes (Westworld), el único identificable, que encarna a Alexander Kirigan, continuando con Freddy Carter (Pennyworth) como Kaz Brekker, Amita Suman (Doctor Who) interpretando a Inej Ghafa, Kit Young (The School for Good and Evil) como Jesper Fahey y terminando con Danielle Galligan (Krypton) de Nina Zenik o el casi novato Calahan Skogman como Matthias Helvar.
Y, tras el vibrante episodio con el que termina la temporada inaugural de esta serie de Netflix, es probable que volvamos a ver en una segunda el rostro de todos ellos.