Llevamos ya un mes y medio de confinamiento. Algunas empresas de trabajos no esenciales ya han enviado a sus empleados a sus puestos presenciales, los niños han dado sus primeros paseos e incluso los adultos nos preparamos para poder salir pronto a caminar y practicar ejercicio si todo va bien.
Sin embargo, a pesar de que ya comencemos a ver algo de luz más allá de nuestras cuatro paredes, los efectos de la cuarentena ya empiezan a pasarnos factura. Los expertos en psicología avisaron desde el principio de los problemas que todo esto podría suponer para la salud mental de los confinados, especialmente para los más vulnerables, pero también para el resto de la población.
Si a todo esto le sumamos una demencia causada por una enfermedad neurodegenerativa, la situación puede ser extrema. Los familiares de pacientes con trastornos como el alzhéimer han comprobado en estos días cómo los síntomas y el estado de ánimo de sus seres queridos empeoran, haciendo necesario prestarles aún más atención. En Hipertextual nos hemos puesto en contacto con la doctora Silvia Gil, neuróloga especialista en patologías cognitivas y vocal de la Sociedad Española de Neurología, quien nos ha contado cuáles son los síntomas que pueden alertarnos de este empeoramiento y qué medidas debemos llevar a cabo para evitarlo en la medida de lo posible.
Salud mental en tiempos de cuarentena
Confinados sin saber por qué
Uno de los principales problemas que este confinamiento nos está trayendo a todos, desde los niños hasta los adultos, con o sin trastornos, es la afectación de nuestra rutina.
Incluso la personas con la vida más aparentemente caótica tenía unos ritmos en su día a día que se han visto forzosamente alterados y eso es algo a lo que no todos nos enfrentamos por igual.
En el caso de las personas con alzhéimer, las partes de su rutina que consistían en salir a la calle a socializar o a centros de día o, simplemente, quedarse en casa, pero con la visita periódica de sus nietos, han quedado paralizadas hasta nueva orden y esto puede afectarles de muchas formas. “El cambio de rutina puede afectar a su alimentación, pues comen peor o a deshoras, también en su capacidad para orientarse dentro del hogar, su higiene o incluso su forma de tomar la medicación”, explica la doctora Gil. “En los pacientes con alzhéimer es importante que tengan unos hábitos establecidos, pues esto les beneficia tanto a nivel emocional como en su funcionalidad”.
Por eso, si esto se interrumpe, el resultado es la aparición de nuevos síntomas o el empeoramiento de los preexistentes, tanto a nivel cognitivo como emocional y de conducta.
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Es importante detectar en ellos signos como desorientación, confusión, decaimiento, problemas para dormir o alteración de sus rutinas. Por ejemplo, puede que se olviden de asearse o que sí lo hagan, pero no utilicen jabón. También es posible que no tomen sus medicinas o que lo hagan dos veces o que olviden por qué no pueden salir e intenten hacerlo a toda costa.
Esto último es algo a lo que se debe prestar atención; ya que, si olvidan la situación que vivimos, también olvidarán las medidas de seguridad. Puede que no sepan que deben toser en el antebrazo, que es importante prestar mucha atención a la higiene de manos o que no se deben tocar la cara sin lavárselas antes, por ejemplo.
Es un peligro a nivel físico, pero también emocional, ya que no saber lo que ocurre puede hacer que crean que sus familiares no quieren verles. “Piensan que no les quieren o que han hecho algo malo y no entienden qué ha podido ser”, cuenta la doctora Gil al otro lado del teléfono. “Esto les genera una gran sensación de nerviosismo e inquietud”.
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Además, pueden llegar a desarrollar agresividad, al creer que sus familiares se han vuelto contra ellos y no les dejan salir.
Finalmente, también es común que en este tipo de situaciones se intensifiquen o precipiten su aparición las percepciones falsas, más conocidas comúnmente como alucinaciones. “Muchos familiares nos están describiendo durante el confinamiento un gran número de situaciones de este tipo”, narra la especialista entrevistada por este medio. “Estas pueden ser positivas emocionalmente, por ejemplo cuando creen ver a una mascota que ya murió, pero también las hay mucho más perjudiciales, como la creencia de que han entrado desconocidos en casa”.
Todo esto supone una angustia que se añade a una situación que ya de por sí es angustiosa, generando una gran labilidad emocional que puede empeorar el resto de síntomas.
¿Cómo podemos evitarlo?
Lamentablemente, el alzhéimer es una enfermedad que no tiene cura, por lo que es imposible evitar su transcurso. No obstante, sí que se pueden tomar medidas para ralentizar la evolución y, sobre todo, para evitar que situaciones extraordinarias, como el confinamiento, la aceleren.
