El sexo es un tema universal, cosmopolita, único. Todos tenemos algún estímulo erótico-sexual. Todos pensamos en el sexo. Todos podemos sentirnos recompensados por él. Es una cuestión biológica. Y es que el sexo es una (complicada) herramienta evolutiva desarrollada para ¿perpetuar nuestra especie? No lo sabemos con seguridad. Eso sí, está claro que juega un papel fundamental en este aspecto. Al fin y al cabo, la reproducción es el fin último de la vida. ¿Qué menos que disponer una herramienta tan poderosa dedicada a tal fin? Pero, como decíamos, hay muchas cosas que no sabemos sobre el sexo. Especialmente sobre una de sus partes más críticas: el orgasmo. ¿Qué dicen los científicos sobre este tema?
Trazando la ruta sexual
Existen numerosos aspectos en los cuales todavía no existe un consenso claro a la hora de hablar de la ciencia que hay tras el sexo. Pero, por suerte, cada vez son más los expertos que llegan a los mismos términos y las mismas evidencias científicas sobre cómo funciona. Dividamos el sexo en tres partes fundamentales: el inicio, la estimulación física, es decir, el acto; y el orgasmo. ¿Por qué dividimos el acto sexual en estas tres partes? Muy sencillo, estas tres partes se diferencian claramente la una de la otra por la actividad cerebral; la segregación de hormonas y mensajeros neuronales; y, por supuesto, la manifestación fisiológica de nuestro cuerpo.
Podríamos dividir el sexo en tres partes fundamentales: el inicio, la estimulación física y el orgasmo
Ni que decir tiene que el sexo, el orgasmo y la atracción tienen su indiscutible origen en el cerebro. Numerosas partes de nuestro sistema trabajan en conjunto para ejecutar todo el "ritual", que comienza con la atracción y el deseo sexual. Aunque, tampoco podemos dejar de lado el apartado físico. Nuestro cuerpo es el responsable de las sensaciones y estímulos que recibimos. El cuerpo del hombre y de la mujer, aunque con un mismo origen embrionario, tienen importantes diferencias que impiden las mismas manifestaciones. Eso sí, tal y como han analizado numerosos estudios, las similitudes durante el orgasmo son mayores que las diferencias.
Encendiendo motores
Pongamos a un individuo. Tanto si es hombre como si es mujer, de pronto se siente atraído eróticamente. Su cerebro se dispara. Especialmente una región bastante "primitiva" que se encarga de controlar algunos de los aspectos más básicos de nuestra biología: el cuerpo estriado. Dentro, en la parte más interna de nuestro cerebro, el llamado núcleo accumbens comienza a producir una señal que interpretamos muy, muy bien: necesitamos algo. Como decíamos, puede ser comida, o afección. Pero no; en este caso se trata de sexo. El hipotálamo, el septo y la amígdala, también en el interior del cerebro, se inundan con dopamina. Se ha despertado el deseo y no se apagará fácilmente. Es más, la actividad es tan intensa que otras partes del cerebro también se unen a la fiesta: la corteza anterior del cíngulo, que se encarga de aprender (y responder) a los errores; la corteza insular, que regula cosas como nuestro ritmo cardíaco o la presión sanguínea, etc. Por ello, siendo un sistema tan básico el responsable, es normal que aparezcan manifestaciones físicas de nuestro... estado. Manifestaciones como sudor, pequeños temblores, pupilas dilatadas y otros. Todas estas señales indican que necesitamos cumplir y satisfacer nuestra necesidad. ¿Pero cómo lo hacemos?
Velocidad de crucero
Como decíamos antes, el sexo y el orgasmo también tienen una parte importantísima en el apartado físico. La fisonomía de nuestros genitales juega un papel crucial, especialmente en la segunda parte del acto sexual, como es de suponer. Mientras que el pene tiene una sola vía de transmisión de señales, la vagina y el clítoris parecen tener una manifestación más compleja. Hay investigadores que afirman, de hecho, que el clítoris no es precisamente un sencillo "botón" carnoso, sino **un complejo sistema tisular irrigado y enervado de forma sofisticada, pudiendo abarcar una gran extensión que se proyecta hacia el interior de la vagina. Sin entrar en detalles, de aquí derivan numerosas discusiones sobre el orgasmo vaginal o, incluso, la existencia y naturaleza del dichoso "punto G". Sin detenernos demasiado en este complicado tema, ambos genitales producen un estímulo que llega al cerebro. Entonces, la señal se incrementa. Es lo que interpretamos como placer y va en aumento. Todo nuestro sistema de recompensa está en éxtasis, y subiendo. De pronto, el sistema al completo alcanza su pico y... parte del cerebro se apaga.
La ciencia tras el orgasmo
El orgasmo es una de las manifestaciones fisiológicas más esquivas. No solo por el poco tiempo que dura, sino porque monitorizar algo tan delicado es muy difícil. Para poder llegar a él hace falta una situación psicológica y neurofisiológica adecuada. Si no, todo se habrá quedado en agua de borrajas. Pero, centrémonos en lo que tenemos. Nos habíamos quedado en el punto final. De pronto el cerebro recibe un pico de señales y el cerebro ¿se apaga? Sí. Básicamente esto es lo que pasa cuando disfrutamos de un orgasmo**. Al menos en parte. Mientras que tejido central estriado, donde se encontraba el núcleo accumbens, sigue parte de su trabajo, el cerebro desciende su actividad. Especialmente zonas como el cortex ventromedial prefrontal, el tejido del cíngulo anterior, el giro hipocampal... muchas partes. Lo interesante de este aspecto es que estas partes se dedican a hacernos sentir y analizar cosas como los errores, los límites personales con respecto al entorno y cosas así. Un descenso de actividad en estas partes puede interpretarse como una pérdida parcial de estas sensaciones.
Sí, sentir el orgasmo es como... trascender, un poco. De pronto todas esas limitaciones emocionales desaparecen, al menos por unos segundos. Nada importa, solo el placer que seguimos sintiendo y que desaparece rápidamente tras el pico. Aunque el orgasmo funciona de una manera muy similar para hombres y mujeres, lo que viene después marca una notable diferencia. **¿Por qué las mujeres pueden disfrutar de los orgasmos múltiples mientras que los hombres no?** A diferencia de las féminas, los hombres desconectan los estímulos procedentes de sus genitales. Durante un tiempo, no pueden sentir placer. Su vía nerviosa está saturada. Sin embargo, muchas mujeres sí que pueden continuar sintiendo la caricia de la piel. Incluso, existe otra posibilidad: aunque una vía nerviosa esté saturada, existen otras, como decíamos antes, que pueden hacer que la mujer llegue al clímax de forma repetida. Pero tras el éxtasis, todos volvemos a esa paz mental de la que hablábamos. Tanto hombres como mujeres tienen su sistema de recompensa abarrotado de hormonas y las necesidades desaparecen. Es la "pequeña muerte", como dicen en francés. Y ojalá todas fueran así.