Suele decirse que nuestro mayor órgano sexual es el cerebro. Y no es para menos. Aunque no esté tan erotizado como otras partes del cuerpo, lo cierto es que la mayoría de fenómenos fisiológicos relacionados con el sexo están controlados desde allí. Por eso, un equipo de científicos de la Universidad de Northwestern decidió trasladar su atención de los testículos al cerebro, durante un estudio en busca del gen del deseo sexual masculino.

Gracias a este cambio de enfoque han descubierto algo que podría ayudar en el desarrollo de futuros tratamientos, tanto para los hombres con una libido baja como para los que muestran una excesivamente elevada. El hallazgo se ha publicado en la revista Endocrinology.

¿Cuál es el gen el deseo sexual masculino?

Trabajos anteriores han puesto en evidencia que el gen del deseo sexual masculino es el Cyp19a1. Codifica o, lo que es lo mismo, tiene las instrucciones para la síntesis de una proteína, llamada aromatasa, cuya función es transformar la testosterona en estrógenos.

Se sabe que el gen se expresa tanto en las células de los testículos como en el cerebro, pero el efecto en este último no estaba claro hasta la llegada de este estudio. En el primer caso, sí se conoce su influencia sobre la libido, puesto que los ratones castrados, al igual que otros animales, pierden el interés en el sexo.

Para saber si ocurre lo mismo en el segundo caso, estos científicos utilizaron dos grupos de ratones machos modificados genéticamente. Los primeros carecían totalmente del gen Cyp19a1. En cambio, los segundos sí lo expresaban en las gónadas, pero no en el tejido cerebral.

Al ponerlos en contacto con hembras ovulantes, los del primer grupo no intentaron aparearse con ellas. En cambio, los que no generaban aromatasa en el cerebro sí lo hicieron, pero con la mitad de frecuencia que los que sintetizaban esta proteína con normalidad. Esto indica que la transformación de testosterona en estrógeno mediada en el cerebro sí que juega un papel en el deseo sexual masculino.

Implicaciones del estudio

La conclusión a la que han llegado estos investigadores sobre la aromatasa en el cerebro sugiere que, al modular sus niveles, se puede regular también la libido.

Por motivos variados, algunos hombres muestran un deseo sexual escaso, mientras que otros se encuentran en el extremo totalmente contrario.

Ya existen fármacos para regular esta situación. Sin embargo, todos van dirigidos a los testículos y pueden generar numerosos efectos secundarios relacionados con la actividad sexual. En cambio, si estos solo fueran dirigidos al papel de la aromatasa en el cerebro, sin alterar sus efectos en los testículos, se podrían obtener resultados igualmente eficientes y mucho más seguros.

Será necesario seguir investigando en este camino. Si todo evoluciona bien, podría acabar con el desarrollo de medicamentos que permitan llegar a ese ansiado punto intermedio.

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