El 11 de febrero de este año, CBS estrenó la serie Clarice basada en el personaje interpretado por Jodie Foster en la mítica El silencio de los Corderos. Fue una extraña decisión de producción, teniendo en cuenta que los derechos de los personajes de Thomas Harris están divididos entre el estudio MGM y la compañía de Dino de Laurentiis.
Con todo, la CBS tomó el riesgo de llevar a la televisión a un personaje esencial para comprender el cine de suspenso… pero sin su universo. De modo que, hasta ahora, la serie ha mostrado a Starling (Rebecca Breeds) en medio de situaciones sin mayor relación con las películas originales. Ni Hannibal Lecter o el asesino serial Buffalo Bill podrán ser mencionados en el argumento televisivo.
El resultado es una mezcla curiosa de estilos que apuntan a lo genérico. Clarice es otro de los tantos personajes que enfrentan asesinos seriales, solo que lleva la impronta de un éxito mayor de la cultura pop a cuestas. Pero el principal enemigo de Clarice no es un psicópata, sino la interminable serie de remakes y spin off que llenan el contenido actual.
Un personaje en busca de autor
Hace una semana, la noticia de que Peacock adaptará al Robert Langdon del escritor Dan Brown sorprendió a buena parte de los fans. El personaje, interpretado por Tom Hanks en la irregular franquicia cinematográfica, llegaría al canal con el rostro de Ashley Zukerman. El actor de The Code y Succesion protagonizará un piloto tentativo, de cuyo resultado dependerá la permanencia de la serie. Como si todo lo imprevisible que resulta esa premisa no fuera suficiente, el show deberá completar la larga sucesión de aventuras de las películas.
Las películas basadas en la obra de Dan Brown no fueron precisamente desastres de taquilla y cuentan con un considerable público a cuestas. Aun así, siempre han recibido críticas por su incapacidad de adaptar con buenos resultados las tramas del escritor.
Conocido por sus relatos que incluyen elementos simbólicos y teorías históricas debatibles, Brown se ha convertido en un autor para un público específico. Uno sin excesivas expectativas y con toda la intención de pasar un buen rato con los con frecuencia, disparatados argumentos del escritor.
Las adaptaciones en pantalla han corrido con la misma suerte. La trilogía ha sido considerada un experimento fallido, basada en el arraigo de actores y escenarios fastuosos. ¿Podrá el personaje tener éxito sin el peso de una producción costosa, que muestre los a menudo sofisticados escenarios históricos descritos por Brown?. ¿Podrá Langdon competir con la proliferación de detectives y expertos brillantes que llenan la televisión?
Tanto a la serie Clarice como al piloto de Langdon les une el mismo problema. La considerable cantidad de propuestas idénticas que llenan los catálogos y programación de la televisión y el mundo online actual. A pesar de su peso en la cultura pop, tanto uno como el otro parecen ser un recurso calculado por usar material sin riesgos.
En medio de la batalla de contenido que se lleva a cabo en todo ámbito posible del mundo del entretenimiento, lo experimental parece haberse limitado. Y eso incluye, producciones novedosas que puedan significar pérdidas apreciables en medio de un complicado panorama a corto plazo.
Nada nuevo bajo el sol
Hace unas semanas, la plataforma Paramount+ desplegó todos sus recursos para captar público. Lo hizo mientras Netflix alcanza los 200 millones de suscriptores. Por otro lado, Disney Plus anunció hace poco que ya se acerca a la mítica cifra de los 100 millones, en especial luego del éxito de su contenido original. Tanto The Mandalorian como WandaVision se han convertido en resonantes triunfos, tanto de audiencia como de crítica. Lo que se traduce como una nuevo valor en un mercado saturado.