Para empezar, es importante que vivan en un entorno tranquilo, de modo que los cuidadores deben poner de su parte para que así sea. “Se deben reducir los estímulos intensos a través de medidas como utilizar una luz tenue, bajar el volumen de la televisión o evitar que haya muchas personas a la vez en una habitación, por ejemplo”.
Además, deben sentirse queridos y seguros y, de nuevo, esto es algo que deben facilitar quienes viven con ellos. “Podemos derivar la conversación a temas que les gusten, poner canciones con las que sepamos que disfrutan, dar paseos juntos por casa, acariciarles las manos, explicarles en voz baja y con claridad lo que está ocurriendo las veces que haga falta…”. Y, por supuesto, también es importante que ellos mismos se comuniquen y cuenten cómo se sienten.
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A veces puede que todo esto no sea suficiente para calmar su ansiedad, por lo que ahí entran en juego las medidas farmacológicas. Si estas ya existían con anterioridad, pero se considera que no son suficientes, los familiares pueden contactar con su médico, que se encargará de cambiar la dosis si lo ve necesario. En el caso de que hasta ese momento no hubiese sido necesaria la medicación, el procedimiento será el mismo, contactando con el profesional sanitario pertinente. Todo esto es aplicable a fármacos para el tratamiento del nerviosismo, pero también para otros síntomas que puedan haber aparecido, como las alucinaciones.
Otra medida muy importante, puesto que ya hemos visto que la afectación de la rutina es uno de los disparadores del empeoramiento de los síntomas, es la elaboración de un calendario de rutinas con el paciente. Estas deben incluir varios tipos de tareas:
- Rutinas del hogar, como poner la mesa, fregar los platos, ayudar a limpiar… “De este modo el paciente se siente útil, puesto que participa en las actividades cotidianas de la familia”.
- Alguna actividad física. Puede ser subir y bajar escaleras, realizar estiramientos, pasear por casa, bailar o cualquier otro ejercicio que le guste. Incluso si su movilidad no se lo permite se pueden realizar estiramientos pasivos con la ayuda de un cuidador. “Es recomendable que estas actividades se realicen por la mañana y para la tarde se dejen las más sedentarias, para evitar que se afecte el sueño”. De hecho, por este motivo se deben evitar también las siestas en la medida de lo posible.
- Alguna actividad cognitiva. En este punto se puede recurrir a alguna de las muchas actividades que hay en la web; pero, si no fuese posible, existen otras muchas opciones, como copiar un texto, leer una noticia y comentarla, hacer crucigramas, realizar manualidades, cuidar plantas… “También puede ser una buena idea ayudar a planificar el menú familiar, ya que es una actividad cognitiva y, además, el paciente se siente útil”. Por otro lado, si le gusta cantar, puede ser interesante que lo haga leyendo la letra de la canción.
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Mantener su vida social. Ya hemos visto que pueden no entender por qué sus familiares han dejado de visitarles y que esto puede afectar negativamente a su estado de ánimo. Por eso, dentro de esa rutina diaria, es importante dejar al menos un ratito al día para hacer llamadas o videollamadas con familiares o amigos con los que tuviesen contacto con anterioridad.
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Se pueden hacer notas que ellos puedan leer para recordar actividades básicas de su vida cotidiana. Por ejemplo, dejándolas en el baño. Otra actividad interesante es la revisión diaria del calendario, a la vez que se le hacen preguntas como el día del mes en el que se encuentran o cuántos días tiene la semana. “Además, es un buen momento para recordar por qué ahora no pueden salir de casa”, añade la doctora Gil.
Sus médicos siguen ahí
Durante este periodo, la medicina asistencial se ha visto sustituida en gran medida por la telemedicina, también en casos como estos. Los neurólogos y el resto de profesionales sanitarios que normalmente les atendían siguen atentos a su evolución, aunque ahora lo hacen desde casa.
“Estamos en contacto con los pacientes por teléfono o a través de email”, explica la neuróloga. “Normalmente ellos nos mandan un correo electrónicos y, según el caso, valoramos si devolverles la respuesta del mismo modo o si realizar una llamada”.
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Esta puede ser una llamada convencional o una videollamada, según las tecnologías de las que dispongan en el hogar del paciente. Así, no solo se dan unas pautas y un asesoramiento a los familiares, sino que también es posible hablar directamente con el enfermo y ver cómo se encuentra. Incluso se puede seguir realizando ciertas terapias. “Por ejemplo, podemos decirles que hagan un dibujo y nosotros ver a través de la cámara cómo lo hacen”.
Este es sin duda un soplo de aire fresco, tanto para esos pacientes que están pasando por un mal momento, como para sus familiares. Y también, por supuesto, para todos esos profesionales que, como Silvia Gil, han establecido un bonito vínculo con ellos. No olvidemos que el coronavirus nos ha obligado a someternos a un estricto aislamiento físico, pero que este jamás debería ser también social.