**El episodio “The Winter Line” (3x02) de Westworld** (Jonathan Nolan y Lisa Joy, desde 2016) comienza justo donde nos dejó la reveladora escena poscréditos del precedente, “Parce Domine” (3x01): con la androide Maeve Millay (Thandie Newton), anfitriona del parque de atracciones futurista sobre el Salvaje Oeste, mirando por la ventana de una vivienda la ocupación nazi de pueblo durante la Segunda Guerra Mundial. Se trata de War World, otro de los parques de Delos Destinations, a donde los jefes de narrativa de la empresa habrán decidido trasladarla tras los desafortunados eventos de la temporada anterior en el Oeste.
‘Westworld’ 3×01: muchos disparos y poca fascinación
Pero no es la única: a Héctor Escaton (Rodrigo Santoro), su amante, también lo han colocado allí, y aparece con un comportamiento que nos hace dudar de si están actuando como sus nuevos personajes o de veras recuerdan su identidad en Westworld. Por el idioma en que habla un oficial nazi comprendemos que se encuentran en un pueblo italiano. Y la ambigüedad sobre si continúan siendo robots autoconscientes prosigue cuando Maeve le da una orden a un soldado alemán, que no acata, pues con tal maniobra quieren que nos acordemos de sus poderes telepáticos y sus capacidades para controlar a otros androides.
Pero en la siguiente escena acaba cualquier clase de ambigüedad: Maeve le dice a Héctor que cree que ha perdido dichos poderes precisamente por lo que ha pasado con el nazi; y poco después, el antiguo pistolero la llama Isabella porque **ha olvidado quiénes son en realidad y actúa como su nuevo personaje, un miembro de la Resistencia Partisana** contra el fascismo y la ocupación. Y la violencia que se les viene encima por la narrativa cruel que han establecido para ellos en War World, justo antes de los títulos adaptados a las situaciones novedosas, nos empuja a pensar que echábamos mucho de menos los parques.
Por esta razón, en el minuto diez de este capítulo, no nos cabe duda alguna que la serie ha recuperado el buen pulso y la fascinación que la caracteriza y que, por algún motivo, nos faltaba en el precedente. Y, tras un vistazo a otra búsqueda de fenómenos anómalos en el mundo por parte de lo que suponemos que es Rehoboam, cuando Bernard Lowe (Jeffrey Wright) planta los pies de vuelta en Westworld, un escalofrío de gusto nos recorre la espalda por la expectación pura que experimentamos, y casi nos dan ganas de aplaudir. ¿A qué amigo desea hallar? ¿Y nos reencontraremos pronto con el Hombre de Negro (Ed Harris)?
Maeve se topa con los técnicos Felix Lutz (Leonardo Nam) y Sylvester (Ptolemy Slocum) cuando despierta en las instalaciones de procesamiento de los anfitriones, y el narrador Lee Sizemore (Simon Quarterman), a quien creíamos en el otro barrio, le salva su culo robótico otra vez. Y no solamente eso: le informa de que la había metido en War World porque este parque está cerca nada menos que de la Forja, el emplazamiento donde guardaban “el código” de los huéspedes y el Edén virtual en el que se adentró la hija de Maeve (Jasmyn Rae), con el objetivo de ayudarla a reunirse con ella por fin.
Descubrimos que Ashley Stubbs (Luke Hemsworth) es otro androide, pero esta sorpresa la han planteado sin demasiada intensidad, por lo que la percibimos bastante desangelada. Y, como el doctor Robert Ford (Anthony Hopkins) le había programado para cuidar de los anfitriones que ya no funcionan en Westworld, había intentado suicidarse sin éxito. Lowe le recompone, y le cuenta que necesita la ayuda de la poderosa Maeve para detener a Dolores Abernathy (Evan Rachel Wood), que quiere exterminar a los seres humanos o reducirlos a la esclavitud pero, a la vez, que el propio Bernard evite sus excesos.
En War World, la susodicha se despide emotivamente de Héctor, que no puede escapar de su personaje, y huye con Lee a la Forja mientras Lowe y Stubbs la buscan. Y, si casi no nos había impactado que este último no es una persona de carne y hueso, no ocurre otro tanto con **el pobre Lee: Maeve comprende que murió durante lo sucedido en “The Passenger” (2x10) y que la acompaña una copia suya, a la que “programaron para que no cuestionase la naturaleza de su realidad”. Pero el verdadero bombazo sobreviene a continuación, después de que Bernard y Stubbs hallen el cuerpo de Maeve almacenado sin su núcleo cerebral**.
Ella misma se percata de que se encuentra en una simulación con el propósito de conocer qué sabe —quién o quiénes, he ahí el misterio—, y por esa razón no funcionan sus poderes telepáticos. Pero su gran inteligencia perdura, y e indaga para reventar la simulación, al tiempo que Lowe y Stubbs hacen lo propio en las instalaciones del parque cuatro, el Medieval World, donde vemos a un trovador barbudo que toca la melodía principal de la serie, entre otras cosas más inesperadas. Y el nuevo autoescaneo de Bernard por si Dolores le ha corrompido nos muestra que su introspección será importante esta temporada también.
El primero cambia las directrices para Stubbs y, a partir de ahora, este le protegerá en todo momento. Y, cuando Maeve peta la simulación en el War World en una escena vistosa de parálisis del entorno y casi escapa con su núcleo cerebral, nos presentan finalmente a Engerraund Serac (Vincent Cassel), ya mencionado en el episodio previo como creador de Rehoboam: se trata de quien ha construido la simulación para conocer bien a Maeve, y ahora la trae al mundo real para pedirle lo mismo que le pediría Lowe, es decir, que lo ayude a detener a Dolores; Pero han empezado con mal pie. Lo opuesto a este capítulo, que pisa firme en la esencia cautivadora de Westworld.