De modo que Paramount+ realizó una jugada medida. Anunciar que la mayor parte de su contenido se basaría en series derivadas del amplio catálogo del estudio del que lleva el nombre. Desde la clásica Love Story hasta el fenómeno generacional Flashdance, la intención parece ser producciones de profundo arraigo. Más allá, que no deban experimentar ni encontrar a su público. La obvia necesidad de captar una base de suscriptores amplia, creó una especie de universo de películas antiguas renovadas para una nueva generación. Y además, para el formato por excelencia del nuevo milenio: las series.
Antes de cambiar de nombre y ofrecer servicio a nivel mundial, la plataforma ya había hecho un primer intento en esa dirección. La adaptación de The Stand de Stephen King fue la primera gran producción de la plataforma. Y a pesar de las críticas que recibió la producción, su impacto fue suficiente para sacar del anonimato a CBS All access. Quizás lo único que necesitaba.
La experiencia parece haber marcado la pauta para lo que vendrá en la plataforma. Además de una nueva versión de Cementerio de Animales de Stephen King (que será una precuela), Paramount + insistirá con llevar al streaming los personajes de The Italian Job y El Padrino. Esta última, intentará contar lo ocurrido durante la accidentada producción de la película. Pero aun así, se trata de una pequeña trampa de efecto, basado en la nostalgia. Un juego en el que parecen participar buena parte de las plataformas actuales.
Series sin rostro, sin sustancia, sin interés
Por supuesto, no se trata de un fenómeno nuevo. La serie Hannibal se convirtió en un fenómeno de culto en el 2015, lo mismo que Motel Bates cuya última temporada se transmitió en el 2017. El año pasado, la historia de la pérfida Ratched de Milos Forman llegó a Netflix con críticas mixtas y de la mano de Ryan Murphy.
También la serie Ash vs. Evil Dead hizo las delicias de los fanáticos de la versión cinematográfica hace dos años. Fargo, basada en la oscarizada película del mismo nombre, es un éxito de crítica y de audiencia.
Pero a diferencia de Clarice y Langdon, muchas de las series basadas en universos cinematográficos y literarios mayores llevan su mitología a cuestas. Fargo conserva la atmósfera enrarecida y singular que los hermanos Coen brindaron al film. Incluso Ash vs. Evil Dead incluye al mismísimo Bruce Campbell como Ash Williams.
Un caso en específico es el de Hannibal, que también debió sufrir los rigores de la guerra de derechos entre estudios. La serie protagonizada por el danés Mads Mikkelsen tuvo que recurrir a la línea temporal de Thomas Harris para encontrar su lugar. Y mantuvo con éxito una identidad propia que le permitió evitar depender de la versión cinematográfica. El Lecter del showrunner Brian Fuller tenía la misma personalidad críptica que interpretado por Anthony Hopkins. Y esa salvedad fue lo que aseguró su éxito.
Pero Clarice es un procedimental al uso, con un guion plano y ninguna decisión creativa arriesgada. Langdon, de la que ahora se sabe poco, promete solo traer al contenido streaming al emblemático personaje. Pero al hacer revisión de su paso por el cine, es evidente que el éxito de las películas, no está en la personalidad del ficticio profesor. Tanto el Código Da Vinci como Ángeles y Demonios tuvieron una cuidada producción en las locaciones originales de sus versiones literarias.
Por ahora, lo más llamativo parece ser el hecho, que Robert Langdon se enfrentará al misterio de la novela del 2009 El Símbolo perdido, que se desarrolla en Washington. Lo más probable es que será una producción discreta, sin mayor originalidad y basada en lo posible, en la repercusión de la trilogía cinematográfica.
¿Se acabaron las nuevas ideas para contenido original? ¿Nos espera una época de versiones inofensivas de los grandes personajes en pantalla? Después de un año de pérdidas continúas, lo más probable es que los estudios estén pocos dispuestos al riesgo. En especial, cuando deben competir en el terreno poco claro y sin duda, complicado del streaming. De modo, que es probable que el streaming se resuma a una colección de personajes deslucidos y genéricos con nombre famoso a cuestas. Al menos por un tiempo.