La undécima película de Star Trek (J. J. Abrams, 2009), quizá la más lograda de toda la franquicia, estableció lo que se conoce como la línea temporal de Kelvin, un desvío de la historia que nos habían contado desde la serie original (Gene Roddenberry, 1966-1969) hasta Némesis (Stuart Baird, 2002) en un universo paralelo. El viejo Spock (Leonard Nimoy) comparte mentalmente con el joven James T. Kirk (Chris Pine) la información sobre el origen de la amenaza de Nero (Eric Bana): la supernova en que se había convertido una estrella y que destruye varios sistemas planetarios en el año distante de 2387, incluyendo el de Rómulo, el mundo natal del villano.
La solución que Spock había propuesto, fracasada porque llegó tarde, consistía en lanzar la materia roja que había desarrollado a la gigantesca explosión y producir un agujero negro que la absorbería, evitando que desintegrase los planetas a su alrededor. Pero tanto Spock como el romulano vengativo fueron tragados con sus naves por el agujero negro, que les envió al año 2233, cuando nadie conocía aún a Kirk ni al vulcano; y Nero ataca la USS Kelvin, en la que el capitán Richard Robau (Faran Tahir) decide cederle el mando a su primer oficial, George Kirk (Chris Hemsworth), que se sacrifica para que su esposa Winona (Jennifer Morrison) y el resto de la tripulación sobrevivan.
En el universo anterior, James T. Kirk había nacido en la Tierra; en la línea Kelvin, el estrés de los sucesos en la nave del mismo nombre le adelantó el parto a Winona y el futuro capitán de hasta tres USS Enterprise vino “al mundo” en el espacio, y creció sin un padre del que seguir su ejemplo, por lo que fue el capitán Christopher Pike (Bruce Greenwood) quien le insistió para que recondujese su comportamiento errático de vivalavirgen e ingresara en la Academia de la Flota Estelar, Cosa que hizo pero tres años más tarde que en la otra línea temporal. Y Nero captura a Spock, consigue la materia roja y, en el año 2258, destruye Vulcano, el planeta de este último para vengarse de él.
Sin embargo, según nos relatan en la serie Star Trek: Picard (Alex Kurtzman, Kirsten Beyer, Michael Chabon y Akiva Goldsman, 2020), es el propio sol del sistema romulano el que estalla. Y, tal como explica Dusty Stowe en Screen Rant como disculpa a la divergencia en los hechos narrados, “en la película de 2009, esta información se comparte con Kirk a través de un intercambio mental con Spock, y esa experiencia incómoda y no lineal podría haber llevado fácilmente a una leve confusión por parte de Kirk”. Y la verdad es que esto arregla muy bien cualquier asomo de inverosimilitud, y Star Trek se libra de las objeciones que se habían planteado al argumento del undécimo filme.
Porque “la ausencia de la Flota Estelar de un evento tan masivo parecía extraña, y una supernova no debería haber sido capaz de causar una catástrofe galáctica”, ayuda a “entender por qué la Flota Estelar no participó en la operación de rescate” después de que los sintéticos rebeldes atacaran su colonia en el planeta rojo, y que “Spock hubiera eludido los deseos de la Federación de mantenerse al margen de la emergencia romulana, ya que había estado fomentando un movimiento clandestino revolucionario en Rómulo, como se ve en el episodio de dos partes “Unificación” [5x07 y 5x08] de Star Trek: La nueva generación [Rodenberry, 1987-1994]”. Y, además, el afán de venganza de Nero contra la Federación tiene ahora mucho más sentido y profundidad dramática.