El 20 de noviembre de 1998, quedó marcado a fuego en la historia de la ciencia y la tecnología espacial, con el lanzamiento de un importante centro de investigación en órbita. Casi dos años más tarde, el 2 de noviembre del 2000, llegaban a aquellas flamantes instalaciones los primeros astronautas que pasarían un periodo a bordo. Desde entonces, ha permanecido permanentemente tripulada, con viajeros procedentes de las cinco agencias que la pusieron en marcha: la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio (NASA), la Agencia Espacial Federal Rusa (FKA), la Agencia Japonesa de Exploración Espacial (JAXA), la Agencia Espacial Canadiense (CSA) y la Agencia Espacial Europea (ESA). Han sido dos décadas de brillantes experimentos, pero también de muchos fallos en la Estación Espacial Internacional.

Los primeros fueron años tranquilos, pero desde 2004 han sido muchas las averías que han tenido que solventar. Se han encargado de ello sus tripulantes, siempre con ayuda de los científicos que les guían desde la Tierra. Los famosos paseos espaciales, dirigidos inicialmente al desarrollo de experimentos, también han tenido repetidas veces el fin de solucionar todos esos problemas. Ahora, dos décadas después, muchos de sus componentes han ido “caducando”, dificultando aún más la situación. El final de la EEI parece estar cerca. ¿Pero qué ha ocurrido en todo este tiempo?

Fugas de aire

Los fallos en la Estación Espacial Internacional empezaron en 2004, cuando los dos astronautas que se encontraban a bordo en ese momento detectaron una pequeña fuga de aire. Esto no es un problema inicialmente, gracias a los sistemas de suministro de aire y los monitores que permiten que la presión dentro de las instalaciones siga siendo habitable. No obstante, era necesario localizar el problema, pues a la larga la avería sí podría ser preocupante. Además, ese mismo año comenzó a fallar Elektron, uno de los generadores de oxígeno de la estación.

Ambos problemas pudieron solucionarse después de que la fuga se localizara en una manguera ubicada en el segmento estadounidense de las instalaciones. También se arregló Elektron, aunque solo un año después se averió de nuevo, requiriendo una nueva reparación.

Catorce años después, en 2018, una nueva fuga puso en jaque a la tripulación. De nuevo el aire se escapaba más deprisa de lo normal y nadie sabía por qué. Tras una búsqueda exhaustiva, encontraron que esta vez el orificio estaba en la zona rusa, concretamente en la cápsula Soyuz, y pudieron sellarlo a tiempo. Si bien en 2004 se pensó que el agujero pudo generarse accidentalmente después de que algún astronauta usara la manguera como asidero, a día de hoy no hay seguridad sobre lo ocurrido en 2018, aunque se cree que pudo ser por un taladrado incorrecto.

Y si los fallos comenzaron con una fuga de aire, de momento también ha sido el último problema que se ha detectado. Esta vez ha durado más de un año, hasta que los astronautas han encontrado el orificio, en el módulo ruso Svezda, gracias a unas bolsitas de té que flotaron hasta él.

Fallos en la Estación Espacial Internacional causados por sustancias peligrosas

En 2006, un nuevo fallo de Elektron hizo que saltara una de las alarmas de incendios de humo de las instalaciones. No había fuego, pero sí un fallo que había provocado una fuga de hidróxido de potasio en uno de los generadores de oxígeno. Fue necesario cerrar el sistema de ventilación, para evitar que se extendiera, pero no llegó a producirse ningún incidente y el problema pudo solucionarse a tiempo.

En 2012, no fue el hidróxido de potasio, sino el dióxido de carbono, el que pudo acumularse, después de que fallara uno de los sistemas de eliminación de este gas. Afortunadamente, pudo ponerse en marcha el de repuesto y no hubo que lamentar ningún problema de salud en la tripulación.

2007, un año lleno de averías

2007 fue un año especialmente problemático en lo que se refiere a fallos en la Estación Espacial Internacional.

El primero de todos fue un fallo informático que sembró el terror, al dejar a la estación sin propulsores, generador de oxígeno ni depurador de dióxido de carbono, entre otros elementos. Por suerte, todo pudo solucionarse con la mejor estrategia conocida cuando un ordenador da problemas: apagar y reiniciar.

Cuatro meses más tarde, se detectó una rotura en uno de sus paneles solares. Fue necesaria una caminata espacial a cargo de los astronautas Scott Parazynski y Douglas Wheelock, quienes lograron reparar la avería, a pesar del riesgo que suponía, por posibles descargas eléctricas procedentes de los paneles.

Pero los fallos no habían terminado, pues los paneles ya estaban listos, pero no podían funcionar correctamente, esta vez por un fallo en la Junta Rotativa Solar Alpha, que se encarga de que estos miren al Sol. Fueron necesarias varias caminatas espaciales a cargo de Peggy Whitson y Daniel M. Tani para dar con el problema y, por fin, arreglarlo.

Fugas de amoniaco

Los paneles de enfriamiento que protegen las instalaciones usan como refrigerante el amoniaco, una sustancia muy empleada con este fin, también en la industria. Su liberación en forma de gas puede ser muy peligrosa, tanto por su gran toxicidad como por su potencial inflamable.

Por eso, cuando en 2009 se detectó que uno de estos panales había sido dañado, posiblemente por el impacto de un meteoroide, fue necesario poner en marcha un importante protocolo para solucionar el problema. Afortunadamente, pudo lograrse sin que llegara a ponerse en peligro la vida de la tripulación.

Una avería muy similar se produjo mucho después, en 2013, cuando algunos de los astronautas que se encontraban a bordo reportaron haber visto pequeños copos blancos flotando lejos de la estructura de armadura de la Estación. Poco después se confirmaba que se trataba de una nueva fuga, que requirió dos paseos espaciales, a cargo de Chris Cassidy y Tom Marshburn, para poder solucionarse.

Unas instalaciones que se marchitan

Todos estos son solo algunos ejemplos. La mayoría de los fallos en la Estación Espacial Internacional son en realidad el resultado de problemas típicos y lógicos de permanecer en una ubicación tan extrema. Sin embargo, con el paso del tiempo el declive de las instalaciones ha llevado a que se generen algunos que quizás no habrían tenido lugar en el pasado.

Vale la pena recordar que en el acuerdo inicial firmado por las cinco agencias espaciales se decidió mantener la estación hasta 2020. Más tarde esta fecha se amplió hasta 2024, inicialmente con las reticencias de la rusa Roscosmos.

Finalmente hubo acuerdo general, pero quizás algunas de las instalaciones no estaban preparadas para una vida tan larga. De hecho, recientemente, tras la fuga de aire en el módulo Svezda, el portavoz de la Agencia Espacial Rusa declaró que, en el momento de su colocación, los módulos del segmento ruso estaban preparados para permanecer instalados durante quince años. Pero ya han superado las dos décadas. La jubilación de una de las instalaciones más grandiosas ideadas por el ser humano se acerca. Afortunadamente, durante todos estos años, y los que posiblemente aún le quedan, ha ayudado a obtener grandes contribuciones para la historia de la ciencia. Cuando se jubile, lo hará con honores.