Con lo que cuesta que una película nos asombre o nos maraville a estas alturas de la vida cinéfila, uno aguarda cada estreno de Pixar Animation Studios, propiedad de la compañía de Mickey Mouse, como agua de mayo. La próxima, Soul (Pete Docter y Kemp Powers, 2020) en Disney Plus, que multitud de personas no querrán perderse. Porque no se nos ha podido olvidar lo que nos hicieron sentir muchas de las anteriores, cuánto reímos y nos emocionamos con ellas. Y, ante la incomprensión incomprensible de ciertos espectadores, experimentamos una lástima absoluta porque siguen creyendo que el cine de animación es solo para niños. Y claro que lo hay, pero no el de Pixar.
¿Cómo puede alguien estar tan tranquilo e indolente sin haber disfrutado de Buscando a Nemo (Andrew Stanton y Lee Unkrich, 2003), WALL•E (Stanton, 2008), Up (Docter y Bob Peterson, 2009), Toy Story 3 (Unkrich, 2010) o Coco (Unkrich y Adrián Molina, 2017)? Que se descubra uno deseando ver Soul, aunque luego no le vuelva loco, se debe a que conoce el mimo creativo de estos estudios. Y las capacidades de sus esmerados cineastas para conseguir obras que permanezcan en la memoria emocional del público. Un realizador puede lucirse con propuestas de gran sustancia intelectual y demostrarnos lo listísimo que es. Pero llegar al alma de otro no tiene precio.
En cualquier caso, el estadounidense Pete Docter se ganó nuestro respeto gracias al talentazo desplegado en tres largometrajes: Monstruos S. A. (2001), que codirigió con el incombustible Unkrich y David Silverman, Up y Del revés (2015), mano a mano con Ronnie del Carmen esta última. Y el neoyorkino Kemp Powers cumple el papel de ese novato prometedor al que Pixar suele darle una oportunidad de dirigir con un veterano. Pues, antes de Soul, únicamente se ha desempeñado como guionista de la serie Star Trek: Discovery (Bryan Fuller y Alex Kurtzman, desde 2017) y de otro filme pendiente de lanzamiento, One Night in Miami... (Regina King, 2020).
El resultado de su colaboración como autores totales, ya que también firman el libreto junto con el texano Mike Jones (Luca), es puro Pixar. Cuanto podría esperarse de un filme de estos estudios de animación se halla en Soul, tanto por sus ingredientes narrativos como por su aparato técnico. Hay aquí una nueva historia de aspiraciones vitales y de crecimiento personal, contada con toda la destreza y los recursos animados que tienen por costumbre. Pero en todo momento lejos de las cotas más altas que han logrado en varias ocasiones. E, incluso sin tratarse de lo mejor a lo que pueden aspirar, esta aventura sigue estando por encima de la media del género.
Y hasta aventaja a la peli inmediatamente anterior de Pixar, la agradable Onward (Dan Scanlon, 2020), porque funciona en lo que esta falla: el humor. Tal vez Soul no se prodigue demasiado en intensidad emocional pero, cuando se propone hacernos reír, no se queda en la tentativa. Sus chistes, que pivotan entre lo referencial, lo delirante al estilo de las comedias de ultratumba y el slapstick, dan afortunadamente en la diana. Y nos carcajeamos con mucho gusto por ellos, en especial a causa el desconcierto invencible que provoca lo extraordinario desubicado en un mundo racional. Porque las sospechas de locura continúan siendo un filón para los humoristas.
Por otro lado, Soul mezcla ideas de Del revés y Coco, así como diseños de personajes, que se distribuyen entre los más detallistas, los caricaturescos y los silueteados del surrealismo pictórico. Además, se revela como el menos trepidante y el más discursivo de los filmes de Pixar, un aspecto no necesariamente malo al llevarse bien. Y uno repara en que la banda sonora electrónica pertenece a los que compusieron la de La red social (David Fincher, 2010), es decir, Trent Reznor y Atticus Ross (Watchmen). Quitando el imprescindible jazz de Jonathan Batiste, por supuesto, que contribuye a una muestra de gran dignidad cinematográfica pero no de la gloria de Pixar.