Los que fuimos niños en los años ochenta y jovenzuelos en la década siguiente no podíamos evitar que los videojuegos clásicos formaran parte de nuestra vida y de muchas horas fascinantes de entretenimiento. Ya fuese en casa con una videoconsola o en los concurridos salones recreativos, introduciendo una moneda detrás de otra en las ranuras correspondientes de las máquinas. Por esta razón, una serie documental como High Score: El mundo de los videojuegos, creada este 2020 para Netflix por France Costrel, a no pocos nos hará echar la vista a aquellos tiempos perdidos de fiebre lúdica, tal vez con cierta nostalgia.
Su responsable, poco conocida y aún con una trayectoria breve, es una cineasta redundantemente francesa que solo había dirigido un mediometraje documental, el inencontrable Finding Fathers (2011), un capítulo de otra serie del mismo género, el titulado “My Identity” (2x05) de Dark Net (Mati Kochavi, 2016-2017), de la que también era productora, y otra serie, 8 Bit Legacy: The Curious History of Video Games (2017). Su primera obra aborda las pérdidas personales de un capítulo de la Segunda Guerra Mundial, el Desembarco de Normandía; pero las siguientes revelan la atención de Costrel a lo tecnológico.
High Score se sirve de toda una batería de recursos para sostener el dinamismo, la amenidad y el gancho de la propuesta. Es decir, no usa únicamente entrevistas a los creativos involucrados en el desarrollo de videojuegos concretos e imágenes de archivo, como es la costumbre del documental sobre vivencias humanas más ramplón, sino que incluye escenas de los entrevistados con su voz en off, secuencias animadas de estilo pixel art, efectos visuales más propios de la ficción cinematográfica, recreaciones conceptuales o minimalistas de instantes muy específicos, cámara lenta, diversos planos de detalle y juegos de iluminación.
Todo en un montaje vivo y no lineal, apuntalado por la adecuada banda sonora y que intercala varias historias por episodio para que resulte imposible que uno se canse de ninguna de ellas a medio camino. No en vano, la compañía productora de High Score es la misma que la de 8 Bit Legacy, de modo que su equipo y no únicamente France Costrel ya contaba con experiencia en este terreno videojueguil. Y su nombre es Great Big Story, así que deben honrarlo de alguna forma. No hasta el punto de ofrecer una auténtica obra maestra, sino un interesante recorrido con una secuencia de cierre de lo más satisfactoria.
High Score no sobresale como una serie documental revolucionaria o fabulosa en absoluto. No se trata de ningún hito en el género, pero sí de una aportación muy eficaz. Y, si los enamorados de la informática pueden engancharse en mayor medida a Halt and Catch Fire (Christopher Cantwell e ídem C. Rogers, 2014-2017) pero su drama vital no remueve por dentro solo a los geeks, los que se hayan zambullido en el mundo de los videojuegos de manera superficial pueden acercarse a los seis episodios de France Costrel sin arrepentirse, aunque el asunto quizá no les apasione tanto como a los gamers más expertos y obsesivos.
Es un gusto seguir la animación y escuchar la composición electrónica de Power Glove (The ABCs of Death) en los títulos del documental, tras el prólogo. Y nada parece más oportuno que elegir al californiano Charles Martinet como narrador: le hemos visto en las películas Nueve meses (Chris Columbus, 1995) o The Game (David Fincher, 1997), pero lo relevante es que le ha puesto voz a Mario en más de 100 ocasiones para Nintendo. Porque High Score es un reconocimiento necesario y una celebración de las personas cuyo esfuerzo ímprobo y talentosa creatividad nos ayudan a pasarlo en grande con los videojuegos.