El cortometraje es ese formato fílmico injustamente infravalorado. Los cinéfilos de pro devoran largometrajes y un capítulo tras otro de las series televisivas como si no hubiese un mañana para ver más, ya sea acudiendo a los cines comerciales o en las plataformas de streaming que han proliferado en los últimos tiempos para alegría del consumidor. Pero también de la industria del cine y los profesionales que, como pueden, se ganan el pan a su sombra: tal como ha dicho el director vasco Álex de la Iglesia en el reciente Festival de Sitges, “se ha mejorado muchísimo la oferta y hay más trabajo que nunca”.
Si la situación del cortometraje es la del abandono en los circuitos festivaleros, los galardones de las academias estatales y entre las enmarañadas lianas de la jungla en que han derivado plataformas de vídeo como YouTube, Vimeo y compañía, las distribuidoras y las empresas de streaming deberían tomar cartas en el asunto. Por ejemplo, proyectando un corto antes de cada largometraje en las salas de cine como es la costumbre de Pixar, e incluyéndolos masivamente en el catálogo de Netflix, HBO, Amazon Prime Video, etcétera. De ese modo, además, los ganadores de festivales como el de Sitges 2020 serían mucho más conocidos.
En su sección oficial fantástica y para el jurado integrado por los directores Víctor García (Return to House on Haunted Hill) y Borja Crespo (#Sequence), la actriz Juana Acosta (Vernon Subutex) y los productores María del Puy (Madre) y David Matamoros (El Hoyo), el premiado como el mejor cortometraje del género ha sido The Luggage (2020), de la taiwanesa Tsai Yi-fen, guionista de filmes como Miao Miao (Cheng Hsiao-tse, 2008) o Finding Anthony (Chu Chia-lin, 2012) y de la serie The Ghost Bride (Anwari Ashraf, desde 2020) y la miniserie Kill for Love (Wang Pan-yun, 2020).
Aunque comienza con algunos excesos dramáticos y cierta arbitrariedad en las visiones de ultratumba, logra serenarse y ofrecer un buen tono mientras pivota entre lo sobrenatural y la pura demencia, con una planificación adecuada, interesantes giros y un esforzado Mo Tzu-yi (Roseki) en la piel del pobre Chih. Pero en esta categoría ha merecido una mención especial Rutina: La prohibición (2020), la ciencia ficción distópica en stop motion realizada por Samuel Ortí Martí, ya veterano en estas lides por otros cortos como Encarna (2003), The Werepig (2008) o Vicenta (2010) y el largo Pos eso (2014).
A pesar del escaso desarrollo de su premisa, y ni falta que le hace ir más lejos porque ya resulta contundente en su narración anecdótica, lo de veras atractivo es su diseño de producción, de las maquetas del mundo en el que viven unos personajes de aspecto primorosamente elaborado. Por contra, parece difícil de comprender que los responsables de la sección Nuevas Visiones, el actor Younes Bachir (Zona hostil), el director de fotografía Juan Sebastián Vásquez (Callback) y la programadora del festival Silvana Fiorese, se hayan decantado por Luz distante, Parte 1: Les desventurades, el quinto corto de Santiago Reale (2020).
Porque no se trata más que de una pretenciosa propuesta situacional, conceptualmente vacía, sin un mínimo de interés y con una voz en off que se pretende profunda en sus palabras pero está hueca hasta despertar el eco a su alrededor, que no va a ninguna parte y ni tan siquiera desea ir; hagan lo que hicieren Walter Rodríguez (Marilyn) y Alián Devetac (La tercera orilla) como el Gusano y Henry, los personajes protagónicos. Ahora bien, uno entiende las razones del cineasta Paul Urkijo (Errementari) y de David Jordán y Sara Lopo, director y coordinadora del Festival de Sitges, para escoger Horrorscope (2019), de Pol Diggler, y otorgarle el Premio Brigadoon Paul Naschy.
La cómica idea metacinematográfica de este cortometraje, con el que el realizador suma nueve desde Director’s Cut (2015), es ingeniosa de por sí, y tanto la puesta en escena como la composición audiovisual para llevarla a cabo, de una gran precisión e idoneidad evidente. Pero su gran problema es que a los chistes que la jalonan sin descanso no disfrutan del mismo ingenio, y se muestran más tontorrones que otra cosa. Y, por último, el tercer corto de Astrid Goldsmith, autora de Quarantine (2018), ha ganado el premio correspondiente de la sección Carnet JOVE. Se titula Red Rover (2020) y su salada animación stop montion contiene una curiosa vuelta de tuerca en su marcianada.