La contaminación acústica es una de las más desconocidas. Las consecuencias de los gases de efectos invernadero en la atmósfera o de los microplásticos en el agua están más que claros. Incluso son ya muchas las personas que entienden la importancia de proteger nuestro cielo de la contaminación lumínica. Sin embargo, no nos paramos lo suficiente a pensar en los daños que puede provocar vivir expuestos constantemente a un ruido intenso. Ya se ha comprobado que puede afectarnos a muchos niveles. Por ejemplo, se sabe que puede causar partos prematuros en las embarazadas e incluso afectar al sistema inmunitario de la población general. Precisamente por esto último, no es del todo sorprendente que recientemente un equipo de científicos del Instituto de Salud Carlos III haya descubierto sus efectos sobre la incidencia de coronavirus.
Es la conclusión de un estudio, publicado recientemente en la revista Environmental Research, en colaboración con un equipo de la Universidad Politécnica de Madrid y otro de la Universidad Técnica de Dinamarca. En él, se toman datos de contaminación acústica extraídos de la Comunidad de Madrid entre el 1 de febrero y el 31 de marzo de 2020 y se comparan con la incidencia en número de casos de COVID-19, fallecimientos e ingresos hospitalarios y en UCI en cada zona en ese periodo de tiempo. No han encontrado ninguna correlación con las defunciones, pero sí con el resto de variables.
Primero había que descartar otras contaminaciones
Antes de buscar explicaciones a la relación entre comunicación acústica y coronavirus, estos científicos quisieron asegurarse de que, en realidad, los resultados no eran una consecuencia de otros tipos de contaminación.
Por eso, tomaron información sobre los niveles atmosféricos de dos importantes contaminantes químicos, el NO2 y las partículas PM10. Además, se tuvieron en cuenta variables de control ligadas a la estacionalidad.
Ya existen estudios que relacionan ambas sustancias con un aumento en la incidencia de casos graves de COVID-19, por los daños que ocasionan al sistema respiratorio. Necesitaban comprobar si los resultados eran independientes.
Y así fue. Es cierto que en muchos casos los niveles altos de contaminación acústica y química están relacionados entre sí. Por ejemplo, un lugar con mucho tráfico contará con ambas elevadas. No obstante, pudieron comprobar que incluso en lugares con bajos niveles de NO2 y PM10, si había mucho ruido, aumentaban los diagnósticos positivos y los ingresos, tanto en planta como en UCI. Existía una correlación. ¿Pero por qué?
La relación entre contaminación acústica y coronavirus
Según explican los autores del estudio en un comunicado, se barajan cinco hipótesis para esta relación entre contaminación acústica y coronavirus.
Para empezar, el ruido puede afectar al sistema inmunitario al aumentar los niveles de estrés psicológico. Numerosos estudios han vinculado ya la contaminación acústica a un aumento de los niveles de cortisol, una hormona relacionada directamente con el estrés.
Por otro lado, eso también puede afectar a la gravedad de las enfermedades cardiorrespiratorias, favoreciendo el empeoramiento en caso de infección por coronavirus.
Además, el ruido podría afectar al sistema nervioso central, la actividad muscular, la presión sanguínea, la actividad gastrointestinal y los niveles respiratorios, todos ellos parámetros muy relacionados con el coronavirus. Incluso podría haber una vinculación con la falta de sueño derivada de la contaminación acústica.
Finalmente, no debemos olvidar que, a parte del estrés psicológico, el ruido también puede aumentar el estrés oxidativo, aumentando la gravedad de los procesos inflamatorios.
También tiene sus limitaciones
Los científicos autores de este estudio reconocen que cuenta con algunas limitaciones.
Para empezar, los datos se tomaron en un periodo de tiempo muy reducido, justo al inicio de la primera ola de coronavirus. Por otro lado, en esos momentos la definición de caso de COVID-19 no era exactamente la que tenemos hoy en día, por lo que se podría haber dejado mucha gente fuera.
Finalmente, el estudio se hizo en zonas con gran incidencia de la enfermedad y con patrones característicos y diferenciados de comportamiento social.
Sería necesaria más investigación, por lo tanto. Sin embargo, lo que sí deja claro este trabajo es que la contaminación acústica puede afectar a la salud a muchos niveles. Por eso, debe considerarse como un contaminante ambiental más y no descartarlo como factor de riesgo de multitud de enfermedades. La COVID-19 parece ser una de ellas, pero si algo nos ha estado diciendo la ciencia en los últimos años es que no es ni mucho menos la única.