En 1665, una epidemia de peste bubónica azotó sin pudor todo Reino Unido, pero especialmente la ciudad de Londres, en la cual murió aproximadamente una quinta parte de su población. Ante aquella terrible situación, algunas universidades británicas tomaron la decisión de enviar a sus estudiantes a casa, para que continuaran allí sus estudios, con el fin de promover ese distanciamiento social del que tanto hemos oído hablar últimamente.

Uno de aquellos alumnos era Isaac Newton, un joven de apenas 20 años, caracterizado por su tenacidad y sus brillantes ideas. Antes de encerrarse en su casa familiar, decidió hacerse con algunos prismas y otros instrumentos que le sirvieron para pasar el tiempo de confinamiento realizando los experimentos que acabarían sentando las bases para sus teorías sobre óptica. Además, le sobró tiempo para realizar los cálculos que unos años más tarde darían lugar a sus tres famosas leyes sobre movimiento.

Salud mental en tiempos de cuarentena

Newton no tenía hijos, ni quehaceres del hogar, ni redes sociales bombardeándolo continuamente con noticias sobre lo que ocurría en el exterior. Hoy en día lograr lo que él hizo es difícil y no es una cuestión de inteligencia, es quizás más bien una cuestión de salud mental o de que, simplemente, puede que nos baste con existir durante el tiempo que dure la cuarentena. No es necesario lograr grandes hazaña. Ni siquiera tenemos que sentirnos mal por no aprender idiomas, leer tres libros, tocar un instrumento o hacer pan en estos días de confinamiento. No obstante, puede que si nos apetezca hacer algo por la ciencia, aunque no sea al nivel de Newton. Solo por echar el rato. Para ello, puede ser una gran opción recurrir a algún proyecto de ciencia ciudadana. ¿Cuál? Eso depende de las aficiones de cada uno.

Ayuda en la lucha contra la contaminación lumínica

La contaminación lumínica es un problema prácticamente global. Si no nos encontramos en cuarentena, pasamos mucho tiempo fuera de casa cuando la luz del sol hace ya tiempo que se marchó.

Por eso, para vivir en sociedad de forma segura, es importante que las ciudades tengan una buena iluminación. Eso es cierto, sí, pero también tenemos que reconocer que con el tiempo se nos ha ido un poco de las manos. Si no se usa una iluminación adecuada, la oscuridad del cielo se desvanece, haciendo muy difícil su observación, tanto a nivel profesional como aficionado. Pero eso no es todo. También se ven afectadas muchas especies animales y vegetales, ya sea por la importancia de los ciclos de luz y oscuridad para su fisiología o, simplemente, porque las luces les confunden durante sus desplazamientos. Por eso, es importante determinar cuáles son los lugares más afectados e intentar hacer un llamamiento a las autoridades competentes para que lo solucionen.

Esto es algo para lo que se lleva mucho tiempo pidiendo la colaboración de la población, con el fin de tener una idea del estado del cielo en el mayor número posible de lugares. Era posible cuando podíamos desplazarnos y lo sigue siendo mientras nos mantenemos en cuarentena.

¿Cómo veríamos el cielo sin contaminación lumínica?

Es precisamente lo que pretenden con el proyecto AZOTEA (Astronomía Zenital desde el hOgar en Tiempos de Extremo Aislamiento), una iniciativa con la que se pretende “reclutar” a aficionados a la astronomía dispuestos a echar una mano durante el confinamiento. Para eso, solo necesitan disponer de una cámara de fotos digital y una terraza o una azotea que permita una visión directa del punto más alto de la bóveda celeste, conocido como cénit.

Si cumplen ambos requisitos podrán ayudar a medir los cambios del color y la iluminación del cielo en diferentes puntos a medida que pasa el tiempo, dando una información muy valiosa para los investigadores que estudian la contaminación lumínica. Si estás interesado, en su página web podrás encontrar toda la información y los pasos para participar como voluntario.

Clasificación de galaxias

En 2007, nació el proyecto Galaxy Zoo, en el que desde entonces han participado más de 42.000 voluntarios, cuyo trabajo ha consistido en clasificar imágenes de galaxias.

Las fotografías que utilizadas han sido tomadas por astrónomos cualificados con instrumentación puntera para dicho objetivo. Sin embargo, el gran número de instantáneas obtenidas les hace muy difícil poder clasificarlas sin descuidar otras tareas importantes.

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Y es aquí donde entramos en juego nosotros, ya que solo se nos pide que las clasifiquemos en base a su forma. No es necesario tener conocimientos complejos de astronomía, solo unas breves nociones sobre las diferentes formas existentes.

Al contrario que el proyecto anterior, en el que era necesaria una instrumentación y una ubicación muy concreta, para esto solo necesitamos un teléfono móvil o un ordenador con conexión a internet. La web está en inglés, pero incluso si no somos muy buenos con los idiomas podemos “pedir” a Google que nos la traduzca.

Tú también puedes explorar Marte

Siguiendo con las imágenes astronómicas, en el proyecto Planet Four viajamos hasta Marte para dar un paseo por su polo sur en busca de “manchas” y “abanicos”, dos características que ayudan a los científicos a identificar la dirección y la velocidad del viento.

Todas las imágenes que podremos ver han sido tomadas con HiRISE, la cámara con más resolución que se ha enviado jamás a un planeta. No obstante, al igual que ocurría con las galaxias, la búsqueda de esas marcas concretas quita demasiado tiempo a los expertos, que podrían estar realizando otras tareas más cualificadas. Nos necesitan y, ahora que tenemos más tiempo libre del que nos gustaría, es un buen momento para echarles una mano.

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Basta solo con que detectemos las señales, después ya se encargarán ellos de interpretarlas.

Encuestas y más encuestas

Durante estos días estamos atravesando una situación sin igual. En Europa, quizás quede algún superviviente de la gripe española de 1918 con vida, pero difícilmente recordará lo que es vivir en cuarentena por una epidemia global.

Por eso, es un momento único para la ciencia, no solo para conocer a fondo un virus que jamás se había descrito, también para comprender cómo afecta el confinamiento a un tercio de la población mundial. Este parón obligatorio puede tener duras consecuencias en nuestra salud a muchos niveles, desde el psicológico hasta el físico. Nuestra alimentación, nuestra rutina de ejercicio y, en general, nuestra vida está sufriendo una serie de cambios que, en su conjunto, interesan mucho a los investigadores, especialmente con el objetivo de implementar soluciones de cara a posibles situaciones similares futuras. Y para ayudarles solo tenemos que contestar encuestas. Las hay especializadas por profesión, por región o más amplias, para la población en general. Muchas se pueden encontrar en redes sociales y, aunque pueda parecer una tontería, solo nos llevarán unos minutos y serán de gran ayuda para la ciencia.

Nunca antes podíamos haber logrado tantas cosas sin salir de nuestra casa, desde vigilar la iluminación de nuestra zona hasta pasear por Marte. Pero, sobre todo, dada la situación, hay algo aún más importante que todo eso que estamos logrando poco a poco, sin ni siquiera levantarnos de nuestro sofá: salvar vidas. Sigamos así.

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