Que el navarro Álex Pina (n. 1967) se ganase el derecho a que le prestásemos atención a sus siguientes proyectos televisivos tras brindarnos La casa de papel (desde 2017) no parece muy discutible. Antes de dicha serie, quizá Vis a vis (2015-2019) mereciera un buen vistazo. Las anteriores, no mucho. Es lo que tiene adaptarse por fin a lo nuevos tiempos de perspectiva cinematográfica en la pantalla pequeña. Y después ha dejado el pabellón a una altura interesante con El embarcadero (2019-2020) y, algo más abajo, con White Lines (2020). Ahora nos trae Sky Rojo (desde 2021), una nueva serie de Netflix, nuevamente con la complicidad de la soriana Esther Martínez Lobato (n. 1976).

Se trata de la novena colaboración en su fructífera relación profesional, establecida a partir de Los hombres de Paco (desde 2005) y que incluye, por ejemplo, las otras cuatro ficciones televisivas mencionadas, en las que ella, si no figura como cocreadora, sí ha firmado cierto número de guiones. Pero no cabe duda de que esta flamante propuesta constituye lo más arriesgado que se han atrevido a realizar hasta la fecha, y no solo por el asunto que aborda y los tiempos que corren.

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Netflix

Una fusión de contrarios

Porque Sky Rojo se zambulle sin ambages ni autocensura alguna en el mundo de los prostíbulos y la trata de mujeres desde un género y un tono por completo inesperados. Este tema, que daría para un apropiado dramón social muy del gusto de Fernando León de Aranoa y su conmovedora Princesas (2005), nos lo descerrajan Álex Pina y Esther Martínez Lobato como una road movie de acción por entregas, en la que no falta un sentido del humor negro y una baba malísima que no les había asomado a estos dos creadores en ninguna otra serie. Es decir, juegan a la fusión de contrarios: lo dramático en el envoltorio del entretenimiento.

Y ese es uno de los motivos más claros de la gran osadía que supone un planteamiento como el de la serie de Netflix. Pero no hay que precipitarse en el error de los que aseguran haber visto fantasmas donde no los hay y nunca los hubo ni en la intención ni en los hechos. Todos estamos con las tres prostitutas protagonistas que quieren liberarse de los facinerosos que las explotan sexualmente, Coral, Wendy y Gina, encarnadas por unas estupendas Verónica Sánchez (El embarcadero), Lali Espósito (Acusada) y Yany Prado (La doble vida de Estela Carrillo); y tal cosa ocurre porque el libreto nos empuja hacia su bando.

Los que no entienden nada de ‘Sky Rojo’

Así, la toma de posición de los espectadores es inexorable, y de veras queremos que este trío reparta estopa entre sus adversarios. Y que haya carisma en un villano elocuente como el criminal Romeo, y claroscuros en su personalidad desequilibrada igual que en la de sus secuaces predilectos, Moisés y Christian, únicamente responde al propósito de construir a unos personajes complejos, atractivos como entes de ficción y sin pinta de cartón piedra. A cuya credibilidad ayudan mucho unos intachables Asier Etxeandia (Dolor y gloria), Miguel Ángel Silvestre (30 monedas) y Enric Auquer (La línea invisible), por supuesto.

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Pero resulta muy lamentable a lo que ha llegado el análisis obtuso, inadecuadamente activista, de las obras audiovisuales como para tener que explicar quiénes son los malos y quiénes las buenas en Sky Rojo. Que no baste la exposición de las vejaciones y la esclavitud de estas mujeres en primera persona y con una recurrente voz en off para dejarlo bien clarito. Y el colmo es que debamos señalar a los que no entienden nada en absoluto que cuanto dicen los antagonistas sobre la prostitución y la trata lo dicen desde su miseria moral. Una miseria moral de la que Álex Pina y Esther Martínez Lobato son muy conscientes.

El riesgo del exceso en la serie de Netflix

Y, por si lo anterior fuera poco, hay aquí trayectorias que esconden el pack completo del maltrato, además de ciertos instantes en los que se incluye un discurso sobre de quién es la culpa de este sufrimiento femenino. Conque sugerir que Sky Rojo les encantará a quienes deseen satisfacer fantasías de violencia contra las mujeres es ridículo y delirante hasta más allá del límite en el que uno puede reprimir la carcajada. Y, de todos modos, ¿a alguien se le ha pasado por el caletre que La casa de papel defienda a los atracadores de la vida real? ¿Qué sentido tiene evaluar una serie como si fuera una obra de tesis sin serlo?

Sin embargo, Sky Rojo no se distingue por arriesgada únicamente debido a sus decisiones esenciales y a la esperable reacción de los que la malinterpretan y no admiten un espectáculo así por cuestiones ideológicas. Ni pincha en la planificación o el ritmo por un montaje trepidante con insistentes flashbacks, escenas paralelas y pantalla dividida. En el exceso de su pulp latino, su ocasional astracanada, sus enredos emocionales y las motivaciones difíciles de sus protagonistas, corre el peligro de caer por el barranco de la inverosimilitud. Pero, de alguna manera, consigue mantenerse en pie y escapar bien airosa de trance.

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