No se puede decir que las películas del Universo Cinematográfico de Marvel suelan ser el colmo de la innovación narrativa. Van a lo seguro. Son elaboradas primorosamente, pero nunca con riesgos destacables. Y las podemos disfrutar sin problemas, por supuesto. Son grandes espectáculos sobre superhéroes procedentes de los cómics la mar de entretenidos, y cuya fórmula no ha pinchado en ninguna de sus veintitrés entregas estrenadas hasta el día de hoy. Pero la propuesta de WandaVision (Jac Schaeffer, 2021), la primera miniserie de Disney Plus que ensancha el cosmos marvelita, es bastante pintoresca.
Si uno reflexiona sobre ello, puede decir que augurar que escogerían a la cineasta estadounidense para un proyecto de la envergadura de WandaVision no parecía ningún disparate. Pero solo después de haber participado en los guiones de Capitana Marvel (Anna Boden y Ryan Fleck, 2019), sin acreditación, y Viuda Negra (Cate Shortland, 2021). Porque, si depensiese de su trayectoria anterior, sería un augurio difícil. Para empezar, la fallida fantasía romántica del largometraje TiMER (2009), pese a su candidatura en el prestigioso Festival Internacional de Cannes, no supone la mejor tarjeta de presentación.
Ni los cortos Mr. Stache (2011) y Frozen: Una aventura de Olaf (Kevin Deters y Stevie Wermers, 2017), aunque este último implique ya un contacto con Disney. Ni, en fin, el libreto de Timadoras compulsivas (Chris Addison, 2019), que escribió con Stanley Shapiro, Paul Henning y Dale Launer. Pero, de alguna manera, Jac Schaeffer se las arregló para meter las narices en el Universo de Marvel. Y aquí estamos ahora, con el análisis de la entrega más extraña del mismo. Porque no se puede calificar de ningún otro modo esta serie televisiva que mezcla el formato sitcom con la trama superheroica que conocemos.
Desde el primer episodio de los tres que hemos podido zamparnos hasta el momento, dejan clarísimo que WandaVision se toma muy seriamente el mencionado formato. Hasta el punto de que, por lo menos al principio, se trata de una comedia de situación con todas las de la ley. Y va transformando su estilo según las décadas que transcurren televisivamente, con Embrujada (Sol Saks, 1964-1972) en el horizonte. Esta elección de referente es de una lógica aplastante si consideramos la naturaleza de Bruja Escarlata (Elizabeth Olsen), sobre todo, y de Visión (Paul Bettany).
Si uno acepta el formato y se abandona a la deriva humorística, no hay motivos para no disfrutar de WandaVision. Los chistes, en cualquier caso, pivotan entre la ingenuidad que entendemos que se ajusta a la época de sus modelos televisivos y las ocasionales carcajadas de mayor frescura. Y hay que destacar, señoras y caballeros, que Paul Bettany (El código Da Vinci) luce una estupenda vis cómica que el normalmente impasible e inhumano Visión no le permitía. Elizabeth Olsen (Amor y letras), por su parte, está encantadora. Lo mismo que Kathryn Hahn (Girls) y Teyonah Parris (Mad Men) como Agnes y Geraldine.
No hay impedimentos para apreciar la realización, bastante competente. Y es en instantes muy específicos, como destellos de comprensión repentina, que se cuela el pasado y la realidad enigmática de nuestros superhéroes. Además de escenas que dirigen el foco a los alrededores de la situación con el objetivo de proporcionarnos pistas sobre lo que ocurre. Esto, como no podía ser de otra forma, alimenta nuestra curiosidad para seguir viendo WandaVision. No obstante, uno puede reconocer que quizá menos sitcom y más ir al grano la favorecería. Y albergar la esperanza de que Jac Schaeffer lo enfoquen así en los otros seis capítulos.
